¡Nuestras abuelas sí son valientes!
Tania Díaz Castro, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, febrero - La prensa cubana ha repetido hasta la saciedad la valentía de las abuelas de Elián González, el niño náufrago que fuera salvado milagrosamente el Día de Acción de Gracias frente a las costas de la Florida. ¿Qué
pudiéramos decir entonces de las abuelas opositoras, disidentes, activistas de los derechos humanos o periodistas independientes, que se han enfrentado a lo largo de varios años a las fuerzas represivas más violentas que ha tenido Cuba?
Ni Mariela ni Raquel pueden compararse con estas destacadas luchadoras por la democracia: Ileana Someillán, Odilia Collazo, Miriam Cantillo, Isabel Ramos, Migdalia Rosado y las periodistas Tania Quintero, María de los Angeles Amaro, Aurora García del Busto, y tantas otras.
Estas abuelas que el pueblo sólo conoce por sus voces a través de las ondas de Radio Martí y pese a su interferencia, han sufrido registros arbitrarios en sus hogares ante los atónitos ojitos de sus nietos, detenciones sorpresivas en plena calle, interrogatorios de
meses por graduados de la KGB soviética, cárcel en celdas inhóspitas y tapiadas, malos tratos, largas condenas y hasta difamación o palabras groseras en discursos públicos, sólo por formar parte de una oposición completamente pacífica, que
crece, pese a la represión, como la verdolaga.
Sin embargo, Mariela y Raquel son las abuelas más valientes de Cuba según nuestra prensa, porque viajaron a los Estados Unidos bien protegidas, con buena ropa para el invierno newyorkino, donde contemplaron hermosos rascacielos que jamás construyen los gobiernos
totalitarios. Estas abuelas se transportaron en una confortable avioneta que antes sólo habían visto en las películas del sábado por la televisión, rezaron en espléndidas iglesias, participaron de ruedas de prensa con decenas de periodistas y fueron
escuchadas hasta por congresistas norteamericanos.
En cambio, nuestras abuelas, las que quedarán para la historia como verdaderas heroínas, jamás han podido ser atendidas en una asamblea del Poder Popular. Ellas, que no son dos, sino muchísimas a lo largo y ancho de la Isla, viajan de su casa a la prisión con
frecuencia, y siempre las aguarda, eso sí, una Ley que las puede condenar a quince o veinte años de privación de libertad: la Ley Mordaza, sólo por disentir de un régimen que lleva más de cuarenta en el poder.
Viajaron las abuelas de Elián a un super-moderno país, de donde se calcula que la economía cubana recibe una importante inyección de 800 millones de dólares anuales, precisamente enviados, en gran parte, por el exilio de Miami, del cual se tuvieron que cuidar
las abuelas. Viajaron con los gastos pagos y equipadas hasta de sofisticados teléfonos celulares. Pienso que fueron valientes porque después de haber conocido el siglo XXI regresaron al siglo XVI o porque fueron capaces de morderle la lengua al nieto asustado y hasta abrirle la portañuela,
algo tan aberrante que deja mucho que pensar.
De pronto me viene a la mente otra abuela no mencionada, que en el año 1988 fue condenada a un año de prisión después de haber sido golpeada junto a su hijo por policías políticos, sólo por pedir un PLEBISCITO a Fidel Castro, en representación
de un partido de derechos humanos. Dos niñas quedaron desamparadas y solas en su casa. Esta abuela usa mi ropa y lleva mi nombre.
Sin embargo, algo nos reconforta: la profunda admiración que sienten muchos por todas las abuelas cubanas de la oposición pacífica que en Cuba o en el destierro luchan por la libertad y la democracia.
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