CUBANET ...INDEPENDIENTE

27 de abril, 2000



Esperanza privada

Isabel Rey, Cuba Press

LA HABANA, abril - En un pequeño pueblo de la región central de este territorio libre de América, al que sus primeros pobladores llamaron Puerta de Golpe, ha transcurrido azogadamente mi vida. Su nombre actual, tanto los que en el vivimos como la inmensa mayoría del pueblo cubano, lo mantenemos vivo en nuestros corazones: La Esperanza, a pesar de las ráfagas de este huracán que nos azota hace ya más de cuatro décadas.

Ese estado de actividad de los seres orgánicos al que llamamos vida, en estas localidades pequeñas se centra en el parque. En su periferia se ubican los mejores comercios, la iglesia, las sociedades de recreo, entre otros. Desde luego que ese orden de cosas fue establecido A.C. (antes de la catástrofe), puesto que D.C. (después de la catástrofe) ese orden sufrió tal sacudida que desapareció de la faz de este archipiélago, de la mano de todos los órdenes.

El parque de La Esperanza es particular. Hay dos figuras que aunque diferentes tienen un rasgo común y ambas han pasado a formar parte de la historia de ese lugar de esparcimiento. Lo que más llamaba la atención en él era su glorieta. Construida en un estilo colonial. Era el orgullo de todo esperanceño. Allí, la banda de música interpretaba sus retretas que constituían el encanto de todos, en especial del elemento menudo.

Su director, José García, era todo un personaje. Entrado en años, mulato, tenía un caminar muy peculiar, como a saltitos, pues una de sus piernas llegaba nada más que a la rodilla, el resto era de palo al estilo de los piratas.

Patato, sobrenombre de distinción dado a este señor, paladín de los pequeños, que en sus fantasías lo veían batuta en mano realizar toda suerte de hazañas, supo ganarse el respeto y la admiración de los esperanceños, que lo recuerdan como símbolo de una época feliz.

Con el decursar del tiempo, y gracias a la revolución de 1959 -pues sólo cuando se revuelven todas las esferas de una nación, como se hizo aquí, puede aflorar la estulticia y ocupar posiciones claves- es que el señor Ernesto García encabeza la Delegación del Ministerio de la Construcción en la finada provincia de Las Villas.

A Pata de Bola, como le nombraban todos por la malformación congénita de una de sus piernas que lo hacía cojear, no se le podía ocurrir nada sensato, pues era un perfecto gañán.

Seguramente comenzó a idear la idea de perpetuarse en la memoria de sus coterráneos y no se le ocurrió nada mejor que hacer algo en el lugar cimero de su patria chica: el parque de La Esperanza.

Puede ser que pensara erigirse una estatua, pero luego de analizarlo eso no estaba acorde con el discurso oficial, y entonces determinó hacer un parque nuevo y asfaltar la calle donde vivía, que hoy todos llaman Avenida de Pata de Bola.

Bajo la nostálgica mirada de todos comenzó la demolición del parque, y de recuerdos tan queridos. Todo se redujo a escombros.

El paisaje apocalíptico, acorde con los nuevos tiempos, fue premonitorio de lo que se avecinaba para La Esperanza y para todo el país.

Las obras se realizaron a marchas forzadas y en poco tiempo aunque terreno cercado y lleno de árboles para el recreo quedó reconstruido, o mejor dicho destruido.

Por obra y gracia de Pata de Bola nos quedamos sin lo más bello que teníamos en el parque: la glorieta. En su lugar fueron levantadas seis columnas que sostienen un techo de hormigón cuya estética, muy al estilo de su promotor, deja mucho que desear.

La sombra tan buscada en los meses de verano huyó del parque. Sólo la brisa es la misma, pues gracias a Dios no pudieron modificarla, y hoy puede ser disfrutada en las noches por los que han engrosado las filas de la tercera edad y acuden allí, tal vez buscando un poco de paz antes de entregarse en los brazos de Morfeo. Acuden también al lugar las nuevas generaciones que nada saben de Patato e ignoran la obra de Pata de Bola porque el tiempo cerró la puerta de golpe al mar de los recuerdos que fueron perdiéndose en su bruma.

Pero si puedes ver dentro de los rostros de los jóvenes y de los viejos que allí se reúnen, percibirás un resplandor que sólo puede darlo la Esperanza.



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