Bulgakov en La Habana
Germán Castro, Cuba Press
LA HABANA, enero - Todo indica que Bulgakov nunca estuvo en La Habana, y menos después de 1959. Se asegura incluso que murió 19 años antes. Y ni siquiera encontramos en sus obras nombres de lugares que puedan asociarse con nuestra Isla. Pero yo no estoy tan seguro. El
Maestro y Margarita (1), su novela más importante, sugiere lo contrario. Es como si transcurriese, no sólo en el Moscú de los años treinta, sino también en La Habana de los noventa.
Ahí están, por lo menos, muchas de nuestras conductas, de nuestros personajes, y de nuestros valores y miserias, incluyendo el trasfondo dramático de Poncio Pilatos, el quinto procurador de Judea. No faltan el funcionario servil y mediocre, la magia negra que envuelve a
millones de personas en un grotesco espejismo, ni los Maestros y las Margaritas, Romeos y Julietas que, sin dejar de ser lo que fueron los personajes shakespereanos, son otra cosa y terminan haciendo lo único posible en un país como lo fue la URSS y lo es Cuba: enloquecer, pactar con
el diablo y... escapar hacia la luna. Rebelarse, que sería la otra opción, se parece mucho a la locura y al suicidio, y tal vez por eso Mijail Bulgakov se la salta.
Pero a lo que iba: Sucede que al terminar 1999 y comenzar el 2000, los servidores del infierno se pasean como pocas veces en el pasado, no sólo por el Moscú de Cuba, sino también por el resto de la Isla. Es más, hasta han sobrevolado el Estrecho de la Florida y, esta
vez con el pretexto del drama vivido por el niño Elián González, lo han revuelto todo.
Y dando vueltas en ese absurdo torbellino, he visto al literato Berlioz (2), tan cínico y erudito como aquél, muy elocuente en las tribunas con que el Partido pretende resucitar las viejas pasiones; también me encuentro a
menudo con el poeta novel Iván Desamparado y sé de su real demencia; asimismo conozco, claro está, al Maestro, quien por buscar la verdad encuentra la desdicha, y soy vecino de Margarita, de modo que la veo todas las noches salir desnuda en una escoba que sólo se
diferencia de la utilizada por el personaje del autor soviético, en que lleva una chapa negra, con la matrícula del turismo. Y casi no necesito decir que Voland, el Demonio, está en todas partes dirigiendo la función.
Es más, en nuestro mercado de Carlos III, en La Epoca o en Almacenes Ultra, reconozco al mercado Smolenski, si bien no ha aparecido el Popota que, sin dólares en el bolsillo, tomase lo que le hiciera falta, ni el Koróviev capaz de defenderlo. El Koróviev que diga:
Tiene hambre... ¿y de dónde quiere que saque divisas?, al mismo tiempo que señala al extranjero que sí puede y exclama: ¡Qué amargura, qué amargura!.
O el socialismo es eso en todas partes, y de ahí la coincidencia, o Bulgakov hizo trampas y realmente no murió en 1940 y conoció el paraíso cubano. Les dejo el beneficio de la duda.
(1) El Maestro y Margarita, Mijail Bulgakov, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1989. regresar
(2) Este y los demás nombres que aparecen son de personajes de la novela. regresar
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