Lojabanero
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, julio - Existen cuatro o seis cosas de las cuales La Habana puede presumir. Como lo hace París de Notre Dame o de la Torre Eiffel; New York del Empire State y la Estatua de la Libertad; Madrid de Goya y la Puerta de Alcalá; Londres del Palacio de Windsor y el Big Beng;
Morón de las torticas y del Gallo.
El Capitolio, majestuoso, percudido y subutilizado, puede competir con el Arco de Triunfo del Carrusel, San Carlos de la Cabaña no le envidia nada a las ruinas de Sans Soucis, la torre de la Plaza de la Revolución no le pide permiso a los más altos pinaretes de las mezquitas
de Bagdad, los túneles para la guerra de todo el pueblo no se empequeñecen frente al metro de Moscú.
Lo que sí no pueden mostrar las grandes capitales ni las más humildes aldeas del mundo son lojabaneros. Y se comprenderá que aunque el cubano pronuncia la lengua de Azorín como le da su reverendísima gana y donde debe decir carbón dice cagbón y
pagque donde parque y verdag donde verdad y fag donde fax, jabanero no es un hombre que fabrique, venda o porte jaba, es un gentilicio: habanero.
Lojabaneros son gente simpática, alegre, buscavida, jaraneros, conversadores. Aunque jabanero, lo que se llama jabanero, en La Habana quedan pocos. Aquí, y ahora, el que no es de Birán, es de Songo la Maya, Bahía Honda o Camajuaní, Cacarajícara o Báguano.
Y uno puede saber su origen, precisamente, por la manera de hablar.
Lojabaneros cambian las "r" por "g" -los lingüistas, creo, le llaman geminación a esto; lojorientales, no pronuncian las "s" -asimilación de sibilantes, he oído que le llaman los estudiosos; los pinareños cambian las "r"
por "n" -nasalización, para los entendidos- y en esa babel de sonoridades se halla el habla habanera de hoy. Todo un reto para Argelio Santiesteban.
Un jabanero, digamos de Mantilla, puede soltarle de repente: "Oye, mi socio, yamoatenanagua", y ya usted sabe que proviene de la provincia más occidental del país. Pero si le suelta: "Vamo a tirar una vuelta por la cota", comprobará que es del oriente.
Los villaclareños más bien cambian las "r" por "l" y viceversa. No se asombre entonces de escuchar: "Qué va, mi amol, ésa es harina de otro costar".
Y todo se va mezclando y remodelando y ampliando y ya no importa si se habla con un mecánico o un profesor, un arquitecto o bodeguero, un taxista o locutor, porque, ah, los locutores. Los hay que dan gusto. Hasan Pérez es una estrella de la pronunciación frente a ellos.
Lo de jabanero, por ejemplo, se lo escuché ayer no más a un encumbrado locutor de la televisión cubana. El hombre, voz engolada, tono rebuscadamente convincente, dijo exactamente: "Lojabaneros dirán presente una vez más, en marcha del pueblo combatiente,
frente a la Oficina de Intereses".
Y no es broma. Pensé, sinceramente, que se trataría de un montón de gentes con jabitas para pedirles que deroguen la Ley de Ajuste, que suspendan el embargo, que comercien con nosotros, que nos hagan empréstitos, pues creí que lo de jabaneros era una nueva
manera de combatir al imperialismo.
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