Sangre gorda
Mario J. Viera González, Cuba Voz
LA HABANA, 4 de enero - No es invento mío ni lo dije yo. Se lo escuché decir a un vecino. Una nueva consigna jocosa, pero que lleva implícito lo que realmente la gente piensa. En cierta ocasión, hace ya algunos años, le oí decir a una persona que aquí
en Cuba se podía ser cualquier cosa: ladrón, sinvergüenza, descarado todo, menos pesado.
El pesado, no el individuo con exceso de libras corporales sino el carente de gracia, pesadero, como dirían los peninsulares, el sangre gorda, es un detestado en este país del chiste fácil, de la chacota, del "relajito criollo".
Hay dos clases de personas que el cubano no soporta: El pesado, el tipo "bofe". Y el "guataca" es decir el "chicharrón", el "hala levas", concretamente: el adulador.
Tanto el pesado como el guataca no tienen cabida dentro de la sociedad cubana. El cubano, machista por herencia latina, soporta mejor el trato de un marica aterciopelado que a un soso descargarbado o a un lame botas. Sentimiento folklórico de una cultura isleña que produce gente
con gran sentido del humor y con un sentimiento muy elevado del orgullo personal. Así somos los cubanos.
Los cubanos podemos fingir y callar lo que verdaderamente pensamos, saber esquivar el bulto para no comprometernos ni buscarnos líos. Podemos incluso soportar por más de 40 años un gobierno que de ninguna manera nos agrada, pero nos negamos de plano a pasar por aduladores,
a no ser que lo seamos por galantería o por piropear a favor de una linda criolla.
Todo esto lo traigo a colación para que se comprenda lo que encierra esa consigna que le escuché pronunciar a mi vecino. No la inventé yo. Está corriendo por la calle. Yo solo la doy a conocer. Faltaba sólo un día para que se acabara el 1999, y en
algún televisor encendido por equivocación se transmitía la tribuna abierta, que se alborotaba en algún lugar cualquiera del país. Entonces, mi vecino me guiñó un ojo, y con una sonrisita de ésas que reflejan toda la picardía que
antecede al disparo de una jocosidad criolla me gritó: "¡Qué traigan a Elián, y que se lleven a Hassán!".
No pude contener la risa, porque ya antes había escuchado en boca de una mujer el terrible anatema lanzado sobre la cabeza del clamoroso, verbilocuente orador de insultos consignas y de alabanzas al líder, de ese muchacho flaco, nervioso, que hace los resúmenes de las
tribunas abiertas, presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), Hassán Pérez: "¡Qué pesao es ese muchacho!".
Aunque el periódico gubernamental "Trabajadores" le hace una entrevista para resaltarlo como un joven ejemplar, como un modelo de la juventud denominada "revolucionaria", la realidad es que el hombre no cae bien por su actitud de joven-viejo y por su acendrado gusto de
oírse a sí mismo, creyéndose tal vez ser la reencarnación antillana de Cicerón. Es que al cubano no le gustan los "teques", o sea la palabrería desorbitada que nada dice o que sólo repite consignas. Y por eso el calificativo de "pesao"
que le regaló la mujer citada, o el aplauso que recibió la consigna de mi vecino: "¡Que traigan a Elián, y que se lleven a Hassán!".
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