Por M. Martín Ferrand. ABC. Viernes 28 de enero de 2000
OCCIDENTE, lo que política y culturalmente entendemos por tal, se tambalea. Coca-Cola, el símbolo de un imperio con burbujas, tiene números rojos —¡gran paradoja!— en su cuenta de explotación, y en Francia, anteponiendo la igualdad a la libertad, la
equiparación de sexos se hace verdad matemática ya que no pudo ser realidad moral. Juan Pedro Quiñonero lo contaba ayer en una crónica que, una vez más, le acredita como el mejor y más sutil corresponsal de la Prensa española. Si Jean-Paul Sartre
hubiera llegado a presentir una cosa así, habría desistido de su «filosofía de la libertad» y le hubiera dedicado a Lionel Jospin, mejor que a Flaubert, los tres tomos de «L'idiot de la famille». Incluso Simone de Beauvoir pondría el grito en el cielo
porque le han dejado cojo «Le deuxième sexe».
Cómo estarán las cosas que Cipriá Ciscar ha salido un ratito de la peluquería y, asomándose desde el paspartú de sus propios rizos, le ha visto las barbas a Víctor Ríos para tratar de avanzar en las capitulaciones nupciales que puedan
conducir al enlace Almunia-Frutos. En la antigua Roma, cuando un patricio de la alcurnia de Joaquín Almunia celebraba boda con una moza de rango inferior, ella debía renunciar para sí y su descendencia a todos sus títulos y bienes. La pobre sólo tenía
derecho a la morganática, el regalo —¿cuántos diputados?— que él le entregaba como prueba de amor en el momento de la ceremonia.
Los franceses con su ley han hecho un ejercicio de anticipación. Puestos a tasar representatividades, más perturbador hubiera sido una norma para exigir en la Asamblea una cuota de listos y tontos al 50 por ciento. ¿No tienen los mismos derechos los unos que los otros? Aquí,
Almunia ha estado astuto y si su finta de la unidad de la izquierda le sale medio bien, puede desconcertar al adversario y alzarse con el santo del poder y la limosna del Presupuesto que con tanta generosidad y destreza utilizaron en el trecenario felipista.
Ignoro si cuando José María Aznar dice que España no estará en el euro con «los comunistas» en el Gobierno hace análisis, pronóstico o propaganda; pero es evidente que esto —el mundo y nosotros— cambia a velocidades de vértigo.
En la incertidumbre de si es para bien o para mal, el centro invita a tomarse una Coca-Cola con un ron «Havanna Club» de cinco años. Es una lástima porque los liberales siempre hemos preferido el «Clement» viejo de la Martinica.
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