¡Monta por atrás!
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, 6 de enero - Desde hace mucho quedó demostrado que el sitio más sureal del mundo puede ser una guagua o un camello habaneros. El ingenuo encuentro de un paraguas, una máquina de coser y etc., expuesto por aquellos artistas de los años 20 aquí no
sorprende a nadie.
Qué me dirá usted si al subir a un ómnibus de la ruta 190 se encuentra a un Iyabó, un iniciado en la religión santera de origen africano, todo vestido de blanco con un chivo arrastrado por una soga en dicho transporte; o a una anciana dentro de un camello
(grandes camiones de carga adaptados para el transporte público) que pide ayuda a pleno mediodía para bajar una puerta de tres metros por un metro y medio. Así son las cosas por aquí.
Un día, al luchar por llegar a alcanzar la puerta de salida del camello en que iba, tropecé con una lavadora Aurika año 1970 que alguien transportaba.
Mi vecino, Osvaldo, me contó que el otro día en un camello atestado todos pugnaban por subir hacia la plataforma delantera pero lo imposibilitó una mesa de comedor en medio.
En cualquier transporte usted puede encontrarse con lo insólito, sea un televisor de 24 pulgadas, una cuna para bebé, una máquina de coser, no importa qué artículo de menor o mayor tamaño, sin mucha novedad. La única autorización que se
necesita es la del conductor o del chofer para montar por atrás y: ¡Arriba con la carga!
Otra cara del asunto es cuando se viaja en tren. Hace pocos días por esperar la llegada de un familiar que viajó por tren con la demora habitual, me entretuve en contar cuántas cajas llevaban los pasajeros que partían con destino a las provincias orientales. Por
ejemplo, un señor entrado en años arrastraba en un carrito seis cajas de cartón bastante voluminosas además de dos maletines de esos vendidos en la shopping. Solamente cuatro pasajeros cargaron con un solo equipaje entre todos los que delante de mí pasaron por el
andén a buscar su asiento en un tren de 19 vagones.
Ante mi ingenua interrogación sobre el contenido de tantas cajas, una mujer que esperaba el arribo de su familia me dijo asombrada: Pero, ¿usted no sabe que en provincias no hay de nada? Lo que cargan de aquí, de La Habana, es comida y todo lo que puedan además.
Un latigazo verbal empujó mi reflexión a concluir que el desequilibrio en la distribución de la venta obliga al trasiego de las cargas y a la supervivencia en una economía sumergida y emergente que caracteriza el panorama económico cubano hace ya cuarenta años
a pesar de los anuncios de la recuperación y reordenamiento económicos del régimen hoy día.
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