Una mustia Margarita
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, julio - Hace sólo unos días que cumplió 14 años. Es una preciosa adolescente. Es el fruto de la unión, hace ya años disuelta, de una mulata con un blanco. Su nombre es el mismo de un hada en una de las más bellas narraciones infantiles
conocidas, pero en esta historia breve la llamaremos Margarita.
Margarita, aunque tiene papá y mamá, pasa la mayor parte del tiempo en la casa de su abuela materna. Su madre, que ya pasa de los cuarenta años, cambia de pareja demasiado frecuentemente. Ella alega no tener suerte con los hombres, y que quiere encontrar un hombre bueno
con casa en la cual ella y sus hijos puedan vivir.
Por su parte, el padre de Margarita tiene una nueva familia por lo que no puede brindarle a su niña todo el tiempo y la atención que ella necesita.
Margarita cursa el 8vo grado en una escuela secundaria básica de ciudad de La Habana, y en muchos sentidos es una niña igual que muchas otras de cualquier otra parte. Ella no sólo tiene papá, mamá y abuelos, también tiene hermanos, tíos, primos y
hasta un sobrino.
Pero el entorno familiar de Margarita fue sacudido hace unas noches -a pesar de todo no se esperaba algo parecido- cuando ella llegó a su casa a las dos de la madrugada, con síntomas de borrachera, pero sin aliento etílico.
Fue entonces que Margarita dijo que había fumado marihuana, y reveló que hacía ya unos meses que la venía fumando y que visitaba la casa de un joven de 25 años que padece de sida, aunque afirmó que no había tenido relaciones sexuales con él.
Ahora, la familia de Margarita está muy asustada y le pide a Dios que la muchachita no haya contraído la letal enfermedad. De la marihuana ni siquiera hablan. Piensan, quizás, que si no la mencionan alejan el peligro.
Mientras, Margarita sigue acudiendo a su escuela y ríe en la plenitud de sus luminosos 14 años, pero ella es una linda flor que, desdichadamente, puede quedar mustia para siempre.
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