CUBANET... INTERNACIONAL

Julio 27, 2000



Cruzada por la puerta cerrada

Vicente Echerri. Publicado el jueves, 27 de julio de 2000 en El Nuevo Herald.

El contubernio entre algunas iglesias y el régimen de Fidel Castro se ha acentuado. En Estados Unidos, líderes de las más tradicionales denominaciones protestantes, de la estirpe de Joan Brown Campbell, no pierden ocasión de mostrar sus simpatías con la dictadura, como se hizo evidente en el caso de Elián González.

En Cuba, algunas de estas mismas iglesias y las organizaciones ecuménicas que las agrupan han redoblado sus abyectos testimonios de servilismo con un régimen que se hunde en la decrepitud. En los últimos días, los comentarios de Odén Marichal y Sergio Arce, dos de los pastores protestantes que sirven como (di)puta(do)s en la llamada Asamblea Nacional del Poder Popular, han sido divulgados por las agencias de prensa: el presbiteriano Arce con la vieja monserga de que Cristo fue comunista, frase que Castro mismo no tardó en repetir; y Marichal, eminencia gris de la Iglesia Episcopal, culpaba a la ``ley de ajuste cubano'' de los ahogados en el Estrecho de la Florida. El servilismo alcanzó un clímax la semana pasada con una ceremonia en la Catedral Episcopal de La Habana en que honraron a los Rvdos. Campbell y Marichal, entre otros, en presencia del tirano de Cuba.

Como esa catedral fue mi hogar por más de cuatro años, y su actual obispo se cuenta entre mis amigos, la infamia me toca de manera particular; es como descubrirse una llaga en el cuerpo: algo que nos lastima y nos repugna a un tiempo. Y, una vez más, como todos los que padecemos la tragedia de mi país, no puedo dejar de preguntarme: ¿por qué? ¿Qué necesidad tiene la Iglesia (algunas iglesias) de esta intimidad con un sistema corrupto y criminal? ¿Por qué en lugar de defender, aunque fuera discretamente, a la gran masa de oprimidos, de marginados, de víctimas, decide congraciarse con el poder y servirle de agente?

La respuesta se puede reducir a una sola palabra: acomodo. Acomodo intelectual y material. Es decir, oportunismo práctico y abandono de la obligación a pensar por sí mismo y de ser honesto y consecuente con lo que se piensa. Esta frivolidad ha minado al protestantismo cubano, con las excepciones de siempre entre los clérigos de a pie. Los dirigentes, en su mayoría, no aspiran a servir, sino a viajar, con el lustre que aún da en ciertos círculos el provenir de una suerte de isla Utopía sacralizada por el ``asedio imperialista'' y el estricto reparto de la miseria entre los miserables.

Para no entrar en conflicto con su conciencia, estos líderes religiosos han ido adoptando el punto de vista del poder y de sus amables anfitriones de afuera, y se han dado a repetir las muletillas que esperaban de ellos: elogiar los supuestos ``logros'' de la revolución, atenuar al mínimo los crímenes del régimen, subrayar la necesidad de que EU levante incondicionalmente las sanciones económicas. Son cipayos entusiastas a quienes premian con algún relieve público, ya que sus cofrades norteamericanos mandan los dólares. Algunos, como Arce y Marichal, llevan años tratado de fabricar algún corpus teórico que sostenga, aunque sea precariamente, la ignominia de sus vidas; otros, más tristes, más patéticos, se conforman con un oportunismo sin afeites intelectuales. No sienten simpatías por la dictadura, pero no rehúsan sus agasajos; tienen hijos en el exilio y sufren esa separación, pero disimulan y le sonríen genuflexamente --y a veces aplauden-- al máximo responsable de ese sufrimiento; conocen de la existencia de agrupaciones disidentes; pero prefieren hacerse eco de las opiniones de los crapulosos ``Pastores por la Paz'', que son bien vistos por el régimen y, además, les premian con regalos.

El caso del niño Elián, --y la consecuente campaña en pro de que Estados Unidos abrogue la Ley de Ajuste Cubano además del embargo-- le ha dado una visibilidad a estos agentes del castrismo y, de cierta manera, un valimiento. Hasta ahora habían trabajado en la sombra, propagando su veneno solapadamente en foros y convenciones, en aulas universitarias y en comités de cómplices, sobre todo en instituciones de este país. Ahora reclaman mayor predicamento, y las agencias noticiosas se hacen eco de sus comentarios.

Ha llegado el momento de dar los pasos legales necesarios para que les cierren las puertas de este país. Sé de personas que han resultado permanentemente excluidas de entrar en Estados Unidos por abogar en favor del castrismo. Debemos procurar con ahínco que ese expediente se extienda a estos agentes de alzacuello. Es muy probable que el gobierno que se estrena en enero sea mucho más receptivo a esa gestión.

© Echerri 2000 / El Nuevo Herald

Copyright 2000 El Nuevo Herald

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