El Gritódromo
Héctor Maseda, Grupo Decoro
LA HABANA, abril - Algunos antropólogos opinan que el gran mérito del hombre no ha sido el de convertirse en un gran creador, sino su excelente capacidad para interpretar y reproducir lo que la naturaleza le ha mostrado para que se sirva de ella, la transforme y perfeccione,
preservando su armonía.
Lo cierto es que este varón racional ha creado -o copiado- miríadas de las manifestaciones de la Madre Natura desde que apareció como ser vivo en el planeta. Pero no todas sus invenciones han tenido buenos resultados. Un ejemplo de estas últimas es El Gritódromo.
Así como los hipódromos y cinódromos son pistas especiales para que compitan en ellas corceles y galgos, el Gritódromo fue inventado recientemente por la Administración Castro como centro competitivo para escuchar gritos, arengas y discursos, emitidos muy
por encima del umbral auditivo permitido sin que cause dolor. En los mismos pueden participar personas de cualquier nacionalidad, aunque se prefieren cubanos con un estilo definido en el ataque. Entre las bases del concurso no se tienen en cuenta los temas y los fines que se persiguen, ya que
siempre tienen que ir dirigidos contra los mismos destinatarios.
Los Gritódromos surgieron hace varios meses en cualquier lugar del país como glorietas improvisadas. En la actualidad ya cuentan con una sede permanente en el Malecón habanero, cercano al conocido Hotel Nacional. El pueblo cubano lo bautizó con el nombre de Gritódromo
de San Cristóbal de La Habana, pero en los artículos oficiales se le puso el nombre de Tribuna Abierta "José Martí".
Quienes han participado en estos concursos han mostrado profesionalidad y estilos depurados. Están los gritones políticos, que son los que se precian en pensar y tomar decisiones por ellos y los demás, el resto está obligado a obedecer. Los científicos, que
pretenden utilizar sus vastos conocimientos para convencernos de que lo que dicen es la verdad. Los intelectuales, que hablan de todo un poco, pinchan pero sin comprometerse y al final concluimos que lo mismo están con Dios que con el Diablo. Los retóricos, que hablan y hablan... y
no dicen nada. Los circulares, que comienzan y terminan en lo mismo. Los retroalimentados, que se basan en repetir lo que otros ya dijeron. Los dirigidos, que desde que empiezan uno se da cuenta que no tienen ningún grado de libertad. Los sindicalistas, que se convierten en copia fiel de
los gobernantes.
No podemos pasar por alto a los gritones apocalípticos, que sólo hablan de guerra, destrucciones y muertes, pero todo se reduce a una gimnasia mental baja de azúcar. Y los fanáticos y fundamentalistas, que hasta nuestro destino, tan negro, si continuamos por donde
vamos, lo pintan color de rosa. Y los puros, tan aparentemente puros, que parecen beatos evangelizando al pueblo, pero que confunden el terrorismo de Estado con la Paz y a las tiranías con el apostolado cristiano.
Mención especial merecen los gritones androides, mezcla de ingenio cibernético con apariencia humana, programados para proferir cien mil palabras por segundo y dotados de una gran capacidad de memoria unidireccional, que en su laberinto virtual, olvidan que para llegar a ser
humanos siempre les faltará el "alma" como chispa divina.
Dejamos para finalizar a los gritones honrados, especie en extinción que para encontrar algún ejemplar sobreviviente es necesario buscarlo entre las grandes multitudes, a plena luz del sol y con un farol encendido para que, por contraste, logremos observar su Aura Magnética
que los identifica en tal carácter. Diógenes, el filósofo de la Antigua Grecia no se equivocó. Buscar un hombre y que además sea honrado, es tarea de titanes. Y Diógenes fue un sabio.
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