CUBANET... INTERNACIONAL

Febrero 1, 2000



Por qué cambié de idea sobre Elián

Jeanne O'laughlin, The New York Times, febrero 1, 2000. Publicado el miércoles, 2 de febrero de 2000 en El Nuevo Herald

Cuando acepté proporcionar la casa de la presidenta de la Universidad Barry como lugar de reunión neutral para Elián González y sus abuelas, esperaba ser testigo de una visita significativa.

No me imaginaba que iba a presenciar algo tan impactante que me iba a hacer cambiar de opinión. Algo que me iba a persuadir de que no se debía devolver a Elián a su padre en Cuba, al menos por el momento.

Tanto los parientes que se han estado ocupando de Elián desde que éste fuera rescatado del mar en noviembre como los representantes del gobierno cubano que han estado hablando por las abuelas plantearon múltiples demandas --frecuentemente mezquinas y sin sentido-- sobre las reglas de juego de la reunión.

Hubo intentos de controlar en qué partes de la casa iban a estar los diferentes parientes y hasta quiénes iban a bajar un cierto número de escalones para recibir a quién, y quiénes iban a poder estar en el área de la casa.

Las demandas cubanas, sin embargo, tuvieron un efecto imprevisto. La demora de las abuelas en el aeropuerto le permitió a Elián pasar una hora en la casa antes de que éstas llegaran. Y eso me permitió ver, de primera mano, el fuerte vínculo que existe entre Elián y la prima de Miami que se ha hecho cargo de él desde la muerte de su madre.

Su prima sólo tiene un año menos que su madre. Cuando la miró en busca de seguridad antes de la reunión, y cuando la saludó radiante después, se me hizo evidente que le había transferido a ella el amor por su madre.

Cuando vi cómo la escolta cubana de las abuelas mantenía estrecho contacto telefónico con La Habana antes y después de la visita, me di cuenta de que el gobierno cubano estaba tratando de controlar estos acontecimientos. Y aún más preocupante, vi síntomos de ansiedad tanto en los parientes de Miami como en las abuelas: temblores, miradas furtivas, manos heladas.

También vi miedo en el rostro de Elián y, en ese mismo instante, comprendí muchas cosas y me sentí irritada por mi propia ingenuidad. Me di cuenta de lo que significaría para este niñito el ser súbitamente separado de su madre sustituta, y de cómo este segundo trauma pudiera dejarle cicatrices permanentes. En ese momento vi y comprendí lo erróneo que sería devolver a Elián apresuradamente a Cuba.

Elián todavía no ha empezado siquiera a asimilar la catastrófica pérdida de su madre. También tenemos que recordar lo que ella deseaba: que ella había sopesado el costo de separarlo de su padre, y había decidido venir a Estados Unidos. Me molesta que el padre de Elián no haya venido a este país. Me doy cuenta de lo mucho que tiene que querer a Elián. Pero ¿qué si no miedo puede impedir que una persona haga un viaje de media hora para reclamar a su hijo? ¿Y a qué pudiera temer el padre de Elián si no es al autoritario gobierno cubano? ¿Podemos nosotros devolver el niño a un clima que pudiera estar lleno de terror sin brindarle, por lo menos, una vista libre en un tribunal de familia?

Me doy cuenta de que la ley no siempre refleja la verdad moral, y que la secretaria de Justicia Janet Reno está comprometida por las leyes que está obligada a defender. También sé que ella comparte mi profunda preocupación por este niñito.

Pero, como pueblo, tenemos que hacer valer esa preocupación. Tenemos que apagar todas las cámaras y encontrar un camino legal --quizás sea el proyecto de ley del senador Connie Mack para hacer a Elián ciudadano norteamericano, y que yo apoyo-- para que el futuro de Elián se pueda decidir en una corte que falle sobre problemas de custodia.

Si los familiares pueden hablar con el personal judicial entrenado, libres de temores y de represalias por parte de un régimen totalitario, quizás puedan planificar un futuro para el niño que incluya tanto a su familia cubana como a su familia norteamericana. El Servicio de Inmigración y Naturalización no puede darle un marco adecuado a esta decisión.

Con cada semana que pasa el caso se hace más complicado debido al creciente vínculo entre Elián y su familia de Miami. Este niño ha sufrido en medio del mar y ahora está sufriendo en medio de un torbellino político.

Cuando se lo llevaban de mi casa, muchos vieron en sus ojitos oscuros la angustia colectiva del alma cubana. Yo sólo vi un niñito asustado que merece una oportunidad.

Sí, hay que renovar su relación con su padre, pero también le hace falta el amor de su familia de Miami. Y necesita vivir sin miedo. El reto final de encontrar lo mejor para Elián debe estar en las manos de un tribunal que tenga experiencia en determinar los mejores intereses de los niños.

Religiosa dominica, es presidenta de la Universidad Barry.

© El Nuevo Herald / The New York Times

Copyright 2000 El Nuevo Herald

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