CUBANET ...INDEPENDIENTE

19 de enero, 2000



Más = menos

Ricardo González Alfonso, Colaborador de Cuba Press

LA HABANA, No se trata de un disparate matemático, sino de un título que se aviene tanto al tema como "¿Quién le pone el cascabel al gato?" o "El último Moisés, la risa y la ciencia de la comunicación".

Nadie duda que la orfandad, un naufragio y la separación familiar son experiencias conmovedoras; sobre todo si el protagonista de ese trío de infortunios es un niño. Sin embargo, el humor popular ha tornado en mil y un chistes una vivencia tan patética como la sufrida por Elián González Brotóns.

La canción infantil "Marinero quiero ser", compuesta hace décadas por uno de los actuales vicepresidentes de Cuba y Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, tiene ahora su parodia:

"Papá, yo quiero que tú
te dejes de tanto brete
y esperes tranquilo en casa
que te mande los paquetes".

Por otra parte, un acróstico rimado por el profesor José Jordán, publicado en el periódico Granma, y que dice:

En un ambiente forzado
Lejos de seres queridos
Insisten en secuestrarlo
Actores de amor fingido
¡Nunca podrán engañarlo!

El cubano de a pie lo convirtió en:
Estoy
Libre,
Imbéciles.
¡Aprendan a
Nadar!

En una ocasión, Tahar Ben Jelloun, poeta y escritor marroquí, expresó: "La risa es propia del hombre, del hombre libre. Reír es dudar, es admitir que existen otras maneras de pensar y de vivir. El humor, que supone una autocrítica, es el rostro menos crispado de la desesperación. Es por esencia antitotalitario".

Todo eso, en mi opinión, es muy cierto. Pero, ¿qué explica por qué la tragedia del niño náufrago inspira a la jocosidad popular? Considero que sólo en parte. Lo digo por aquello de vox populi, vox Dei: Uno de los lemas que se es escuchan es: "¡Elián, amiguito, deja ver los muñequitos!"

Y es que la televisión cubana dedica parte del horario de la programación infantil (la de los dibujos animados y por los dos únicos canales) a las transmisiones o retransmisiones de cuanto mitin, manifestación, discurso, concentración o acto se dedica cotidianamente a exigir la devolución inmediata de Elián González.

Pero no sólo en ese horario. Los noticieros televisados se prolongan más allá de la paciencia de un Job contemporáneo. La mayoría de los mensajes de ese medio de comunicación están dedicados al asunto. Lo mismo ocurre con todas las emisoras de radio del país, y con los tres periódicos nacionales y los 14 provincianos.

Para colmo, por dondequiera, ya sea en un poste o en la vidriera de un comercio, usted puede ver el consabido cartel del Moisés antillano con su expresión nostálgica y una bandera cubana; debajo, el reclamo unánime: "¡Devuelvan a Elián!"

Como si fuera poco, en una nación donde apenas hay uniformes para los escolares, y el estado vende por dólares casi toda la ropa, se reparte gratuitamente millares de camisetas con la imagen del criollito más famoso de todos los tiempos.

En el libro "Profesión: comunicador", el especialista Vicente González Castro escribe: "La redundancia supone complementar, argumentar, aportar información suficiente como para que se compensen las pérdidas de contenido o de interpretación (de los mensajes). Redundar no es repetir, ya que precisamente cuando se repite en exceso se produce un efecto de saturación que hace que el sujeto rechace la información. Redundar es enriquecer por diferentes medios, por diferentes procedimientos y en distintos lugares". (El subrayado es mío).

¿Qué ocurre en Cuba con el caso de Elián: redundancia necesaria o saturación contraproducente? Considero que el humor del pueblo emitió su veredicto.

El mandatario Fidel Castro Ruz, a los pocos días del rescate del pequeño náufrago, advirtió que se organizaría una campaña sin precedentes para que Estados Unidos entregue a Elián. ¿Ningún especialista se atreverá a decirle a su Comandante en Jefe que la intensidad del mensaje puede hacer que éste se rechace, por justo que sea? Mientras algún asesor del gobernante cubano se decida a explicarle que más puede ser igual a menos, en las plazas y en las calles de la Isla, a la hora de la convocatoria, los niños, las mujeres y los hombres movilizados exigen -por convicción o por compromiso- la devolución del menor. Poco después, espontáneamente, cuando se sienten en confianza, exclaman: "¡Elián, amigo, llévame contigo!"



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