Más allá de la marcha del pueblo reclutado
Mario J. Viera González, Cuba Voz
LA HABANA, abril - La decisión del gobierno de Cuba de hacer que los checos conozcan qué es un "acto de repudio" va más allá de una confrontación bilateral. Castro se niega a ser censurado en la palestra internacional, y lo demuestra organizando de
última hora marchas de supuesto apoyo popular, reclutando para ello a estudiantes, militares y trabajadores empleados en las empresas que dirige en exclusividad el gobierno.
Esta "marcha combatiente" es una advertencia a Europa, a la que, por boca de una mediocre propagandista oficial (periodista gubernamental), se le calificó de hipócrita y racista. Castro lanza un reto a Europa con el acto de repulsa a la República Checa, a la
cual identifica con la corrupción de que acusa a la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
La República Checa surgida de la Revolución de Terciopelo que derrocó a la dictadura comunista sometida a los dictámenes del Imperio Soviético, es considerada por el régimen de La Habana como una nación gobernada por "miserables lacayos"
y su sede diplomática en la capital cubana como un "repugnante símbolo de traición y lacayismo", términos muy violentos para referirse a un Estado con el que se mantienen relaciones diplomáticas y que pudieran conllevar a la ruptura de esas relaciones.
Es interesante hacer constatar que tales expresiones nunca estuvieron presentes en el discurso oficial cubano para referirse al gobierno de la que fuera República Popular de Checoslovaquia, que fuera presidido por Gustav Husak, un gobierno surgido bajo el chirriar de las esteras de los
tanques soviéticos cuando a sangre y fuego fuera abortada la primavera de Praga por las fuerzas combinadas del Pacto de Varsovia.
Castro ha rechazado categóricamente la doctrina de la "injerencia humanitaria", pero en 1968 respaldó sin reparos el injerencismo armado de la Unión Soviética sobre Checoslovaquia para mediar a favor de una banda de lacayos en un conflicto político
que era de única incumbencia de los antes checoslovacos. Sin embargo, Castro llega ahora más lejos y define -por las palabras de la moderadora de una de esas mesas redondas "informativas" que atentan contra las programaciones habituales de la televisión cubana-como
entes sin personalidad propia, mencionados como "países dependientes", a aquellos estados que en alguna ocasión hubieran votado en contra de una Resolución desfavorable al gobierno de Cuba o se hubieran abstenido y que ahora modificaran su posición para darle
su respaldo a la propuesta checa que acusa a La Habana de violación de los derechos humanos.
Antes de que se llevara a efecto la votación que finalmente condenaría al gobierno de Castro, el gubernamental diario Granma declaró a Estados Unidos aislado dentro de la que ahora denomina "corrupta Comisión de Derechos Humanos", en tanto que en la misma
edición en que se anuncia la convocatoria de la marcha frente a la embajada checa reseña una "cosecha de cinco fracasos (de Estados Unidos) en Ginebra".
Efectivamente, en esa ocasión Granma informó que la "corrupta" Comisión había aprobado cinco resoluciones a las que se oponían los Estados Unidos. Una de ellas propuesta por la propia delegación cubana y otra que se dijo fuera presentada por
el Movimiento de Países No Alineados, que llama a los Estados a no aplicar medidas unilaterales y en particular aquéllas que comporten acciones extraterritoriales. Una clara alusión a la política de embargo económico que mantiene Estados Unidos en contra del
gobierno presidido por Fidel Castro.
Las contradicciones saltan a la vista, y demuestran que el gobierno de Cuba se cree con todo el derecho de actuar del modo que más le plazca, denigrar y encarcelar a todo el que se le oponga políticamente, y a interpretar muy sui genéricamente los preceptos de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos sin que nadie pueda cuestionarle o censurarle.
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