CUBANET... INTERNACIONAL

Abril 26, 2000



Puede ser una provechosa lección

Vicente Echerri . El Nuevo Herald. Publicado el jueves, 27 de abril de 2000 en El Nuevo Herald

Nunca como ahora la comunidad cubana exiliada debe hacer suya la consigna de nuestro archienemigo de ``convertir el revés en victoria''. La política, a qué dudarlo, contiene un ingrediente de pasión, y entre nosotros anda sobrado, como lo ha demostrado el caso Elián; pero también de frialdad, de serenidad, de planificación estratégica, de dinero. De estos últimos recursos hemos andado escasos, justo es reconocerlo. Los gritos apasionados y los discursos vehementes desempeñan un papel; pero se convierten en palabras huecas si no van acompañados de un disciplinado plan de acción y de su consecuente puesta en práctica, cosas que exigen rigor y generosidad, virtudes éstas que no abundan entre los nuestros.

Los resultados de nuestros dones y carencias se exhiben actualmente en la prensa del mundo entero. El exilio cubano, en un gesto de impotencia, de asombro ante su propia ingenuidad, se ha vestido de duelo y se ha hundido en la consternación. Una comunidad decente, próspera, herida ciertamente por el destierro que padece y, por qué no decirlo, entregada a la celebración de su propio triunfo económico, que suele jugar a la política desde el periodismo de opinión y que, de pronto, se despierta --literalmente-- ante un choque brutal con la política real, la única que, por demás, existe. ¡Y todavía hay quien nos llame mafia!

Si fuéramos una mafia, los agentes del enemigo no andarían paseando su desvergüenza en Miami y haciendo su trabajo impunemente entre las víctimas y, de grado o por fuerza, los más ricos contribuirían con espléndidas donaciones, y las arcas para la propaganda o para la dinamita estarían repletas, y Fidel Castro estaría muerto hace mucho o no se atrevería a salir de su bunker. Pero sucede que somos una comunidad de nostálgicos laboriosos, de buenas personas que hemos visto a una banda de facinerosos apoderarse de nuestro país y envilecer a nuestro pueblo; y hemos llegado a esta orilla incrédulos todavía de lo que nos ha ocurrido y convencidos de que nuestra tragedia es tan obvia que la comunidad internacional y las personas decentes del mundo se han de poner de nuestra parte, que no necesitamos hacer ningún esfuerzo para convencerlos. ¡Ojalá fuésemos una mafia o, al menos, un auténtico exilio político!; pero, en verdad, no somos más que unos náufragos ingenuos que hemos sobrevivido bien; unos niños náufragos; tal vez por eso todos nos hemos sentidos identificados con el destino del niño Elián.

Cálculo y disciplina nos han faltado y esas carencias han sido responsables de lo que acaba de ocurrirnos. Es insólito que, cinco meses después de que comenzara esta crisis, y luego de la avalancha de descrédito que han lanzado sobre la comunidad cubana muchos de los medios de prensa, no haya aparecido, en ninguno de los grandes periódicos de este país ni un solo anuncio pagado que contrarreste esa campaña.

En nuestro exilio del siglo XIX, los ricos comprometidos con la causa de la independencia pusieron sus capitales al servicio de ese proyecto, así como los intelectuales pusieron su inteligencia, y los que tenían vocación de soldados, su valor. Esa combinación de talento, recursos y esfuerzo nos hizo ganar entonces el respeto y la solidaridad del pueblo norteamericano y de un segmento importante de la prensa. El exilio cubano de entonces consiguió que EE.UU entrara en guerra contra España y desalojara a los españoles de Cuba, que saneara física y económicamente el país y que, luego de cuatro años, nos lo entregara como una república independiente (algo que los puertorriqueños y los filipinos no obtuvieron). Eso se debió al genio de nuestros políticos de entonces, apoyados por nuestra patriótica clase alta, que no escatimó recursos en la consecución de ese fin. Bien lo ilustra el telegrama que Marta Abreu le envió a Máximo Gómez a la muerte del general Maceo en el que la dama exiliada en París, luego de un brevísimo pésame, agregaba: ``van cien mil pesos''.

La comunidad cubana exiliada debe --más allá de las lógicas protestas, de los recursos legales-- sacar provechoso partido de esta derrota que les han infligido a nuestra ingenuidad y a nuestra autocomplacencia. No basta tener la verdad, es necesario demostrarla, es necesario convencer a los demás, es necesario fabricar y mantener los símbolos de ese convencimiento. Eso cuesta talento, esfuerzo, dinero. Que cada cual contribuya generosamente con lo que tenga.

© Echerri 2000 / El Nuevo Herald

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