CUBANET... INTERNACIONAL

Abril 26, 2000



Elián y las dos murallas

Belkis Cuza Malé. El Nuevo Herald Publicado el jueves, 27 de abril de 2000 en El Nuevo Herald

Si a usted lo han incrustrado como una galleta contra la puerta de la casa, o se la han roto, y ha tenido la desgracia de ver cómo los agentes represivos de la gestapo del patio rompen sus cosas, tiran al piso sus cuadros, sus libros, sus pertenencias y luego lo sacan de la casa como si se tratara de un peligroso delincuente, entonces podría saber cómo se sintió la familia de Lázaro González y todos los presentes durante la tétrica madrugada del Sábado Santo.

Hablo de esto, porque así fue cómo la Seguridad del Estado de Cuba entró a mi apartamento aquel 20 de marzo de 1971, para llevarse detenidos a dos escritores cuyo único delito había sido expresar su pensamiento. Fue así cómo nos detuvieron a Heberto Padilla y a mí en una Habana nublada no sólo por la llegada de la primavera casi inexistente en la isla, sino por los acontecimientos que marcarían la ruptura de la mayoría de los intelectuales del mundo con el régimen de Fidel Castro. La trama alrededor de la novela de Heberto, En mi jardín pastan los héroes, entonces en el puro manuscrito, y que la Seguridad del Estado consideraba una amenaza para el régimen, se aceleró con la expulsión del escritor chileno Jorge Edwards, entonces representante en La Habana del gobierno socialista de Allende, tras declarársele Persona non grata. Ese es el mismo Jorge Edwards que luego escribió su famoso libro y que hace unos días recibió el premio Cervantes.

Siempre he confiado en mi intuición, la misma que aquel sábado 20 de marzo, mientras los agentes registraban con alevosía mi casa en busca del manuscrito de la novela, me confortó con la idea de que aquello tenía que ser ``el fin de la revolución cubana''. Y de algún modo lo fue. Porque se cayeron muchas vendas de los ojos, se definieron muchos que permanecían incapaces de ver las atrocidades del régimen. El tirano no se cansó de despotricar contra los intelectuales que se le enfrentaban.

Entre ellos, firmando cartas de denuncia contra Castro, pero arrepentidos enseguida, estuvieron Gabriel García Márquez y el mexicano Carlos Fuentes. De García Márquez ya no hay nada que añadir. De Fuentes sabemos a cada rato, cuando lanza sus zarpazos contra los escritores del exilio.

Ahora Fuentes acaba de publicar un artículo sobre Elián en el que se despacha contra los cubanos del exilio, pero --esta vez al menos-- ataca a Fidel Castro. Hay que agradecerle que no defendiese al tirano, aunque lamentar que se le ocurriese una idea tan necia como la de decir que el problema de Elián se terminaría si Juan Miguel González se fuese a vivir a España, de modo que el niño no estuviese ni aquí ni en la isla. La ceguera de Fuentes estriba en pensar que a Castro le interesa el destino de Elián, y que Juan Miguel es un hombre libre que puede escoger donde vivir. Luego de que la casa de Elián en Miami fue invadida por agentes federales que recordaban a las tropas de asalto hitlerianas, el niño ha quedado prisionero de fuerzas manipuladoras.

Ya cierta prensa comienza a hablar de tramoyas secretas. Intereses económicos que podrían llevar a pensar en un trueque entre este país y el dictador cubano. A nadie, como a Castro, le han servido la presa en bandeja de plata como lo ha hecho Clinton. Sólo el miedo a otro Mariel puede haber generado tamaña cobardía.

Los insultos contra el exilio cubano, contra la familia González, serían lo de menos si detrás de esos ataques de la prensa norteamericana --con muy pocas excepciones-- no estuviera el terrible hecho de un país donde el fascismo asoma la oreja, donde se han quitado la careta los que se suponían defensores de la democracia. No han tenido pudor muchos periodistas no sólo en apoyar el asalto para llevarse a Elián, sino en felicitar a la Reno por su mano dura. Estos que nos piden la cabeza son los que dicen que vivimos en una democracia, se dan golpes de pecho en las iglesias, miran con paternalismo a los negros y con desprecio a los hispanos.

En términos espirituales, les recuerdo que el demonio anduvo suelto por La Pequeña Habana al amanecer del Sábado Santo, pero yo vi a Dios, yo sé que fue El quien permitió que el fotógrafo cubano Alan Díaz tomara esa foto que mostró al mundo la verdadera cara de los hechos. Y fue Dios quien hizo posible el que el pescador americano que rescató del océano a Elián, lo protegiera de nuevo del demonio. Y será Dios quien salve a Elián otra vez de las garras de Fidel Castro. Y será Dios quien también envíe un fuerte viento que sople toda la noche y parta el mar en dos, para que nuestro pueblo, entre dos murallas de agua, pueda regresar a la isla.

belkisbell@aol.com

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