Sin vocación para la policía
Reynaldo Cosano Alén
LA HABANA, enero - La atracción por un vistoso uniforme que impone autoridad, completado por un arma de fuego, una tonfa, y un walkie-talkie, y encima un buen salario, han resultado buen gancho para la captación de miles de ciudadanos para la Policía. En particular jóvenes
que no tienen empleo, o ganan muy poco, o les resulta la forma más cómoda de cumplir el Servicio Militar Obligatorio. Sólo en 1999, la Academia de la Policía graduó diez mil policias.
Pero ser policía requiere de tantos esfuerzos sobrehumanos, sacrificios del descanso, del tiempo libre, de la recreación, y llevar además vida de cuartel en albergues, lejos de la familia, que no todos resisten.
Tampoco gusta a muchos que los hagan cumplir tareas represivas contra el pueblo, ajenas a la función esencial de hacer guardar el orden y la tan necesaria disciplina social.
Por eso hay también deserciones, igual que muchas bajas por actitudes consideradas impropias del cuerpo policial.
Según explicó el teniente coronel Ramón Rodríguez, director del Instituto Superior del Ministerio del Interior, durante estos años miles de agentes y oficiales se han preparado en esta escuela. Pero también muchos, antes de concluir el curso, solicitan
la baja.
El director de la Academia de Policia llega a la conclusión de que la escuela tiene que descubrir, potenciar y afianzar la vocación para ser miembro de la Seguridad Pública.
Admite también el riesgo de haber captado (en esas captaciones masivas), a gente sin real vocación policial.
Conoce además Ramón Rodríguez, que no todos los agentes del orden público que prestan servicios en la calle, están bien preparados para desarrollar su labor. Pero no dice el director de la Academia de Policía que el agente cumple instrucciones que
recibe del mando.
Hay demasiadas quejas de la ciudadanía por el maltrato y abuso de autoridad, en medio de una impunidad casi absoluta y consentida por los mandos jerárquicos. Ofensas, golpes, y hasta homicidios contra ciudadanos marcan un estilo de trabajo que incluye la imposición de
multas, tan injustificadas como excesivas, con las cuales el Estado recupera la costosísima inversión que representa sostener tan grande y tecnificado ejército de policias. Son muy frecuentes las multas de hasta 1,500 pesos, que sobrepasan mucho más de mil veces el
salario mensual de un trabajador cubano.
Para enmendar la inadecuada preparación del policía, el director de la Academia plantea que existe un programa emergente de reciclaje de las fuerzas. Consiste en que en algún momento todos los efectivos uniformados reciban un curso de superación.
Es importante que haya un policía donde sea correcto, afirma el teniente coronel Rodríguez. Pero además, me atrevo a decir: que sea un correcto policía. Como también desearía que tengan buen cauce estas palabras de Ramón Rodríguez:
Nuestro mayor desafío hoy está en lograr el tratamiento diferenciado a los ciudadanos. Que el policía sea capaz de reducir al delincuente al orden y la obediencia, pero también a identificar al trabajador y al revolucionario y darle el tratamiento que merece.
¿Admite una disquisición el señor teniente coronel? Debió decir de modo genérico, no discriminatorio ni elitista: hay que ofrecer un correcto tratamiento a todos los ciudadanos, aunque no lleve en el bolsillo un carné del Partido Comunista.
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