CUBANET ...INDEPENDIENTE

20 de julio, 2000



Manigüiti

Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro

LA HABANA, julio - El robo en Cuba es una especie de epidemia que se ha extendido desmesuradamente en los últimos años. Es como si el contagio traído por la crápula que acompañó en su primer viaje al insigne Almirante hubiera incubado solapadamente durante siglos y ahora resurgiera con una fuerza incontenible.

Nada ha podido hacer el loado sistema de salud cubano contra semejante pandemia. Nada ha podido descubrir el afamado Instituto de Biotecnología contra patología tan propagada. Nada ha conseguido la Academia de Ciencias a pesar de conocer cuál es el germen que la produce, la sintomatología de la enfermedad y los agentes transmisores.

Sin embargo, los Ministerios del Interior y de Justicia han realizado un denodado esfuerzo por contener los estragos de la plaga. Han aumentado considerablemente las fuerzas policiales y recrudecido las condenas en el Código Penal. Pero con ello sólo lograron aumentar el número de reclusorios y de recluidos para el tratamiento contra el flagelo.

Mientras los infectados por el sida representan una cifra comparativamente pequeña, aunque con tendencia al alza, los contagiados por la manigüiti aumentan cada día en una progresión inconmensurable. Se extiende el vector por el área de la construcción, por la zona del transporte, por los lares de la agricultura, por los predios del comercio, por los espacios del turismo, por los parajes de la salud, por los recintos de la educación, por los locales de la cultura, por los rincones de los servicios y hasta por los andurriales de las organizaciones sociales. Se roba sin prejuicios ni prevenciones, a plena luz del día y en medio de la noche más oscura, en la tormenta o el buen tiempo, en el verano o el invierno. Robar es un asunto de vida o muerte.

Consultados algunos teóricos consagrados al estudio de la manigüiti, hemos podido llegar a la conclusión de que no se trata de una enfermedad, sino de una característica biosicológica inherente al cubano actual. Convencido de la inexistencia de la propiedad privada, no ve ningún conflicto moral en el acto de trasladar de una mano a otra, de una vivienda a otra, de un almacén a otro, de un ladrón a otro, objetos y valores. Persuadido de que el encerramiento insular es estricto y permanente, no considera terapéutico el tratamiento de reclusión en encierro más pequeño. Para él es un estado natural.

Así, la manigüiti no cuenta con medicamento que la alivie, profilaxis que la prevenga, antídoto que la contrarreste, vacuna que la erradique, y campea por su respeto, por los campos de Carlos J. Finlay y Felipe Poey.



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