La película del sábado
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, abril - Cuando termine esta faena sobre Elián quien necesitará psiquiatras, psicólogos y hasta camisa de fuerza, será el pueblo de Cuba. No hay una santa hora del día en que el jodido muchachito no sea centro. Noticieros, tribunas abiertas, mesas
redondas, spots aguerridos, programas especiales, el diablo colorao (y ésta no es una alusión personal).
Yo estoy ciertamente hasta la misma coronilla. Han sido cinco meses de movilizaciones, consignas, griterías y manipulaciones. De lunes a domingo y de la mañana a la noche noticias van y cables vienen, terminan discursos y empiezan arengas. Parece el cuento de nunca acabar.
El programa más visto por los televidentes en Cuba es sin lugar a dudas "La película del sábado". Después de una semana de crudas realidades, se espera con verdadera ansiedad un film que brinde un poco de fantasía. El pueblo, cansado de bicicletas
y camellos, de edificios ruinosos y calles pestilentes, quiere ver otro decorado, saber que en el mundo circulan automóviles modernos y en los hogares se sirve la mesa con platos apetecibles.
Pues bien, Elián se ha colado hasta en la película del sábado. Hace tres semanas el tema de las mismas ha versado sobre niños secuestrados o padres capaces de las acciones más desesperadas por salvar a su hijo. Es como si no bastara con lo objetivo y hubiera
que echarle mano también al arte para seguir manipulando los sentimientos de un pueblo.
La cruzada comenzó con la exhibición de "Medidas desesperadas". Andy García, un cubano como protagonista. La película, muy simple y muy espectacular. Un niño enfermo de leucemia morirá si no se le practica un trasplante de médula. La
médula compatible pertenece a un peligrosísimo y astuto asesino confinado en una cárcel de alta seguridad. El padre, un agente federal, acomete las más temerarias acciones. Violencia, persecuciones, suspensos, melodrama, lagrimones, hasta llegar al happy end. El padre
heroico salva al niño arriesgando su propia vida.
Vendría después "El lado profundo del mar". Dizque drama. Una loca nulípara roba a su condiscípula un hijo de apenas tres años. Transcurren nueve años de angustias, desesperación, complejos de culpa y... el niño desaparecido,
por azares del destino, viene a casa de sus padres para arreglar el jardín. Por supuesto, la madre lo reconoce. Pero, claro, el niño no tiene memorias. La ley pone en manos de sus verdaderos padres al pequeño. El niño no recuerda nada y los rollos que se arman son de
ampanga. Al fin, el niño empieza a recordar, y felices todos en casa. La película deja un sabor de triunfo en el espectador. Mañana irán a la tribuna abierta con los ímpetus renovados.
Tercer round, "Promesa de muerte". Un asesino en serie, para invalidar a un policía federal que lo persigue, secuestra al hijo de éste. El policía viola todos los reglamentos, desacata todas las órdenes, burla todos los obstáculos y sigue las
pistas del asesino secuestrador. Después de innúmeras aventuras, tropiezos, peligros, el policía mata al asesino y logra recuperar a su hijo.
No hay más que hablar. El mensaje está más que dado. Traducido al buen cubano sería: "Por un hijo, yo mato". Pero me pregunto: ¿Quién no sería capaz de cualquier cosa por un hijo? Sin embargo la actitud de Juan Miguel González,
padre de Elián, deja mucho que desear. Llegó a Estados Unidos hace casi dos semanas y todavía no ha tomado ni una pistolita de agua para ir en busca de su hijo a Miami. Más aún, ¿por qué no se lo quitó al padrasto que, según Granma, era
un "delincuente peligroso", mientras vivían aquí en Cuba? ¿Tenía realmente Juan Miguel muchos deseos de rescatarlo de las garras de la mala vida? ¿No quería buscarse líos con el nuevo marido de su ex mujer? ¿No lo hubiera apoyado el
gobierno si él demostraba que el padrasto era un mal ejemplo y un peligro para su hijo? ¿Estaba demasiado ocupado en otras cosas? En verdad, Juan Miguel no se parece a los héroes de las películas con que quieren parangonarlo en las trasmisiones del sábado.
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