Enrique Patterson. Publicado el lunes, 31 de julio de 2000 en El Nuevo Herald.
Los socialdemócratas cubanos de la isla, junto con los socialcristianos del Movimiento Cristiano Liberación, están entre los pocos grupos de la oposición política que, hasta ahora, han elaborado un proyecto político y social más allá del
inmediato enfrentamiento al régimen castrista. Mientras Liberación, dirigido por Oswaldo Payá Sardiñas, muestra un liderazgo estable y una militancia nada pequeña, no ocurre lo mismo con los socialistas democráticos cubanos. La originaria Corriente
Socialista Democrática se ha dividido en dos tendencias; por un lado los socialdemócratas liderados por Vladimiro Roca y la Corriente Socialista que preside Manuel Cuesta Morúa por otro. Sin embargo, Cuesta no es el peso completo que puede disputarle el liderazgo socialdemócrata
a Vladimiro Roca, sino Elizardo Sánchez, quien acostumbra, por el momento, a delegar en otros la responsabilidad política, disociándose así de tesis muy suyas que, bajo el sombrero de reconocido activista de derechos humanos, no desea abanderar.
La futura democracia cubana necesita como el aire de un fuerte y moderno partido socialdemócrata en el poder o en la oposición y la actuación de sus potenciales líderes ahora determinará la evaluación que de ellos hagan los ciudadanos que, si hoy van a
las concentraciones de la coreografía castrista, mañana votarán a conciencia. El político es un hombre de negocios que, en lugar de productos, ofrece un proyecto a cambio del poder. En el caso cubano la necesaria inversión en capital político es de suyo
riesgosa, por lo que se precisa determinación y visión a largo plazo.
En el mercado político de la Cuba actual hay tres tipos de acciones de riesgo sin las cuales el capital no rendirá tributo en el futuro: a) las que se invierten en el presidio, si a él se va por actos o posiciones que captan la atención y el respeto internacional
como, ocurre con los autores del documento La patria es de todos o el caso del Dr. Elías Biscet; b) la elaboración de un nuevo discurso social que apele a las necesidades concretas; y c) un discurso moral, necesario al carácter totalmente inmoral e ilegítimo con que el
gobierno ejerce el poder.
En el primer punto Elizardo tiene viejas acciones que aún le rinden ganancias, pero su capital netamente político está algo depreciado. Internacionalmente reconocido por su defensa de los derechos humanos, ha estado sin embargo al margen de los eventos más importantes
protagonizados últimamente por la oposición y parte de su trabajo ha sido ocupado por el periodismo independiente. No fue firmante del documento La patria es de todos ni estaba cerca cuando el Dr. Oscar Elías Biscet defendía los derechos civiles. Elizardo se equipara en
estos momentos a la actitud digna de un intelectual comprometido, Biscet a la práctica existencial de Luther King o Gandhi. ¿Qué decir al respecto de Cuesta Morúa, carente de acciones capaces de generarle, como a Elizardo, sólidas ganancias?
Al respecto, Cuesta desaprovechó la oportunidad de su gira en el exterior; y no digo que no exista un discurso social en la socialdemocracia cubana, pero la ausencia de tal discurso durante su periplo afectó, a mi juicio, la identidad socialdemócrata del viajero. Ni denunció
la precaria situación en cuanto a los derechos laborales en la Cuba actual, ni los problemas y desigualdades en el sistema de salud (los medicamentos donados se venden en las farmacias dolarizadas), ni las discriminaciones, la situación de los profesionales, de los campesinos (un
sector tan importante para resolver la crisis alimentaria). Al menos fue internacionalista y solidario: aprovechó un espacio periodístico en The Miami Herald para hablar sobre el levantamiento incondicional del embargo como una medida que ayudaría a resolver "la crisis'' de
los agricultores norteamericanos. El tema del levantamiento del embargo --algo que considero legítimo-- previo a cualquier transformación interna --algo no tan legítimo-- fue el centro de la gira norteamericana de Cuesta Morúa. La pregunta es por qué un socialista
democrático no aprovechó esa oportunidad histórica para robarle el discurso social al gobierno. Se me ocurre que, en la estrategia de lograr un espacio semipermitido --y menos peligroso y menos productivo en términos futuros--, soslayó un tema central de un
opositor. Ser respetuoso no es lo mismo que ser agradable. La apelación al levantamiento incondicional del embargo sin hacer hincapié en los otros temas, hizo que Cuesta luciera más como un reformista, en extremo liberal, del gobierno actual, que como un opositor. Pudiera ser un
ministro de relaciones exteriores más presentable que Felipe Roque.
Hay comportamientos que no pueden callarse. No abogar en cada foro o no abogar lo suficiente por la libertad de los presos políticos, en lugar de decir que el gobierno ha bajado el nivel de la represión, resulta inaceptable. En Washington, en un foro del Center of Foreign
Relations, compartí un panel con Cuesta Morúa. Mientras aprovechaba mi ponencia para abogar por Vladimiro Roca y el Dr. Elías Biscet, me percaté de que Cuesta no hizo siquiera una pálida referencia al respecto. Me niego a aceptar la sugerencia de que el viajero no
quería abogar a favor de un competidor del peso de Vladimiro Roca, pues no abogó allí tampoco por Biscet, como si los presos políticos no estuvieran en su agenda. Espero que sólo se trate de errores de inversión. |