Nutrirnos con placenta humana
Mario J. Viera González, Cuba Voz
LA HABANA, abril - Algunos fanatismos religiosos ven como algo diabólico el empleo de la transfusión de sangre; sin embargo, esta técnica ha salvado muchas vidas. Lo mismo se puede decir de los maravillosos trasplantes de órganos humanos vitales, para mantener
vivos a los que de no contar con este procedimiento morirían irremisiblemente. La ciencia avanza haciendo equilibrios sobre la cuerda floja de los códigos de ética y plantea retos.
La genética, tan rechazada por el fanatismo ideológico soviético, ha conocido el asalto de la tecnología y surgido una nueva ciencia, conocida como ingeniería genética, que puede producir maravillas, así como monstruosidades, como el uso de los
medios biológicos como arsenal de guerra o atentar contra la diversidad biogenética en experimentos como los de la clonación animal que extendida a la especie humana conlleva a serios debates que van más allá de lo estrictamente ético para convertirse en
una confrontación moral.
La ciencia pura es pragmática y lógica frías. Lo útil y práctico se considera racional. Pero esto no siempre es moralmente aceptable, el fin no justifica a los medios si éstos tienen un componente amoral o inmoral. El náufrago que devora el
cadáver de quien fuera compañero de angustias buscando sobrevivir sólo es aceptable reconociéndole como un ser enajenado colocado en condiciones tan extremas como la de los lobos hambrientos en las heladas estepas siberianas y, sin embargo, gracias a la antropofagia
salva la vida. Luego, la antropofagia es útil y práctica; pero, ¿es moral?
En Cuba se hacen estudios biológicos y se han creado nuevos fármacos, un gran impulso a la biotecnología le ha impartido el gobierno y ya se habla hasta en foros internacionales que en los laboratorios biológicos del país se trabaja en la elaboración
de una vacuna contra el VIH y que ya se han producido nuevos medicamentos que permiten alargarle la vida a los enfermos del SIDA. Si esto es tan así como asegura el gobierno de Cuba y su Ministerio de Salud Pública hay motivos para la satisfacción, sin embargo...
En un suelto, aparecido en el gubernamental periódico provincial Tribuna de La Habana, se dio a conocer que los laboratorios farmacéuticos cubanos han desarrollado un nuevo producto dietético denominado Biopla (suena bien feo), que por su alto contenido proteico posee un
elevado valor nutricional. Este producto -se informó- se está empleando con éxito en los centros de terapia intensiva de los hospitales "Carlos J. Finlay" y "Luis Díaz Soto". Hasta aquí todo muy bien.
El Biopla puede ser una maravilla hasta que se conoce cuál es la materia prima a partir de la cual se elabora. Confieso que cuando me enteré se me revolvió el estómago y una adolescente cuando me escuchó decir con qué se hacía el nuevo producto
dietético exclamó haciendo muecas: "¡Ufff, que asco!". El Biopla se obtiene a partir de placenta humana. Y así, sin ambajes, se dice. No puedo aceptar por razones éticas que el fin, aportar proteínas, justifique los medios: utilizar parte de la
naturaleza humana como fuente nutricional. Algo muy diferente al uso de la sangre en transfusiones o a la continuación de la vida con el empleo de un órgano prestado. Esto del Biopla suena a antropofagia.
Por este camino, en cualquier momento se nos aparecen con un "biorrín" elaborado a base de extracto de riñón humano o con un "biolíder" surgido de la maceración de los jugos del hígado de algún congénere muerto, ambos
justificados por su gran valor proteico y vitamínico. Yo particularmente prefiero antes que el Biopla un buen estofado de ese ratoncito peruano, el Cuy, del que tanto han insistido que es rico en proteínas; pero ¡qué caray! , porque no mejor un buen bisté de
ternera, ese que ya no se ve ni en sueños en Cuba.
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