Gobierno otorgó visa a médica cubana
El Universal, EUD. Caracas, sábado 19 de febrero, 2000
Caracas.- El Gobierno venezolano concedió visa de transeúnte pero negó el asilo político a la médica cubana Griselia Alonso.
En un comunicado emitido ayer, el Ministerio de Relaciones Exteriores hizo pública la decisión, en la que también advierte que el otorgamiento de este tipo de visas constituye una excepción, por lo que 'ello no puede convertirse en una práctica reiterada'.
El abogado de la médica, Ricardo Koesling, celebró ayer la decisión de la Cancillería pero rechazó los términos de la advertencia.
Con esta, son tres las visas otorgadas a igual número de médicos que formaban parte de la misión enviada por el Gobierno cubano y que decidieron quedarse en el país. Además de Alonso, gozan de esta excepción Heberto Navarro y Leopoldo Colebrook.
De acuerdo con el texto, la Cancillería concluyó que la solicitud presentada por Alonso 'no reúne los requisitos previstos en las convenciones correspondientes para la procedencia de asilo o refugio'. La especialista había declarado ser 'perseguida política'
del Gobierno cubano, uno de los supuestos que la calificarían como refugiada, además de discriminación racial, religiosa o de nacionalidad.
Al igual que con los otros dos colegas de Alonso, el Ejecutivo acordó una visa de transeúnte para la médica, 'por razones humanitarias'.
'El Gobierno ha demostrado, una vez más, lo humanitario que somos los venezolanos con las personas en esta situación y les da acogida para desarrollarse física, intelectual y humanamente. Aun cuando correspondería un asilo, entiendo la posición gubernamental
porque otorgarlo sería estar en contra del gobierno de Castro'.
En relación con las advertencias hechas en el comunicado, Koesling lo calificó como un espaldarazo a Fidel Castro, 'llamando la atención a los que quieran venir desde ese país. Rechazo esa posición anticipada porque sería una traición a los
convenios internacionales. Esa advertencia es una ligereza'.
Amaury Gutiérrez el pop que viene de Cuba
Caracas.- El empujón que le ha dado la telenovela Mariú, cuya presentación acompaña su tema Perdóname todo, lo trajo de vuelta a Venezuela más pronto de lo esperado. En segunda visita promocional, Amaury Gutiérrez se dejó ver con algunos
retoques en su 'look', y su guitarra por compañía, para hablar de los pormenores de su carrera.
Residenciado en México, donde decidió quedarse tras comprender que no debía regresar a su patria de origen, Cuba, el cantante y compositor ha logrado con su primer disco ubicarse en los listados musicales y cosechar de inmediato el reconocimiento público. 'La fama es
consecuencia de mi sueño de comunicarme con mi música. Sé que tengo cierto nivel de popularidad, de notoriedad y eso me gusta, me agrada que me pidan autógrafos'. Aunque en sus canciones no se palpan mayores influencias, quien realizara estudios corales en su juventud, se
confiesa permeado por diferentes tendencias que pasan por Africa, la India, el pop británico o el bolero mexicano. 'Estudié música en Cuba, pero tengo influencias foráneas, la música mundial me influye. Todo eso está implícito en mi trabajo de manera
sutil. Ahora, un proyecto con determinadas músicas quedará para el futuro'. Admirador confeso de Sting, así como de Caetano Veloso, Stevie Wonder, Alejandro Sanz y Yordano, Amaury Gutiérrez ha compuesto temas para intérpretes. 'Hay canciones que prefiero para mí,
pero no tengo prejuicios con eso. En Cuba estaba en una pose de autenticidad, donde sólo componía para mí. Ahora entiendo que te debes a los demás... Me gusta componer en mi cuarto de estudio, en casa, pero ahora me toca hacerlo en lugares como hoteles y aviones'. RAGO
La victoria de Fidel
Asdrúbal Aguiar
El asunto de los cubanos venidos al país en tareas de cooperación humanitaria y el grave dilema en el que de manera súbita se ha encontrado el gobierno de Chávez, con la solicitud de asilo presentada por dos de ellos, muestra la punta de un 'iceberg' cuyas
consecuencias políticas para Venezuela comienzan a divisarse en el horizonte.
Es de reconocer que el asunto fue resuelto con admirable maestría y habilidad diplomáticas por el canciller Rangel. Por una parte apaciguó la indignación de La Habana y la del comandante amigo de nuestro comandante, negándole el asilo a los peticionarios; y,
por la otra, al conceder a éstos visa de transeúnte, frenó las predecibles protestas que se hubiesen desatado en la solidaridad natural de los venezolanos para con los perseguidos.
Pero, es evidente que esta fina labor de cirugía realizada por la Casa Amarilla no garantiza que el asunto haya quedado archivado en los infames anaqueles de la desmemoria nacional. Muy por el contrario. Más allá del lenguaje críptico de la diplomacia, que sólo
entienden los entendidos, lo cierto es que a fin de cuentas Fidel Castro se salió con la suya. Logró lo que le ha interesado siempre: Que no se le acuse de violador de derechos humanos o de perseguidor implacable de sus adversarios. Y eso, de suyo, lo aparejaba el eventual
reconocimiento por Venezuela de que los médicos cubanos peticionantes eran verdaderos asilados. Que los cubanos dejen a Castro como lo han hecho en el curso de los últimos 40 años de castrocomunismo, poco le importa al gobierno de La Habana. Eso sí, deben irse calladitos,
si posible nadando por entre los tiburones del proceloso mar que les separa de las costas de La Florida; pero nunca, óigase bien, mancillándose el honor de la revolución.
Algo parecido ocurrió, si la memoria me es fiel, a comienzos de los años 80. Un número importante de habitantes de la isla lograron superar los muros de la Embajada de Venezuela y solicitaron un asilo colectivo. Indignado Fidel le hizo saber al gobierno de Luis Herrera que
no les otorgaría salvoconducto a estos traidores y que, en consecuencia, tendrían que permanecer dentro de la Embajada y abandonarla tarde o temprano. Mas, interesada Venezuela en cuidar de la vida e integridad de estas víctimas del régimen castrista, les declaró
huéspedes que no asilados y, entre gallos y medianoche, este último cerró los ojos y los dejó abandonar su territorio, pero como tales 'huéspedes' de la República de Venezuela. Castro quedó satisfecho y el gobierno de Herrera Campíns logró
sacarle de sus manos a un número importante de exiliados. Castro y Herrera eran adversarios manifiestos, lo cual le daba al tema un sesgo particular.
Esta vez, sin embargo, el problema grueso de los médicos cubanos que burlaron las filas de la legión de cooperantes llegados al país se nos ha quedado en casa, en términos muy gravosos. ¿Cómo nos explicará ahora Hugo Rafael, luego de decirnos que
los cubanos viven en un mar de felicidad, que dos conspicuos emigrantes de ese paraíso tropical prefirieron quedarse en estas arenas del oprobio puntofijista? Menudo dilema. Para no acotar el otro todavía más caliente: ¿Dónde están los centenares de cubanos
que llegaron a nuestras costas durante la tragedia de Vargas? ¿Acaso regresaron a La Habana? ¿O es que nos los ha dejado Fidel en gratitud, por el extraordinario servicio que le hicimos ante el enojoso affaire de los médicos asilados?
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