CUBANET... INTERNACIONAL

Abril 24, 2000



Buscando la perspectiva

Alejandro Armengol. Publicado el lunes, 24 de abril de 2000 en El Nuevo Herald

Más allá de su desenlace final, el caso Elián ha transformado mucho más al exilio que a la isla. Es de esperar, por lo tanto, que sus repercusiones sean mayores en Miami que en Cuba. Es hora de intentar poner en perspectiva lo que indudablemente constituye una dolorosa derrota política, pero que debe transformarse en una victoria cívica.

El caso no ha unido al pueblo cubano en contra de Estados Unidos y Miami, como repite a coro la prensa internacional. Durante los últimos meses los residentes de la isla han vivido en un clima de movilizaciones y discursos similar al que conocen por largos años. No hay nada nuevo en ello.

La actuación violenta y cobarde del gobierno del presidente Bill Clinton, y los intentos de despolitizar el caso por parte de la Casa Blanca y la prensa, no deben tener como respuesta el maniqueísmo del exilio. No todos los que están en favor del regreso del niño apoyan al régimen de La Habana. Se debe discutir y tratar de convencer, pero no decretar una guerra santa.

Entre los hechos que han producido un gran pesar entre los exiliados, que no debe desembocar en el resentimiento, se encuentra la sensación de estar solos en su lucha. Varios factores confluyen en esta falta de apoyo. Para los exiliados, las explicaciones van desde el racismo hasta la envidia. Más allá del apasionamiento, es indudable que también está presente una imagen negativa, que en parte el exilio ha cosechado en luchas estériles. Que en el futuro se acentúe esta imagen de intolerancia, a veces justificada y otras errónea, sería una consecuencia negativa.

A la mala imagen del exilio en los periódicos y la televisión se une el desconocimiento y la información tergiversada sobre lo que ocurre en la isla. No es nuevo ni debe sorprendernos. No es la primera vez, ni la última, que gran parte de la prensa se equivoca. El ejemplo más evidente es The New York Times, uno de los diarios que más se ha destacado en sus reiteradas solicitudes de que el niño sea devuelto al padre. No hay que olvidar que ese Times que ahora ataca al exilio cubano es el mismo periódico que en los años 30 publicaba los reportajes de su corresponsal en Moscú, Walter Duranty, que deliberadamente mentía sobre la realidad soviética, y que una década más tarde relegaba a las páginas interiores las noticias de las persecuciones de los judíos en Alemania.

La explicación del rechazo a la posición de los exiliados también debe buscarse en la incomprensión del norteamericano hacia lo que ocurre en Cuba. No entiendan al exilio ni a los que viven en la isla. Muchos no se explican que el comportamiento del padre de Elián sea una mezcla de resentimiento, oportunismo y cobardía.

En Miami ha ocurrido lo contrario que en Cuba: Elián ha logrado unir al exilio; en la alegría y el dolor. Lo que se ha ganado en la creación de un movimiento popular y espontáneo, no debe perderse en manos de los políticos. Si Castro consiguió una vez más desviar la atención de la isla a Estados Unidos, el exilio pudo trasladar el foco de Washington a La Pequeña Habana. Se ha perdido efectividad en el cabildeo. Pese a una derrota momentánea, moralmente es un cambio saludable. Para que sea efectivo, hay que luchar contra el peligro a encerrarse en un justificado sentimiento de traición. Queda abierto el camino para la disidencia en Miami. No hay que resignarse a ser víctimas.

El Gobierno tiene un afán desmedido por despolitizar el caso. El exilio por personalizarlo. Ambos enfoques son erróneos, pero por diferentes razones: la administración actúa con engaño y perfidia. El exilio presa de un apasionamiento justificado, pero que a la larga puede resultar decepcionante.

Clinton es doblemente cobarde: utilizó el poder militar para arrancar a Elián de esta comunidad, pero se negó a emplearlo para castigar a quienes derribaron las aviones de Hermanos al Rescate y asesinaron a un residente y tres ciudadanos norteamericanos. Sin embargo, no hay que albergar esperanzas de que el próximo presidente, sea republicano o demócrata, eche por tierra el pacto migratorio entre Cuba y Estados Unidos, sino todo lo contrario: que se establezcan medidas para evitar colocar a la administración en una situación de este tipo.

Con Elián no termina la lucha por la libertad de Cuba. Se debe crear un movimiento de apoyo y denuncia de los abusos de la infancia en Cuba y otros países. También hay que divulgar la lucha de las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, los esfuerzos por encontrar los niños arrancados de las madres prisioneras durante la guerra sucia en lo países sudamericanos o la denuncia de los abusos a los derechos humanos durante la dictadura de Augusto Pinochet. Apoyar denuncias de este tipo, incluso cuando no se comparte la ideología de quienes están a cargo de esos movimientos, lleva a una reformulación de metas y objetivos. Se deben establecer nuevos movimientos cívicos y no más organizaciones políticas de las que buscan alianzas infructuosas. Hay que retomar el apoyo a la disidencia en la isla. La lucha contra el régimen de La Habana debe pasar al frente cívico. La política debe ceder el turno a la decencia, algo de lo que parece carecer cada día más la actual administración.

© El Nuevo Herald

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