CUBANET... INTERNACIONAL

Febrero 29, 2000



Escasez macabra en Cuba

Teresa Mayans. Publicado el lunes, 28 de febrero de 2000 en El Nuevo Herald

Me lo contaron ayer y no fueron las lenguas de doble filo, como diría el poeta. Me lo contaron y tampoco me quedé boquiabierta. En la Cuba de Castro todo es posible. Resulta que la ``gran potencia de la medicina'', como proclama Fidel Castro al desastroso servicio de salud que la catastrófica revolución ofrece al pueblo, es algo para publicar en Créalo o no lo crea, por Ripley. Para los extranjeros que pagan con dólares, con los verdes o fulas, como dicen allá, es otro cantar.

Para el cubano el servicio de salud en todo el país es insultante, además del lamentable cociente que deja la paupérrima situación de la medicina: muerte por falta de todo, hasta de bicarbonato. ¡Gracias a la mafia de Miami!, que es la farmacia de los parientes, dentro de la isla miles se salvan de la muerte. Sugerencia: leer los cartelitos en muchas farmacias y agencias de viaje que dicen ``enviamos medicinas y espejuelos a Cuba''. ¿Por qué? La respuesta se explica por sí sola.

Ahora la escasez se vuelve macabra. Me lo contaron ayer. Nada más y nada menos que un eminente cirujano ortopédico que prestó servicios mucho tiempo en Las Villas y La Habana. Otros médicos de la misma especialidad confirmaron el comentario. Los bancos de prótesis para pacientes que necesitan ser operados de cadera, rodilla u otro renglón ortopédico, incluyendo clavos Vitalium, están almacenados en una caja en los cementerios. Las piezas se las quitan a los muertos porque... total; no es el caso absolutamente necesario de donación de órganos imposibles de repetir.

Para el cubano el servicio de salud en todo el país es insultante, además del lamentable cociente que deja la paupérrima situación de la medicina: muerte por falta de todo, hasta de bicarbonato

Cuando el finado cumple dos años sepultado bajo tierra o en bóveda, se sacan los restos y, si tienen prótesis, el sepulturero las echa en una caja, incluyendo marcapasos, porque así lo exige el Ministerio de Salud Pública. A los que fallecen en el hospital, en el momento de hacerles la necropsia les extraen las prótesis y quedan en el stock del centro hospitalario. La orden es a nivel nacional.

¿Cómo funciona el servicio? El cirujano anuncia el acto quirúrgico o la urgencia y un empleado-mensajero va al cementerio, en bicicleta, recoge la prótesis y regresa al hospital.

``Desde luego --me dice el cirujano--, las piezas se esterilizan para ponerlas otra vez''.

Me quedo atónita y el cirujano en cuestión agrega: ``Aquí en Estados Unidos todo es muy fácil. Existen tres calidades de prótesis de cadera, son tan buenas que una cuesta 5,000 dólares, pero como las fracturas son frecuentes en personas mayores, están cubiertas por el Medicare-Medicaid''.

¿Y si el paciente no tiene seguro?, pregunto.

``Los hospitales públicos, como el Jackson, hacen los implantes tenga la persona seguro o no'', me explica.

Habla la doctora, una cirujana obstetra presente en la conversación:

``Todo niño que llega al mundo debe ser recibido en la sala de partos. Aunque con pocos recursos, con la dignidad que merece tan único acontecimiento''. Agrega la doctora: ``En Cuba saqué del vientre materno aquel niño hermoso que llegaba a la vida. Quise entregárselo a la enfermera y de repente dije: `¡No!' La enfermera tenía en sus manos un pedazo de papel cartucho abierto para recibir al niño y, casi gritándole en la cara, le dije: `¡La miseria también tiene dignidad, busque un paño donde sea!'

Y la auxiliar, que estaba en la escena, con ademanes costumbristas dijo: ``Pero, doctora, de dónde, no hay nada, solamente una cuña para 16 parturientas, un apósito por persona, un poco de arroz con bijol para el almuerzo, dos agujas que ya no tienen punta y hay que afilarlas con la lima, no hay ni vergüenza, doctora, no coja lucha que se va a morir''.

Para ilustrar la situación, lo dicho basta, aunque nunca será suficiente. Hay mucho que decir, que padecer, muchos cómplices y un gran culpable, Fidel Castro. De cualquier manera, los que supimos de aquellos años que precedieron al fatídico 1959 sabemos que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Doctora en filosofía y letras y ex presa política cubana.

© El Nuevo Herald

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