CUBANET ...INDEPENDIENTE

18 de julio, 2000



La clave de una propaganda

Lic. Oscar Espinosa Chepe

LA HABANA, julio - El retorno a Cuba del niño balsero Elián privó a las autoridades del símbolo utilizado para sostener una costosa campaña propagandística, dirigida a desviar a la opinión pública interna y externa de una crisis que por más de diez años ha azotado a la sociedad cubana y que podría agravarse en los próximos meses.

Los ataques no fueron atenuados, a pesar de que el presidente Clinton y otros dignatarios de Estados Unidos invariablemente expresaron que el pequeño debía estar junto a su padre, criterio respaldado por las decisiones de los tribunales de ese país en todas sus instancias. Por el contrario, han mantenido una continua tendencia al aumento.

La respuesta a variados gestos positivos como los señalados, y al notable crecimiento de los sectores que abogan allí por la normalización de las relaciones y el cambio de la política hacia Cuba, ha sido la edificación de una onerosa plaza a las puertas de la Oficina de Intereses norteamericana en La Habana, donde periódicamente se efectúan mítines con discursos y consignas plagados de insultos que de ningún modo favorecen la comprensión y la amistad entre los pueblos. A esto se añade una cruzada de satanización de esa sociedad desde posiciones unilaterales y con análisis desprovistos de objetividad, por todos los controlados medios de difusión.

Ahora, recurren a la Ley de Ajuste Cubano y al embargo para proseguir la agitación política. La ley promulgada en los años sesenta, por la cual todo cubano que pise territorio de Estados Unidos tiene derecho a la permanencia, es atacada por ser, según el régimen, la causa de las salidas ilegales de la Isla y ocasionar innumerables víctimas en el Estrecho de la Florida debido al naufragio de las endebles embarcaciones utilizadas.

De esa forma, la propaganda oficial en su afán manipulador trata de desviar la atención de la verdadera causa de las salidas ilegales, o sea una situación que ha conducido a la desesperación a tantas familias y a cometer un acto tan peligroso como lanzarse al mar, muchas veces con niños pequeños, en busca de libertad y un destino mejor. La Ley de Ajuste Cubano alienta esa conducta y por ello debería revisarse, pero su incidencia tiene carácter marginal. El problema central es que Cuba se ha convertido en un infierno.

Asimismo, la condena gubernamental a esa ley no parece sincera. Ella ha servido al régimen para deshacerse de muchos adversarios, reales o potenciales, y quitarle presión a la peligrosa caldera en que se ha tornado la nación. Tampoco se puede desdeñar que cuando un ciudadano se marcha, el Estado confisca sus bienes y luego, cuando éste se establece en la nueva sociedad, por lo regular queda convertido en un emisor de remesas, un nuevo contribuyente al mayor ingreso neto del país en la actualidad.

La disposición verdadera del gobierno acerca de este asunto quedó al descubierto en los acontecimientos de Camarioca (1965), Mariel (1980) y la Crisis de los Balseros (1994), cuando se promovió oficialmente la salida masiva hacia las costas norteamericanas y, por esa vía, las autoridades se libraron de decenas de miles de personas que le molestaban. Un método con cierta semejanza a los destierros practicados por el poder colonial español, pero a una escala muy superior.

El embargo, si bien constituye un problema para el desarrollo nacional, no representa su principal obstáculo. Este reside en la obstinada aplicación de un sistema que mantiene paralizados la iniciativa y el poder creador del cubano.

Viet Nam, al cual los norteamericanos mantenían un embargo, es un ejemplo de que la liberación de las fuerzas productivas y el subsiguiente avance económico resultan las mejores formas de luchar contra esa medida. Al progresar por la senda de las reformas, la nación asiática atrajo inversiones de diversa procedencia, lo cual provocó que las corporaciones estadounidenses presionaran a su gobierno, a fin de concluir una política que las aislaba de los beneficios de un mercado en expansión.

El propio presidente chino, Jiang Zeming, recientemente recomendó a las autoridades cubanas efectuar la apertura económica, sumándose a un criterio universal.

Sin embargo, la actitud de quienes durante más de cuarenta años detentan el poder en la Mayor de las Antillas es seguir al margen de la realidad y sordos ante los reclamos provenientes de todas partes. Prefieren atrincherarse en la línea de la confrontación y en la búsqueda de enemigos a quienes culpar por sus propios desatinos. Ahí la clave de su actual alharaca propagandística, utilizada como cortina de humo para tratar de ocultar una crisis que pudiera complicarse aún más en los próximos meses.



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