Redoble de tambores
Tania Quintero, Cuba Press
LA HABANA, julio - "Las mesas redondas, las tribunas abiertas y las marchas combatientes", editorial del periódico Granma del lunes 3 de julio, provocó las más disímiles reacciones dentro y fuera de la isla. En primera página, al lado, aparece el
Mensaje de Fidel a la Tribuna Abierta realizada en Manzanillo, bajo el título "Nuestra lucha, sin tregua ni descanso, se reanuda vigorosamente".
En lo que algunos califican de "revolución cultural a la cubana", la última campaña, "la masificación de la cultura", se inserta dentro de un planeado adoctrinamiento político permanente y de una realidad: la imposibilidad de poder elegir el
filme que uno quiere ver, el programa de radio y TV que uno desee sintonizar y los libros, periódicos y revistas que uno prefiera leer.
¿Por qué, a 41 años de una revolución que se supone consolidada, el gobierno tiene que teledirigir a la ciudadanía de la manera en que a partir de ahora tiene ideado hacer?
Se dice en Granma que "por las miles de opiniones que recogemos sistemáticamente cada día" los gobernantes conocen "lo que piensan nuestros compatriotas" y que "todos y cada uno de los puntos de vista" son analizados y tomados en cuenta.
¿En qué regiones se hacen estos sondeos diarios de opinión y quiénes son las personas que han sugerido que continúen las tribunas, marchas y mesas redondas? Porque entre la "masa revolucionaria" que rodea a cualquier cubano se escucha lo contrario:
quejas, malestar, hastío y cansancio por las continuas movilizaciones y las constantes convocatorias a la lucha.
En los primeros años del triunfo guerrillero se justificaban los sucesivos llamados al combate, pero cuatro décadas después, cuando la generación que en 1959 era joven ya es anciana, insistir en los mismos métodos de los años 60 es una clara evidencia de
desfase. Tratar de revivir lo que una vez dio resultado muestra cuán arcaico puede estar el pensamiento de quienes ahora en Cuba diseñan la política, la cultura y la información. En un mundo tan dinámico y complejo lo pasado no es mejor porque se ha añejado,
como los buenos rones y vinos. Lo viejo sigue siendo eso: algo antiguo, rancio, obsoleto.
Los que han planificado mantener marchas, tribunas y mesas redondas no tienen en cuenta que un alto porcentaje de la población es menor de 30 años y está al tanto de lo que pasa en el mundo; sabe que otra es la forma de hacer periodismo y publicidad y que en el 2000 los
individuos ya no se comunican solamente, como en 1959, mediante teléfonos, cartas, telegramas y cables cifrados. Conocen que hay otras vías, más rápidas e inmediatas: telefonía móvil, facsímil, correo electrónico e Internet.
No estoy en contra de que el equipo gobernante busque variados modos para retener popularidad y permanencia en el poder. Pero que lo hagan de una manera más creativa, menos densa, obviando esos discursos excesivamente largos y retóricos, llenos de adjetivos, gestos y modulaciones
melodramáticas en la voz. ¿Es que no se han percatado que ese lenguaje ya cayó en desuso, que los políticos en estos tiempos no hablan ni escriben así?
Los medios oficiales deben también dejar de ser "candil de la calle" y ocuparse de vez en cuando de la "oscuridad de la casa". Se pronuncian contra la pena de muerte en Estados Unidos, pero ni una palabra sobre las ejecuciones en Cuba, todas por fusilamiento y sin
tantas posibilidades legales ni demasiada estancia en los corredores de la muerte criollos.
¿Por qué ocuparse de la pobreza y violaciones de derechos humanos en otras partes del mundo, y no abordar lo que en Cuba ocurre? Las dos vitrinas principales de la revolución, educación y salud, presentan grietas. Por causa del embargo y del periodo especial tras el
derrumbe del socialismo en Europa, es cierto, pero también por negligencias y situaciones particulares que van desde la falta de recursos hasta la de cuidado y control -es sabido que el número de sustracciones de donaciones y de material escolar y sanitario asignado por el Estado es
similar al que se produce en comercios y almacenes estatales del área dólar o moneda nacional.
La mejor manera de reparar esas grietas es no ocultándolas, sino sacando a flote los problemas que hoy padecen médicos, enfermeras, maestros y personal auxiliar en sus respectivos centros. Hablar de la hambruna en Africa y no detenerse en las carencias alimentarias de la población
cubana en estos momentos es dar la espalda a la realidad. Como igualmente lo es no abordar el robo generalizado, la corrupción en diversas instancias, la escasez de transporte público, viviendas, materiales de construcción, ropa, calzado, medicinas y artículos de aseo.
¿Por qué no se debate que un niño a los 7 años, en plena edad de crecimiento, deja de recibir la cuota de leche y que una cifra incalculable de alumnos se van a la escuela con un poco de agua con azúcar o con un vaso de refresco instantáneo? ¿O que es
pésima la calidad de los almuerzos escolares, muchas veces consistente en arroz y chícharos desabridos?
El anuncio de que pese al regreso de Elián las campañas políticas continuarán se hizo cuando cientos de miles de niños, adolescentes y jóvenes salen de vacaciones. Unos pocos -los privilegiados de siempre- podrán disfrutarlas a plenitud: la mayoría
tendrá que contentarse con una que otra visita a la playa, a un campismo o a parques de diversiones. El resto de los dos meses de receso escolar, en julio y agosto, a jugar en la vía pública, con lo de peligro y molestias a los vecinos que esto entraña.
Los varones, a romper el veintiúnico par de tenis. Porque de eso tampoco se habla: del dolor de cabeza que para cada padre cubano significa calzar a un hijo en un país donde se gana en pesos y los zapatos -como el detergente y el jabón para bañarse- hay que comprarlos
en dólares. En la moneda del enemigo por quien los tambores suenan.
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