Por Silvia G. de Veinsten Especial para La Nación Line. Abril 14
Elián González es hoy una noticia que nos señala cuán poco importa lo que le pase a un niño que se halla en el medio de litigios adultos.
Al igual que en muchos divorcios contenciosos, las ideas directrices de los padres parecen ser las afines a ganar a la otra parte la tenencia de los hijos, que resultan ser, de este modo, en los actos, más una propiedad que una persona.
Elián ha vivido la separación de sus padres, la huida de Cuba y la horrorosa muerte de su madre.
Con eso solamente bastaría para tratar de cuidarlo y ubicarlo en el lugar y en el tiempo que necesite para poder elaborar los duelos que se unen al horror de lo que presenció.
Sin embargo, de toda su existencia y su presencia se ha hecho un capítulo político donde los diferentes intereses, aun el de las empresas norteamericanas que quieren establecerse en la isla, parecen identificarse más con los tiburones que con las personas que quieran
ayudarlo.
Si sabemos acerca del sufrimiento de los hijos en el divorcio, si entendemos que un niño criado en la violencia va a sufrir durante toda su vida los efectos de ésta, seguir con esta situación no solamente nos asombra sino que nos acongoja.
Si es como afirma la monja Jeanne O'Laughlin, Elián está bajo tanta presión que tiene dificultades para vestirse, o requiere seguir en una situación de dependencia regresiva, o está cayendo en una depresión que requiere reconsiderar todas estas
actuaciones de su entorno.
Quienes trabajamos con la violencia familiar sabemos que por más suministro de afecto o bienestar de objetos que se le den, para Elián, como otros niños emergentes de la pelea, hay un agujero de pérdidas y un capítulo confuso que le costará entender y
afrontar.
Base de la identidad
Entendemos que las identificaciones no solamente se dan con las personas, sino con los vínculos que se establecen alrededor de quienes se están criando.
Si esto es así, la extrema atención que él recibe en estas escenas de contiendas puede fijar para su futuro la pelea o la victimización como base de su identidad. La primera posibilidad lleva a ser violento; la segunda, a colocarse en situaciones de peligro o de
accidentes como reacción a una depresión. Para la mente de un niño, estar en el medio de este tipo de problemas puede resultar su modo de ser o estar en el mundo.
Nunca como ahora parece resurgir el problema de las madres ante el rey Salomón. Sería importante saber a quiénes de todos ellos les interesa más proteger la integridad del niño, y a quiénes dividir su presa.
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