Canasta navideña: desastre familiar
Guillermo Alvarez R., Cuba Press
LA HABANA, enero - La "canasta navideña", si es que así puede denominársele a los productos distribuidos para algunos trabajadores de la educación y la salud por el fin de año en Cuba, despertó para la mayoría del pueblo las más
disímiles sensaciones.
Esos sentimientos, que van de la alegría a la tristeza, del deseo a la indiferencia y de la envidia al desinterés, sin excluir la mezquindad, fueron a la postre los causantes de un gran desastre familiar: ni las jabitas tuvieron nada que ver con aquellas tradicionales Navidades de
antaño, ni los mismísimos "estimulados" quedaron satisfechos.
¿Qué decir entonces de quienes salieron del segundo milenio enfrentados al mismo episodio de siempre? La comida de la cuota que no alcanza y el dinero cada día más insuficiente. Y sin "jabitas" de ninguna índole.
Un profesional de la salud reflexionaba de este modo: "¡Verdad que tú eres fatal...! Ni la jabita siquiera te dieron", a lo que un tercero que escuchaba respondió: "Fatal eres tú, porque a ella le llegó el sorteo".
Emigrar siempre en la mirilla. Es la única opción de miles de hombres y mujeres en la Cuba de estos tiempos. El único camino existente para muchos. Dejar atrás al "hay, pero no te toca; te toca, pero no hay". Y peor aún: "Ni te toca, ni hay".
A pesar de que las generaciones nacidas después de 1959 no conocen cómo se festeja una Navidad -muchos ni siquiera su significado religioso-, los que frisan o pasan los 50 años de edad, sí.
Pero no se trata de tener o no tener en la mesa el pavo, los turrones españoles, las manzanas de California y los higos y dátiles argelinos que conocimos en nuestra niñez.
La sobrevivencia no requiere de tradiciones. Demanda alimentos para todos por igual. Aunque ni siquiera en eso somos tan iguales.
Retomando el principio: las "ofertas navideñas", que en otros años se vendieron en grandes colas, se otorgaron ahora como los méritos laborales, mediante tickets, en algunas dependencias del MINED y el MINSAP -a los módicos precios de aproximadamente 90, 70
y 60 pesos, según los diferentes contenidos.
Es decir, para una bolsa de categoría A, las más caras, lo incluido fue cinco libras de carne de cerdo, cuatro de pollo y otros productos comestibles en pequeñas proporciones.
La de categoría B, cuatro libras de pollo, una libra de jamonada, mantequilla o yogourt aguado, en tanto la C contenía otros embutidos, e igualmente una libra de queso y mantequilla.
Distintos centros laborales vendieron a sus trabajadores productos del agro exclusivamente, en tanto los organismos que comercializan en divisas mantuvieron sus "estímulos" habituales de jabones de tocador y de lavar, champú, pasta dental, desodorante, etc.
Pero las exclusividades alimenticias fueron para los ministerios de Educación y Salud Pública, los de mayor éxodos de empleados en estos últimos años.
No obstante, en Camagüey, algún "científico político" inventó un paseo carnavalesco (fuera de época), con las típicas congas símbolo, de manera que los pocos transeúntes que recorrieron las calles de la ciudad durante los días
de Noche Buena y Navidad, y luego el 29 y 30 de diciembre, olvidaron un tanto el sentido de las fechas.
Con las fiestas que marcan los 2000 años del nacimiento de Jesucristo, comenzó también un nuevo camino para todo el pueblo cubano. Un camino fundado en el amor y que se abrirá a pesar de diferencias políticas y economías recuperadas o devastadas.
Y en el que, al final, cada cual podrá celebrar su Navidad como Dios manda, sin que nadie decida quién coge "jabitas" y quién no.
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