Réquiem por los cerdos habaneros
Rev. Ernesto Iturriaga, Cuba-Voz
LA HABANA, julio - En los inicios de la década de los años 90, el gobierno de Cuba autorizó varias actividades comerciales, la explotación de algunos terrenos baldíos, e incluso la cría de cerdos en La Habana, actividad prohibida durante años,
debido al azote de la fiebre porcina africana.
Estas "concesiones" obedecían al deseo del gobierno de apuntalar la destartalada economía, venida a menos luego del colapso mundial del sistema comunista.
A pesar de que el ministerio de Salud Pública se apresuró a emitir varias disposiciones, destinadas a reglamentar la crianza de los cerdos, en la práctica cada cual, de manera silenciosa, ha obrado como mejor le ha parecido, y se han criado cerdos en los llamados solares,
edificios públicos, casuchas en barrios insalubres, en los otrora barrios residenciales capitalinos, principalmente en la bañaderas de las casas, lugar donde comen, duermen y hacen sus necesidades.
Las autoridades sanitarias han optado por hacerse los de la vista gorda ante estos hechos que pudieran desatar una epidemia, dada la crítica situación alimenticia que atraviesa el país, y no actúa, a no ser por las quejas de los vecinos afectados por los olores nada
agradables que despiden los puercos, lo que ha motivado que los habaneros criadores de cerdos apliquen varias medidas que salvaguardan su labor.
Para evitar a los "chivatos" (delatores) se limpia el hábitat del cerdo dos veces al día y se baña con el detergente líquido que se distribuye normado cada tres meses en Ciudad de La Habana. Esto evita los desagradables olores, y si en algún sitio se
consigue un ambientador, se le da un toquecito (no mucho, para ahorrar) al lugar donde los puercos desarrollan su precaria existencia.
Como los marranos emiten gruñidos singulares cuando tienen sed, hambre o son molestados, los dueños de los animales han confeccionado un tipo de bozal que disminuye considerablemente el ruido. Y si esto no funciona, se emite una amenaza demoledora.
- Si hablas te mato.
Los cerdos, a menudo, son bautizados con diversos nombres. Cuca, La Niña,
Cuco, Horacio, Federico, Alfredo, Walterio, Lola, no son nombres ni apodos de personas o niños, sino distintivos de cerditos juguetones, muchas veces amaestrados, obedientes y dóciles como una mascota más. Hay familias que les toman tanto cariño que, llegados los días
de la matanza (del 24 al 31 de diciembre) optan por venderlos antes que sacrificarlos.
En ocasiones un toque misterioso a la puerta sobresalta a la familia, que intercambia miradas de temor, y si no falta nadie, el padre ordena:
- Fulano, arriba, váyase con Ruchi pal cuarto.
Y una vez que se encuentra asegurado el animalito, se aventura a preguntar:
- ¿Quién é?
Muchos apartamentos y casas se enrejan, asegurando el lugar de residencia del
puerquito. No resulta raro ver construidas jaulas de sólidos barrotes con puertas de hierro acompañadas de dos candados que emparentan al animalito con un reo de máxima seguridad que cometió un grave delito: nacer cerdo en Cuba.
En los días próximos a las festividades navideñas se monta guardia en los hogares en que se crían los cochinos, con el fin de evitar que alguien se robe lo que tanto trabajo costó mantener durante largos meses.
A la hora de la comida, la familia sabe que, coma la que coma, se quede o no con hambre, tendrá que destinar una porción de la exigua ración al cerdito, la cual se mezclará con otras cosas no pronunciables. Y si por alguna razón el animal baja de peso, se le
refuerza la dieta a como sea.
Los vecinos allegados, que conocen el secreto, siempre colaboran con la alimentación del marrano, guardando cáscaras y todo tipo de desechos alimenticios que estén al alcance, sabiendo que a la hora del festín, "los van a tocar" con algo de carne, manteca y
empellas. Existen también los negocios fifty-fifty, o sea, mitad y mitad, en que una de las partes lo cuida y el otro se encarga de buscarle comida.
No hace mucho era común rastrear el denominado sancocho (desperdicio alimenticio) en comedores estatales. Esto terminó abruptamente cuando el estado acaparó estos desechos para los cerdos que se crían en sus granjas.
Si a pesar de todas las precauciones y cuidados que se brindan al cerdito, éste enferma, se desencadena de inmediato una suerte de Apocalipsis:
- Yo creo que tiene tal cosa -avanza un frustrado aspirante a veterinario".
- Ese puerco no tiene ná', dale cuatro palazos pa' que tú veas -manifiesta un
déspota, mientras la sentimental de la casa llora:
- Ay, papi, busca a alguien pa' que lo atienda, que el puerco se nos muere.
Mientras tanto, el mercantilista saca sus cuentas:
- Bueno, caballeros, el puerco tiene tantas libras y se le puede sacar lo que nos
costó, y todavía nos queda algo.
Y otro miembro de la familia, con temperamento sanguinario, ordena:
- Pon agua a calentar y tráeme un matavacas.
Si en medio de tantas agonías y sinsabores el puerco llega a cumplir un año, límite de vida que le fija la mayoría de los hogares, entonces el dueño, mentiroso al fin y al cabo, exclama:
-Señores, qué va, el año que viene no crío más puercos, dan mucho trabajo.
Acto seguido empieza a sacar cuentas para ver si su miseria le permite, en vez
de un puerco, criar dos.
Esta información ha sido transmitida por teléfono, ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a Internet.
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se
le reconozca como fuente.
|