Trasnochar con la pantalla chica
Tania Díaz Castro, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, abril - El miércoles 5 del actual mes los trabajadores y estudiantes cubanos, fanáticos de las telenovelas, pudieron ver el capítulo No. 66 de "El Rey del Ganado" -programado para las 9:20 p.m.- a las doce de la noche. O sea, que a la una de la madrugada
pudieron ir a la cama para levantarse cinco o seis horas después y asistir al trabajo o a las aulas.
Esto no es una excepción en la programación televisiva. Desde el año 1959, fecha que toma el poder Fidel Castro, suya es la televisión y no sólo para disfrute del pueblo, como lo fue siempre.
Nuestra televisión es un medio de difusión que sirve principalmente para el adoctrinamiento ideológico de las masas. Tiene su patrón: el presidente del país, quien además es el dueño del resto de los medios de difusión, producción o
planteles de estudios.
Por esta razón, el miércoles 5 la novela pudo verse a partir de las doce de la noche, puesto que durante horas, la televisión estuvo a disposición de su único jefe.
La agonía que sufre el pueblo desde que a la madre de Elián se le ocurrió llevar al niño hacia un país libre no se debe, aclaro, a que el niño no haya regresado, sino a la alteración constante que sufre la programación de la televisión,
sobre todo con las novelas, dejando para la madrugada los mejores programas.
Pero este mal del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) no es nuevo, pues hace 41 años que padece de insomnio. En los cinco años que trabajé en él aprovechaba las reuniones para plantear siempre lo mismo: por qué las mejores películas y
los mejores programas se ven tarde en la noche, por qué los únicos dos canales con que cuenta la población transmiten la misma programación política sin ofrecer opción a quien en esos momentos prefiere otra cosa.
Nadie me respondía. Es posible que hasta pensaran que yo era una extraterrestre disfrazada y "colada" en este planeta, husmeando barbaridades. Poco a poco, me fui dando cuenta de todo. Comencé a percatarme de que en cualquier despacho sólo estaba la secretaria en
horas de la mañana. El jefe, o llegaba después de almuerzo o justo a la hora de almorzar. Supe además que Castro tiene la costumbre de acostarse tarde, por tanto muchos dirigentes hacen lo mismo. ¡Qué remedio!
A partir de esos descubrimientos no hice más preguntas. La televisión era un fidelísimo reflejo de las costumbres de arriba y los trabajadores y los estudiantes podían llegar con sueño a sus centros. Eso no tenía la menor importancia.
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