Juan Miguel y el fantasma del Mariel
Tania Quintero, Cuba Press
(Vivencias de una "tribuna libre" en el interior de un Chevrolet de los años 50).
LA HABANA, abril - "Al fin, carajo, ese pendejo se fue a la Yuma (Estados Unidos) a buscar a su hijo", expresa en voz alta un viejo mulato con una gorra de los Marlins. Hasta ese momento, los cinco pasajeros y el chofer disfrutábamos callados de la brisa matinal de este jueves
6 de abril, un día después de que un tardío frente frío refrescara la calurosa capital cubana. En la "cassetera" del viejo auto americano el mexicano Luis Miguel canta un bolero.
Una señora igualmente mestiza, pero muy emperifollada para la hora, sentada al lado del viejo en la parte delantera, comenta: "Juan Miguel debió haber ido para Miami enseguida. Si él lo hubiera hecho, nos hubiéramos evitado todo esto". Un joven negro
deportivamente vestido replica: "Ay, señora, ¿en qué mundo usted vive? Si el padre de Elián se hubiera ido para allá a los pocos días de la tragedia, le hubiera quitado a Fidel Castro la posibilidad de organizar este show. ¿O es que usted no se ha
dado cuenta?". Una muchacha de la raza blanca con uniforme de un hotel cinco estrellas añade: "A Fidel y a la gente de Miami, que bastante política ha hecho con este caso".
El chofer, también blanco, aprovechó el semáforo de 10 de Octubre y Vía Blanca para dar su opinión: "El problema es que parece que los comentarios que ha habido sobre Juan Miguel eran ciertos y lo que pasaba es que a él no lo dejaban ir a Estados
Unidos, por temor a que se quedara". El viejo vuelve a la carga: "Nunca he dudado que él es un buen padre, pero si de verdad tuviera cojones, aprovecharía para quedarse en la Yuma con su mujer, su otro hijito y con Elián. Porque allá van a vivir mejor que aquí".
"Bueno, no sé que le diga -responde su vecina de viaje- porque según tengo entendido la familia de Elián está viviendo requetebién en Cuba. Tengo conocidos en Cárdenas y me han dicho que tienen la casa cerrada y están en La Habana, en una
residencia de protocolo. Y que a Juan Miguel le dieron un carro". La muchacha que labora en turismo asiente: "Es verdad. Ya ellos no son la familia común y corriente que vivía en un pueblo del interior. Ahora son unos personajes".
El joven de aspecto deportivo reafirma: "Con todo y eso, comparto lo que dice el abuelo, de que allá siempre van a estar mejor que aquí. No sólo porque van a tener muchas más cosas, sino porque van a ser libres. Van a poder decir lo que quieran y viajar a donde
deseen". El chofer pone el punto final: "La cuestión no es si Estados Unidos es un país mejor o peor para vivir, sino que Elián le pertenece a su padre, donde quiera que él decida residir".
El recorrido del taxi particular, iniciado en La Palma, termina en el Parque Central. A pocos metros se divisa la estatua de José Martí y unos turistas tomando fotos. Muy cerca, la gritería habitual de la peña deportiva que allí todos los días tiene
lugar. El tema no es Elián, sino la pelota. Me acerco y oigo que están hablando de la recién inaugurada temporada de Grandes Ligas. Un hombre obeso y sesentón toma un papel ajado y lee los resultados de los juegos de la noche anterior, obtenidos del programa Buenos días,
América de la VOA.
Me alejo y bajo por Prado en busca del Malecón. Hace apenas cuatro días se cumplieron veinte años del incidente de la Embajada del Perú, que desembocó en un éxodo masivo por el puerto del Mariel. Dos décadas después, con cientos de miles de
cubanos en la diáspora a partir de 1980, estamos en el mismo punto de partida, con la misma problemática migratoria y el mismo deseo de la mayoría de la población: emigrar hacia Estados Unidos, legal o ilegalmente.
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