Psicoterapia de grupo
Rev. Pedro Crespo Jiménez, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, abril - El lunes 17 de abril, mientras esperaba por más de una hora "el camello M-6" (ómnibus urbano). Me encontré con un amigo quien a manera de catarsis me contó que el sábado, pasadas las 2:00 a.m., un grito espeluznante estremeció
el edificio en que él vive.
"Me lancé de la cama. Corrí alarmado", me dijo.
"¿Por qué esa alarma?", le pregunté.
"Cuando conozcas la historia", contestó, "comprenderás que la alarma estaba plenamente justificada.
"Todo comenzó cuando, por no contar con los dólares necesarios para reponer nuestro refrigerador, tuvimos que acudir a esa nueva categoría de 'técnicos en refrigeración-buscavida', para quienes siempre tienen como respuesta que 'el motor se quemó,
y la máquina ya no es confiable, pero puede resolverse'. Y que 'por alrededor de 800 pesos, moneda nacional, ofertan abrir la máquina, enrollar el motor, instalar la máquina y una vez arreglada, echar el gas'. Que es el momento cumbre. Momento en que debe usted tomarse el
primer fármaco antidepresivo.
"Y así se hizo. Una vez reparado el refrigerador, se pagó lo acordado. Pasadas sólo 72 horas, mi esposa se da cuenta de que la mitad del congelador había perdido la escarcha. Y se tomó la segunda dosis del fármaco antidepresivo.
"Gracias a Dios, encontré al 'técnico' en su casa. Este diagnosticó que el filtro estaba en mal estado, pero que por 80 pesos él nos conseguiría uno. Le
dimos el dinero y al día siguiente el refrigerador funcionaba otra vez.
"A partir de esta segunda falla, comencé a notar que mi esposa se levantaba varias veces en la madrugada. Una de estas veces la seguí y vi alarmado cómo miraba y tocaba el congelador. 'Mal síntoma', me dije.
"Una semana después, mi esposa notó que en la parte trasera del refrigerador podía freírse un huevo, por la temperatura tan elevada. Y ya antes de avisarme se tomó otros calmantes de una sola vez. Y lo desconectó de la corriente eléctrica.
"Una vez más, tuve la suerte de encontrar al 'técnico' en su hogar. Le conté lo sucedido y me contestó que seguramente el relay estaba defectuoso, pero que por 150 pesos él podría conseguirme uno, y súbitamente vino a mi mente el título
de una novela de García Márquez: 'Crónica de una muerte anunciada'. No sé qué habrá visto en mi rostro, pero un arranque de generosidad abarcó al 'técnico', y me dijo: 'Espere, espere, yo creo que tengo un relay por ahí que puedo
regalarle'.
"Por tercera vez se le echó el gas al refrigerador y éste, increíblemente, comenzó a funcionar. Ya en esta ocasión mi esposa no quiso estar presente. Dijo que no lo resistiría. La comprendí perfectamente... y yo me tomé dos
calmantes".
Y entonces llegó el sábado 15 de abril pasadas las 2:00 a.m. Un grito espeluznante estremeció el edificio.
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