CUBANET ...INDEPENDIENTE

10 de julio, 2000



¿Intermediarios o inflación?

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, julio - La edición dominical del diario oficioso cubano Juventud Rebelde acostumbra a publicar una página de humor, contentiva de algo así como "la frase de la semana". Piezas maestras, algunas de ellas, como una que se burla de las deficiencias del transporte público habanero, particularmente de los oficialmente denominados metrobuses, extraña mezcla de ferrocarril, autobús y camión de arrastre. Según los humoristas, los Reyes Magos no dejaron juguetes, porque "el camello está muy malo".

La frase correspondiente al domingo 2 fue "de alguien hay que vivir". Su autor se identificó, firmó, como "intermediario". Es decir, como uno de los individuos vendedores en los mercados agropecuarios de precios libres, a quienes se les acusa oficialmente de ejercer prácticas monopólicas de menor cuantía, considerando que durante 1999 esas entidades sólo mercaron 151,040 toneladas, de acuerdo con cifras oficiales, en tanto que sus similares de precios regulados -"topados", se dice- vendieron unas 357,597 toneladas, pero más barato. O menos caro, para ser exactos.

Si se sigue al discurso gubernamental, los altos precios de los productos alimenticios que caracterizan a la Cuba del picadillo de soya encierran la contradicción de un insuficiente crecer de las producciones -pero crecer al fin- y de las ventas, al tiempo que no disminuyen sus valores minoristas, aunque en tales declaraciones aparecen elementos carentes de explicación. Por ejemplo, el comentarista del oficioso Granma Félix López apuntó que durante 1999 los precios disminuyeron en 32/, principalmente por el surgimiento de formas de comercialización como los mercados "topados" y las ferias mensuales de productos agropecuarios, donde no se puede vender por encima de un precio determinado por los gobiernos provinciales, y razón para interrogar: ¿os peináis u os hacéis papelillos?

No es inusual que el estilo gubernamental isleño pretenda detener por vías administrativas a las realidades del mercado, como ahora se intenta hacer con las supuestas acciones monopólicas de los intermediarios operantes en los mercados libres, curiosamente apoyados por las empresas estatales o paraestatales también concurrentes a ellos, las cuales, -prueba la observación en los establecimientos capitalinos- venden al mismo precio como regla. De acuerdo con Félix López, el 56% de las ventas ralizadas en los mismos durante 1999 correspondió al llamado "sector socialista". Entretanto, el consumo racionado de alimentos sólo creció 6,5%, en una canasta básica apenas suficiente para quince días.

Si bien es cierto que en los mercados "topados" y ferias agropecuarias mensuales es posible adquirir alimentos a precios más bajos que en los libres, ello no quiere decir, al momento, que tales opciones sean considerables como soluciones, y habría de verse si como paliativos. Para sólo citar dos ejemplos de los muchos vistos, tubérculo como la malanga puede costar hasta 6.60 pesos el kilo; la carne de cerdo, en los "topados" se vende a sólo dos pesos por debajo de los mercados libres, en país donde el salario medio no llega a 230. Un recorrido de este periodista por 32 establecimientos de ambos tipos ubicados en varios municipios de la capital mostró las siguientes regularidades:

Los precios, como norma, están al tope de lo permitido por las regulaciones para los sitios de precio restringido; en éstos, aunque en general se venden más de diez productos- lo establecido como mínimo- las ofertas ni siquiera se acercan a la extensa variedad observable en los mercados libres. En algunos de los "topados", para algunos productos, existen violaciones de los precios máximos permitidos.

La presentación y calidad de los mercados libres es superior a la de los restringidos y, dato curioso, las mayores concentraciones de compradores aparecen en los establecimientos de precios liberados. Vendedores en éstos declaran que su día de mayor ingreso coincide con el de la celebración de las ferias de productos agropecuarios, signadas por caravanas de camiones que inundan de productos sitios de La Habana, y explican este "misterio" con el argumento de que como la población atesora tanto dinero para comprar ese día, y no encuentra lo que desea en las ferias estatales, acude a ellos. Todo un indicio de grandes desequilibrios entre oferta y demanda, cual índice acusador de una política agraria de palos de ciego, origen de precios elevados y oportunidad para jugadas especulativas de intermediarios privados... y estatales.

Ojo atento: atribuir culpas a intermediarios privados puede erigirse en bien pensado recurso para ocultar dos aristas del problema; tal es la sospecha de este periodista. La prensa oficiosa calla sobre la influencia de los precios de los alimentos vendidos en las tiendas de recaudación de divisas (TRD) y sobre el papel jugado por la inflación. Por lo primero, casi no existe precio en las TRD inferior a los de los mercados agropecuarios libres o "topados". Si éstas son monopolio estatal, es lógico que sus competidores vendan por debajo de ellas, y tiendan a monopolizar el segmento de mercado "inferior". En Estado como el cubano, ¿quién determina los precios?

Por lo segundo -la inflación- el gobierno de Fidel Castro no ha podido hacer descender el precio del dólar por debajo de veinte pesos -o no ha querido-, en escenario donde Alfredo González, Premio Nacional de Economía, afirmó que el consumo en dólares ha crecido más que su similar en pesos, aunque tal juicio debe valorarse tomando en consideración que la circulación de ambas monedas ha devenido mezcolanza indefinida. En números latos, la liquidez monetaria de 1999 fue mayor a la de 1998 en 323,6 millones de pesos, lo cual fue acompañado por un desahorro de la población de 92, según cifras oficiales, sin contar de la liquidez monetaria expresada en dólares, silenciada por el gobierno de Fidel Castro, pero estimable en más de 650 millones en el bolsillo de la población y unos 500 e depósitos bancarios. Si se aplica a estas cifras el tipo de cambio, puede estimarse una liquidez TOTAL superior al producto interno bruto, valuado a precios cubanos corrientes. Con esos truenos, ¿qué intermediario baja el coste de la libra de cerdito?

Si el gobierno de Fidel Castro hubiera continuado su avance contra la inflación con medidas más audaces, hoy el precio del dólar estaría entre cinco y ocho pesos, no a veinte. Ello se habría reflejado en un descenso de los precios de los alimentos, parte por caída de inflación, parte por incremento de la oferta. No se ha hecho. Por lo tanto, se buscan culpables en los intermediarios; no tan inocentes, claro está. Algunos analistas han vaticinado el fin de los mercados agropecuarios libres. No parece, por el momento. Se sabe que con ellos se provocaría una sustancial caída de la oferta, hoy "restringida por las restricciones". Más bien parece cortina de humo destinada a ocultar una frase que circula por las calles de La Habana: "¡Señores, y el dólar no baja!"

Por ello, pregunta en pie: ¿intermediarios o inflación?



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