Las mesas
redondas
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, diciembre - El número de las mesas redondas ya es de
cientos. Todos los días, de lunes a viernes, tres o cuatro personas,
fundamentalmente periodistas -casi siempre los mismos- ocupan cerca de dos horas
del espacio televisivo del canal seis.
Los temas que se abordan son los que tienen interés político
para el gobierno de La Habana. Y el objetivo es siempre tratar de demostrar que
el sistema de gobierno imperante en la Isla y sus gobernantes son los mejores
del mundo, mientras que los que lo censuran, los critican o los condenan, son
siempre estúpidos, equivocados y muy mal intencionados.
Jamás ese panel toca temas en que estén presentes las
vicisitudes y las angustias -que son muchas- del pueblo cubano. Nunca hay un señalamiento,
aunque sea tenue, de alguno de los muchos errores que el gobierno comete en su
gestión administrativa.
En Cuba hay alcoholismo, drogadicción y otros vicios que atentan
contra la salud social de la nación. Muchos ancianos duermen en las
calles y miles y miles de jóvenes integran una extensa población
penal en la vasta red de cárceles existentes por todo el país,
pero en esas mesas redondas nada de esto se menciona.
La falta de vivienda y de transporte público es crónica, el
precio de la ropa y los zapatos es astronómico y los anaqueles de las
tiendas de víveres que no venden en dólares permanecen vacíos,
pero tampoco de esto se dice absolutamente nada en las mesas redondas.
En este fin de año lo único que se ha vendido fuera de lo "normal",
dentro de la cada vez más escuálida canasta básica, por la
libreta de racionamiento por supuesto, es una libra per cápita de pescado
congelado, sin cabeza pero con tripas. Parece que detrás de esto hay un
mensaje subliminal: "No puedes pensar ni vivo ni muerto y las tripas sólo
las puedes utilizar cuando te demos algo para eso".
En 1930, el gran físico alemán Albert Einstein visitó
La Habana. Estuvo aquí 30 horas, y se dice que anotó en su diario:
"Clubes lujosos al lado de la pobreza atroz que afecta, fundamentalmente, a
las personas de color". Después de 70 años de esa visita y de
más de cuatro décadas de comunismo, lo único que ha
cambiado es que hay lujosos hoteles donde no pueden entrar los cubanos y la
pobreza afecta lo mismo a negros que a blancos.
Pero a nada de eso se refieren los adustos periodistas de las mesas
redondas; claro, dirán que se les tiene y se les mantiene para ayudar a
apuntalar ideológicamente al régimen político existente.
Pero ellos, aunque quizás no se percaten, incurren en un grave pecado: de
seguir al ritmo actual de presentación en la televisión, van a
tener más horas ante las cámaras que el máximo líder
y eso... parafraseando la letra de una canción romántica "eso
no puede ser, ellos lo saben".
De la misma manera que la mediocridad, al decir de José Ingenieros,
puede estar en cualquier parte, la vileza también puede estar en
cualquier lugar; puede, incluso, vestirse de cuello y corbata, salir en televisión
a una hora fija y en un programa habitual para tratar de que creamos en el mismo
cuento, pero los cuentos, cuentos son.
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