Michael Gonzalez. Editor interino de la página editorial de The Wall Street Journal Europe. Publicado el domingo, 23 de abril de 2000 en El Nuevo Herald
Hay un viejo chiste judío que sitúa a dos de ellos sentados en un café, uno leyendo una publicación sionista y el otro una antisemita. El primero vitupera al otro, y éste le contesta: ``Lo que tú estás leyendo habla de judíos perseguidos,
de sinagogas saboteadas y cementerios profanados. Mi periódico dice que los judíos controlan los bancos, los medios de noticias, y Hollywood. Y a mí me gustan las buenas noticias''.
Ese chiste me viene a la mente cuando veo cómo los medios de comunicación atacan a los cubanoamericanos por el asunto de Elián González.
Eso también explica por qué me divierte, y no poco, ese ataque al grupo étnico que a veces tengo que esforzarme por recordar que es el mío. Los cubanoamericanos pueden hablar todo lo que quieran de estadísticas que muestran sus niveles educativos
comparativamente elevados, y sus ingresos a nivel de clase media después de sólo cuatro décadas en este país. Para mí, no hay indicación más clara de que los cubanos han alcanzado el éxito en los Estados Unidos que la ausencia total de
cualquier tipo de ``política correcta'' en todo lo que se escribe sobre Elián.
Los comentaristas de noticias se muestran dispuestos a atacar a los cubanoamericanos como nunca lo harían si se tratara de cualquier otra etnia. La revista Time recientemente se refirió a ellos como una ``elite imperiosa y privilegiada que se ha autoestablecido como `pueblo
sufrido' ''. Y Bryant Gumbel, de CBS, al hacerle una pregunta a la representante Ileana Ros-Lehtinen (republicana por la Florida), proclamó que ``la comunidad cubanoamericana ha estado respaldando claramente la desobediencia de la ley''.
Los cubanos irritan a los liberales por dos motivos. Primero, los liberales sienten una simpatía latente por Fidel Castro y por el comunismo. Segundo, nuestro éxito contradice el axioma de que los ``hispanos'' y otras minorías no pueden prosperar en los Estados Unidos.
Esto último de veras fastidia extremadamente a algunos. Lo he visto en los ojos de todos los liberales que me han sermoneado sobre las injusticias de este país, a quienes interrumpo diciendo: ``Yo soy uno de esos hispanos a que usted se refiere, y en realidad a mí me ha ido
bien''.
Los cubanos han roto todos los tabúes liberales. Somos muy dogmáticos. Creemos que es mejor vivir en EE.UU que en Cuba, que el capitalismo es mejor que el comunismo. Y por un amplio margen votamos a favor de los republicanos.
Esto último es interesante. Muchos liberales quieren creer que la mayoría de los cubanos votan republicano por la firme postura anticomunista de ese partido, pero pasan por alto lo que nos atrae de veras del Partido Republicano. El anticomunismo republicano refleja un punto de
vista filosófico más amplio. Los republicanos representan la libertad más que los demócratas. Los liberales, a pesar del nombre que les han robado a los filósofos clásicos, están más que dispuestos a cambiar la libertad por la garantía
de seguridad. Por eso es que desean nacionalizar el sistema médico, no quieren dejar que las escuelas públicas compitan, y pretenden quitarles las armas a la gente. Miami está mejor armado que Fort Knox.
Por eso me encanta oír que hay liberales que van a Cuba y regresan alabando aquel sistema. Ese extraño comportamiento muestra hasta dónde aspiran los izquierdistas a llevar a nuestra sociedad con tal de que se puedan recibir cosas gratis del estado. Sí, Fidel Castro
se niega a celebrar elecciones, y en Cuba a los que dicen lo que piensan los golpean y los meten en la cárcel, y las personas religiosas son ciudadanos de segunda clase. Pero vamos, no es mucho sacrificio a cambio de atención médica gratuita.
Por supuesto que ese sistema médico no sirve, como no serviría aquí instaurar alguna versión del plan por el que aboga Hillary Clinton. Pero lo brinda el estado, y por eso aparentemente los liberales estarían dispuestos a vender su patrimonio. Los
cubanoamericanos hemos visto ese futuro, no nos interesa, y votamos por los conservadores.
Los cubanoamericanos somos como el judío del chiste. No hacemos el papel de víctimas, simplemente seguimos viviendo, y en la cultura de victimización actual, eso es una infracción de envergadura.
La personificación de esa indiferencia es Lázaro González, el tío abuelo de Elián. Realmente es un hombre extraordinario. Si le afecta haberse convertido en el hombre más odiado de EE.UU, en verdad que no lo demuestra. El quiere hacer lo mejor por Elián,
y sabe a qué regresaría el niño en Cuba, así que se ha resistido a todo intento de presionarle. Hasta ahora, ha tenido éxito enfrentándose a las fuerzas combinadas de Washington y La Habana: la corte de circuito federal de apelaciones dictó que a Elián
no lo pueden deportar a Cuba por el momento.
Lázaro González, con un modesto nivel de educación, parece basarse en su propio sentido común y en su religión. Fornido y rara vez visto sin su camiseta o sus gruesas cadenas de oro, González recibirá la recompensa que merece si logra salir ileso
de tanta presión. Le costó trabajo comprar la modesta casa que ahora todo el mundo ve en televisión, y su logro le enorgullece. Y tiene la temeridad de querer que su sobrino nieto tenga los mismos derechos.
David Rieff escribió en The New York Times que Miami es ``una república bananera descontrolada dentro de la política común de este país''. Bueno, pues podría ser peor. A mí me preocuparía más que el Times hallara de repente motivos
para simpatizar con nosotros.
Editor interino de la página editorial de The Wall Street Journal Europe.
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