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Abril 13, 2000



Las dos madres de Elián

Belkis Cuza Male. Publicado el jueves, 13 de abril de 2000 en El Nuevo Herald

En la jerga de la filosofía marxista existe un término --agente de la historia-- que me gustaría utilizar aquí. De este modo son nombrados los que promueven, consciente o inconscientemente, cambios dentro de la sociedad, especialmente cambios cualitativos. En términos de esoterismo, se habla de sincronización, de aparentes casualidades --que no lo son--, y que harían posible el que determinadas personas, o determinadas cosas, concurrieran en un momento clave y desencadenaran otros hechos. En este caso, la sincronización trabaja para la Ley del Karma. Esa misma sincronización, estudiada ampliamente por el sicólogo Jung, no es obra de la casualidad, sino de la providencia, que intenta poner orden en el aparente caos del universo. Y siguiendo el apelativo marxista podríamos decir que el niño Elián González es ``un agente de la historia'' y que también lo es en primer lugar su madre, Elizabet Brotons, fallecida en el intento de escapar del comunismo junto a su hijo. Y no es menos cierto que la extraordinaria sincronización de hechos ocurridos en torno a Elián y a su milagrosa sobrevivencia los convierten a ambos en ``agentes de Dios'', para parafrasear el término.

Pero me gustaría detenerme en esa joven madre, muerta frente a las costas de la Florida, y de la que nada sé. He visto una foto suya en la revista People, no muy clara, junto a algunos de sus compañeros de trabajo en la playa de Varadero, pero nadie se ha propuesto mostrarnos a la verdadera Elizabet. Resulta imperdonable que ningún periódico ni revista de este país haya tomado interés en la madre de Elián, que no se muestren sus fotos de infancia, ni de sus años de escuela; que no hayamos visto las que se tomó el día de la boda con Juan Miguel González. Que la prensa, siempre tan ávida de novedades, haya sido tan parca y mezquina al hablar de Elizabet Brotons.

Por desgracia, al que más hemos oído es a Fidel Castro, que incluso ha llevado la cuenta de los siete abortos espontáneos que sufrió la pobre muchacha. En un intento por mostrarnos no a una adversaria, sino a una joven sufrida y buena, enfrascada en lograr concebir un hijo, Fidel Castro no nos dice que Elizabet era miembro del Partido Comunista --¡cuántos jóvenes cubanos como ella tienen hoy día que aceptar la militancia comunista para poder obtener un trabajo en el área del dólar!-- ni tampoco que fue una mujer abusada y golpeada por su ex marido, el padre de Elián. ¿Quién lo duda? ¿Acaso no se reconoce a simple vista en Juan Miguel González al machista típico, con vocabulario barriotero? Por algo se divorciaron él y Elizabet, y por algo también --obligada por las circunstancias-- seguía la joven viviendo y durmiendo en la misma cama de su ex esposo después de la separación. Hasta que encontró fuerzas para romper y comenzar una nueva vida y liberarse así física y mentalmente del hombre con el que había vivido trece turbulentos años. Todavía, a estas alturas, Juan Miguel González habla de Elizabet Brotons con el orgullo machista de la posesión, como el que se estuviese refiriendo a un objeto que le perteneció durante trece años de convivencia y le siguiera perteneciendo más allá de la muerte.

Conocemos, por desgracia, los improperios de Fidel Castro. De su boca hemos oído que el nuevo compañero de Elizabet era agresivo, matón y que la obligó a irse clandestinamente del país. Pero, los verdaderos motivos --y eso lo sabe todo el mundo-- son otros. El único acusado debería ser Fidel Castro.

Elizabet Brotons, señor tirano, estaba en primer término harta de usted, y de ese Juan Miguel que ahora viene a reclamar a su hijo. Estaba harta de las colas, de la búsqueda de dólares para poder comer, de los sacrificios inútiles, y por eso planeó irse del país del único modo en que podía. Nadie la obligó a marcharse más que Fidel Castro, el mismo que manipula al padre de Elián.

Y ahora, al cabo de cuatro meses de la tragedia --perdónenme si peco de sentimental--, y del rescate de Elián, veo a Elizabet Brotons en los ojos de su hijo. Sé que lo acompaña día y noche, que lo protege, que le canta canciones, que le habla al oído. Y, ¿saben qué? La veo convertida, trasmutada, en Marisleysis González, la joven prima.

No es difícil creer que Elizabet, el espíritu de Elizabet, esté ejerciendo su rol materno a través de Marisleysis. Como dos actrices interpretando un solo papel. Marisleysis no es una madre sustituta, ni simbólica, sino la verdadera madre de Elián, que ha recibido en ella, como se recibe la gracia de Dios, el espíritu de Elizabet. Una especie de reencarnación, por llamarlo de algún modo comprensible. Convertida ahora, tras la muerte física de la otra, en una madre liberada de las garras del comunismo y del tirano, capaz e inteligente, que ha sabido afrontar con mucha clase todos los embates castristas. Porque recordemos que, de otra forma, también ella escapó del comunismo, y siendo una cubana crecida en este país ejemplifica con su madurez lo mejor de la juventud cubana de todos los tiempos. Da gusto ver cómo ha rescatado a Elián de las garras del dolor, cómo ha enfrentado a la prensa, y cómo --a sus pocos años-- se desenvuelve profesionalmente y se muestra sencilla e inteligente en la entrevista con Diana Sawyer.

Arrancar a Elián del lado de Marisleysis es matar por segunda vez a su madre. Es crearle un nuevo trauma al niño. Y puedo imaginar lo que será para la muchacha esta separación. Ya lo hemos visto, no ha resistido la presión de los últimos días y ante la inminente ida del niño se ha enfermado. Da pena verla con máscara de oxígeno en esa camilla que la lleva al hospital. Da horror pensar que, como los estigmatizados, la joven está sufriendo en carne propia los tormentos de Elizabet Brotons.

¿Quién puede dudar de la extraña simetría entre Elizabet Brotons y Marisleysis González? Sus vidas convergen en un punto, como dos líneas que se encontraran en el mapa terrible de la vida de Elián y de todo un pueblo. Marisleysis y Elizabet son mujeres ensartadas en el destino esotérico de nuestra patria. Ambas representan a una generación de mujeres jóvenes que viven y luchan como expresión tierna de lo indomable.

Algún día habrá que rendirle un justo homenaje de desagravio a Elizabet Brotons, y otro no menos merecido a la joven Marisleysis, que no ha vacilado en darle vida al sueño de una madre.

Elián --no lo dude nadie-- no va a quedar huérfano de nuevo. No habrá naufragio, ni muerte, ni manipulación política capaz de separar al pequeño del espíritu de su madre. Sus ojos tristes, más tristes que nunca, nos revelan una verdad muy grande: el fin del comunismo en Cuba está muy cerca. Puede que esta nueva separación sea brevísima. ¿Y quién duda de que con los años, Elián se convierta en el presidente de su país, libre ya del comunismo?

belkisbell@aol.com

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