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Abril 19, 2000



Bahía de Cochinos II

Enrico Mario Santi. Publicado el miércoles, 19 de abril de 2000 en El Nuevo Herald

Con un sentido un poco extraño del tiempo, el caso del Servicio de Naturalización e Inmigración (INS) para deportar a Cuba a Elián se acercó cronológicamente para tratar de coincidir con otro aniversario de Bahía de Cochinos, el fallido intento de EU para derrocar la revolución comunista de Fidel Castro hace 39 años. El 17 de abril de 1961, las tropas de exiliados, entrenadas por la CIA, desembarcaron en la isla sólo para ser aplastadas por el ejército de Castro asistido en el esfuerzo por el súbito retiro del planeado apoyo aéreo norteamericano. Muchos en esas tropas de exiliados murieron. Todos los sobrevivientes fueron capturados y sufrieron meses de prisión. Los exiliados recuerdan Bahía de Cochinos y la decisión del presidente John F. Kennedy de abandonar las tropas como una dolorosa traición política que selló nuestro destino.

Treinta y nueve años después, el fantasma de Bahía de Cochinos persigue al caso de Elián González, de la misma manera que hoy la masacre de Waco persigue a la secretaria de Justicia, Janet Reno. Los dos fantasmas nos obsesionan debido al persistente silencio que rodea los dos eventos. Porque a pesar de los valientes esfuerzos de académicos y periodistas por destapar los horrores comunes de Waco y de Bahía de Cochinos, gran parte de sus causas continúan envueltas en el misterio.

La ausencia de un juicio público y el silencio forzado rodean el caso de Elián. Claramente, la decisión de la corte federal de distrito que sostuvo el fallo original del INS fue inadecuada en cuanto a expresar las muchas dudas referentes a las circunstancias que produjeron el naufragio en el que Elisabet Brotons perdió su vida, o sus deseos de llevar sano y salvo a Elián a las playas norteamericanas, sin mencionar la discusión sobre el tipo de vida que aguarda a Elián si su padre se lo lleva.

El mismo fantasma de Bahía de Cochinos alimenta un impulso colectivo. Exiliados cubanos, como yo, han seguido la tortuosa lucha legal de más de cuatro meses para obtener asilo político para Elián como si se tratara de un familiar. También vimos los dos intentos del gobierno por frustrar el temido día de Elián en la corte, así como el derecho de la familia González a reunirse y junta decidir su destino, como otra traición histórica por parte del gobierno de los Estados Unidos.

Después de haber obtenido hace cuatro años la Ley Helms-Burton --que fortalece el embargo económico norteamericano-- los exiliados cubanos ahora ven el caso contra la petición de asilo de Elián como un revés y como la creación de un injusto camino de obstáculos que complace al dictador cubano. El hecho de que el abogado de Juan Miguel González, Gregory B. Craig, tuvo como ex cliente nada menos que al presidente Clinton aumenta la percepción de confabulación.

Para la mayoría de los norteamericanos, la lucha por Elián González se presenta como un claro caso de custodia que le pertenece únicamente al padre sobreviviente. Pero al final la impaciencia de los americanos con el caso, conjuntamente con su sensacional circo de prensa, podría tener que ver más con los fantasmas de nuestras recientes frustraciones legales en el país --desde las del propio presidente hasta Columbine-- que con los méritos de la orden de deportación. Enfrentados con una serie de infracciones por parte de los funcionarios electos, los norteamericanos quieren, con razón, que se ponga fin a todo esto. Piden que la ley defina los parámetros sin perder un minuto, aunque eso signifique infligir daño sicológico permanente a un inocente.

Otras de esas frustraciones son las medidas del INS en cuanto a la inmigración ilegal y la percibida amenaza de Castro de desatar otro éxodo masivo. No obstante, pisotear los derechos del niño y de una familia en suelo norteamericano, sin permitir el proceso debido no ofrece una forma saludable de lidiar con esos traumas históricos.

Tradicionalmente los cubanoamericanos han actuado dentro del sistema, lo que explica nuestra relativa prosperidad entre las minorías de EU. Culparnos por el deseo de hacer que el sistema también funcione para Elián es negarnos el derecho a ser parte de la organización política norteamericana, o culparnos por nuestras raíces nacionales. Necesitamos que la rama judicial, no la ejecutiva, maneje esta tragedia familiar. Sólo entonces Elián dejará de ser víctima de los comerciantes de la prensa, o icono de comunes pesadillas.

Catedrático y editor.

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