El triste destino de la música clásica en Cuba
José Cemi
LA HABANA, julio - Ayer estaba hojeando un folleto de "Pro-Arte Musical" y comencé a recordar que en los meses entre noviembre de 1955 y mayo de 1956 pasaron por Cuba artistas de la talla de Zino Francescatti e Isaac Stern, como violinistas; pianistas de la envergadura de Rudolf
Serkin y Arturo Rubiestein, el grupo de música barroca "Virtuosi di Roma" y una temporada de Opera que incluyó cantantes como Antonieta Stella, Gianni Poggi y Aldo Protti.
Estos artistas eran, por lo general, la máxima expresión de aquella época. También recuerdo que la entrada, para los estudiantes de cualquier carrera universitaria o del bachillerato, costaba 50 centavos, lo que aproveché en muchas ocasiones. No olvido las
dos temporadas de Opera que ofreció la Tebaldi y la esperada presencia de María Callas en los años 60 ó 61.
Cuba fue un importante centro para la música desde el siglo XIX. Recordemos que Fanny Essler y Anna Pavlova bailaron en La Habana, y que Enrico Caruso, Titta Ruffo y Adelina Patti no sólo hicieron recitales, sino óperas completas. Recuérdese el incidente del petardo
en el Teatro Nacional cuando Caruso cantaba "Aída".
La gloriosa etapa de la Filarmónica y la de "Pro-Arte Musical" siguió llenando de lauros los escenarios de La Habana hasta principios de los años sesenta en los que nos visitó Marian Anderson, y David Oistrach nos embrujó con el mágico sonido
de su violín inefable, en los conciertos de Brahms y Tchaiskovsky.
Después, todo fue involucionando poco a poco. Comenzaron a escasear las visitas de los grandes artistas, así como los programas de la "Sinfónica" fueron haciéndose más y más mediocres. Al carecer esta última de un local ni siquiera se
conocía dónde se ejecutarían los programas. La despreocupación a nivel estatal ha continuado aumentando, y tan es así, que en una plaza donde Igor Stravinsky dirigió su maravilloso "Pájaro de Fuego" y Herbert Von Karajan la Novena Sinfonía
de Beethoven, con un coro gigante, hoy se hacen programas tan simples con repertorios que me recuerdan el título de un viejo long playing: "Música clásica para los que no saben nada de música clásica". Es una música que como buena es bella, pero
elemental al nivel de cualquier gusto.
No puedo dejar de mencionar el esfuerzo del Maestro Iván del Prado como director, que si recibiera más apoyo podría lograr más calidad en los programas. Pero eso no parece que sucederá.
En la temporada que finalizó el pasado 18 de junio, en mi criterio, lo más importante fue la Cantata "Carmina Burane" de Carl Orff ejecutada dignamente por nuestra Sinfónica y varios grupos corales de La Habana y Santiago de Cuba.
Me preocupa la formación musical de los más jóvenes que asisten a los dominicales de la Sinfónica y creen estar bien informados de música cuando en realidad, aunque escuchan música sinfónica, es una audición muy pedestre y nada profunda.
Además, hay una sola emisora radial que transmite música clásica, a la que a veces le endilgan programas que no tienen relación alguna con la música. En la televisión existen sólo dos programas semanales que se ocupan de la llamada música
culta, y uno de ellos, "De la Gran Escena", confunde la buena música con un sonido agradable. Así, he visto en un mismo programa a José Carreras cantando un aria de "Turandot" y a Celine Dion con la canción de "Titanic".
Confiamos que con una mayor libertad de expresión también llegarán piezas musicales más profundas y enjundiosas. ¡Ojalá que no sea demasiado tarde para quienes pasamos de los cincuenta!
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