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Julio 28, 2000



La religión en Cuba

Rafael Aguirre. El Diario Vasco. Viernes, 28 de Julio de 2000

La Habana vieja es una mezcla de patios mediterráneos y vegetación tropical, de Europa y América y Africa, de revolución y turismo, donde a no muchas cuadras de la bella catedral católica te encuentras el templo a las orishas, divinidades de los cultos afroamericanos. Cuba fue y sigue siendo la gran isla del mestizaje. Lo he palpado personalmente durante diez días, en que yo, profesor de Teología católico, he estado invitado por una institución de inspiración protestante para impartir un curso intensivo sobre los orígenes de la Iglesia a 28 pastores y líderes de diferentes confesiones cristianas, hombres y mujeres, blancos y negros. La peculiar situación sociopolítica y, sobre todo, la cordialidad inmensa de los cubanos, con la ayuda inestimable del idioma común, convierten la estancia en la isla en una experiencia única. Con el aliciente añadido, en mi caso, de estar con cubanos de diferentes procedencias, en el circuito del peso, no del dólar, en sus casas y no en el ambiente cómodo pero artificial de los hoteles turísticos.

Lo que he podido constatar de la situación religiosa me ha parecido sumamente significativo. En primer lugar, un deseo enorme de formación religiosa. Mis alumnos tenían responsabilidades en sus iglesias, poseían en general un elevado nivel cultural y, por eso mismo, eran muy conscientes del aislamiento en que estaban y de su déficit formativo desde el punto de vista teológico. Las posibilidades de acceder a la literatura teológica seria y actual han sido y siguen siendo muy limitadas.

Un detalle interesante: pastores de iglesias que en otros lugares tiene fama de practicar una lectura fundamentalista de la Biblia aceptaban con toda naturalidad los planteamientos críticos que yo les proponía. El curso de que hablo, que hubiese sido imposible hace pocos años, respondía a la necesidad de preparar líderes para unas iglesias que ven aumentar espectacularmente el número de gente que se acerca a ellas. Sin duda es un indicio muy significativo de la situación cubana y que se debe a varias razones: la imposibilidad, a la larga, de sofocar las preguntas radicales del ser humano, por mucho que se controlen los aparatos de educación y de propaganda; la grave crisis de los puntos de referencia ideológicos y sociales que se han propuesto durante los últimos cuarenta años a la población cubana; la eliminación del ateísmo como condición para pertenecer al PCC y las modificaciones constitucionales introducidas para evitar las discriminaciones por razones religiosas. Todo ello hizo posible el viaje del Papa a la isla en 1998, que a su vez contribuyó decisivamente a la normalización de la presencia pública de la fe religiosa.

Es palpable el intento de controlar ideológicamente a la población de una forma que, además de inaceptable, resulta absolutamente anacrónica. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que se impida terminantemente el acceso a internet? Por no hablar de la única y monocorde voz que aparece en el solo periódico existente, en la radio y en la televisión.

En mi curso se repetía una historia bien conocida: se preguntaba con un interés enorme por la actitud de la Iglesia primitiva ante el imperio y sus autoridades, por su relación con la cultura, por su forma de afrontar a otros grupos sociales. Se traslucían los problemas acuciantes de las iglesias cubanas de hoy. Los debates eran intensos, pero jamás se hizo, ni para bien ni para mal, ninguna alusión en público a la situación sociopolítica del país. La apertura teológica y humana era notabilísima, pero estaba continuamente presente la conciencia del control político omnipresente. Como otras veces en la historia, el lenguaje religioso, con el recurso a la parábola, a la imagen y a paradigmas del pasado, se convertía en experimento de libertad y de ensayo social.

En Cuba, como en otros países latinoamericanos se percibe un aumento muy rápido de diversas iglesias protestantes. Se calcula que en 1960 el número de protestantes en todo el subcontinente era de 6 millones. En 1990 llegaban a 51 millones y siguen aumentando sin cesar. Este hecho tiene hondas repercusiones sociológicas que me limito a insinuar. En mi opinión, estamos asistiendo en lo religioso, como en otros campos, específicamente el económico, al avance del modelo norteamericano en detrimento del europeo. En efecto, el modelo de cristianismo europeo, basado en las grandes iglesias institucionales (en América Latina fundamentalmente la Católica), con fuerte influjo cultural y que se entienden como interlocutores del Estado, está siendo sustituido por el modelo norteamericano, caracterizado por una oferta muy plural de iglesias, netamente separadas del Estado, pero muy participativas, muy presentes en el tejido social y con una gran capacidad de crear relaciones internas entre sus miembros. Es interesante constatar que este tipo de cristianismo está siendo capaz de resistir mucho mejor al proceso de secularización, que afecta mucho más gravemente al modelo de las iglesias muy institucionalizadas y, por eso mismo, más hipotecadas por los poderes políticos y menos flexibles para adaptarse a los cambios. Incluso se puede pensar que el rápido declive de una determinada Teología de la Liberación se debe, en buena medida, a sus planteamientos a cuyo servicio se intentaba poner una Iglesia institucional potente.

Lo religioso es esencialmente ambiguo, pero su actual auge en Latinoamérica y en Cuba no significa, como a veces se dice, el triunfo de un cristianismo alienante e intimista. Las Iglesias cubanas con las que he convivido no están esperando a que llegue el momento en que les dejen intervenir con libertad política; se hacen presentes ya para rescatar a mucha gente del alcoholismo y de la droga, para evitar tratos vejatorios y encauzar la vida familiar, para ayudar y crear comunidades en las que la fe religiosa se exprese ¡y cómo! con todo el vigor del alma, del cuerpo y de los sentidos. Este tipo de grupos crece notablemente.

Las analogías históricas son siempre peligrosas, pero me voy a tomar una licencia. Los grupos islamistas no se presentan con un deseo directo de presionar a las autoridades y de condicionar a los estados, sino que su estrategia se basa en la creación de redes de solidaridad y asistencia, que van agrupando a sectores cada vez más amplios, a los que confieren identidad y canales de participación. Al final afloran con una fuerza histórica acumulada desde abajo. No entro ahora a valorar estos fenómenos. Pero creo que en diversas partes del mundo los grupos religiosos más dinámicos plantean retos teológicos y sociológicos a los cristianos posilustrados de Europa. Nos recuerdan, sobre todo, que los cambios sociales hondos se gestan en lo prepolítico, en el campo amplio y novedizo de lo cultural. Nos recuerdan que la autoridad moral que no es lo mismo que el poder, los valores culturales, el cambio de los corazones, la imaginación creadora es el ámbito más directo de incidencia de lo religioso.

La gravitación, para bien o para mal, en torno a lo que se suele entender por poder político es la hipoteca de los cristianismos europeos a su propia historia y supone una reducción de la misma proyección pública de la fe.

Rafael Aguirre es profesor de Teología de la Universidad de Deusto.

Copyright (c) 1998 EL DIARIO VASCO Edición Electrónica

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