Rostro de una sociedad en crisis
Rev. Pedro Crespo Jiménez, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, abril - Según el diccionario, violencia es todo aquello que está fuera de su natural estado, situación o modo. Hoy día hay muchas cosas violentamente arrancadas, desquiciadas, descentralizadas. Sin embargo, no todos los días hay tiros ni peleas en el
barrio. Pero sí hay frustración, angustia, agresividad, violencia, todos los días.
Es una violencia menos detectable, pero virulenta. Es como la subida de la fiebre. Es como una marea maldita. Es el avance del mal que se va apoderando poco a poco de muchos cubanos y llega a la convivencia diaria: la falta de alimentos, la frustración, la angustia, el incremento de la
represión, el malestar se va generalizando y se siente en las conversaciones y se percibe en los rostros tensos y, sobre todo, en la desesperanza manifiesta de la juventud, que se palpa en cualquier esquina de La Habana. En zonas marginales como La Victoria, San Leopoldo, Párraga,
Mantilla, Pogolotti y El Fanguito se van formando grupos de jóvenes cuyas edades van de los 14 a los 20 años. Día tras día se sientan en las esquinas para ver pasar el tiempo, para hablar sobre moda, autos o cosas que no poseen. Muchos viven el presente como zombis. El
mayor porcentaje de alcoholismo, sida y suicidios ocurre entre la juventud.
Para muchos, el futuro está vinculado a ganar el sorteo de visas para residir en los Estados Unidos. Para otros, la mariguana y el alcohol constituyen su mayor distracción. El 87% de los matrimonios cubanos viven "agregados", es decir, no poseen hogar propio. Un total de
23,000 núcleos familiares (con 88,000 personas) necesitan albergue.
Son cosas ya desgraciadamente cotidianas, que no son noticia, pero siguen avanzando, corroyendo las reservas de la vida y de la esperanza de nuestro pueblo.
No es fácil. Hay que ir sacando de raíz muchas malas mañas que se han ido enterrando en nuestra tierra y prosperan en la oscuridad. Hay que allanar nuestras relaciones, quitando obstáculos. Hay que dejar expedito el camino del bien, de la convivencia y de la libre
circulación. Hay que deshacer muchos "entuertos" y demasiadas cosas enmarañadas y planeadas con alevosía increíble y criminal. Hay que derribar muchas construcciones de la soberbia, muchas empalizadas, cercas y divisiones, tanto egoísmo que margina y
oprime.
Y después... edificar y plantar la sociedad donde reine el amor. Se hace urgente una real apertura que propicie una transición pacífica hacia una sociedad más justa y democrática.
En esta gestión ciudadana no estamos solos. Tenemos la promesa del Señor, que nos dice: "No tengan miedo, que yo estoy con ustedes".
La Iglesia en Cuba quiere anunciar la Buena Noticia de Jesucristo de forma profética, participativa, encarnada e inculturada, y deseamos que estas aspiraciones se traduzcan, a partir del Evangelio, en cuatro grandes proyectos: ante un hombre herido por el pecado personal y social que
busca sentido a la vida, un proyecto de anuncio de la persona y del mensaje de Cristo que lo reconcilie con Dios; ante un hombre en ciertos aspectos despersonalizado y empobrecido por las fallas de un modelo totalitario, represivo y reductivo, ya en franca descomposición.
Queremos establecer un proyecto de promoción humana integral que reconcilie al cubano consigo mismo y con su historia, un proyecto de humanidad que reconcilie a las personas entre sí en el seno de nuestro pueblo, ante los atentados a la vida y a la naturaleza que hoy tienen lugar
aquí, un proyecto de cultura de la vida, que reconcilie al hombre con la Creación.
Todo pueblo necesita vivir en la esperanza. Tenemos la serena convicción de que el Señor extiende su mano solidaria sobre nosotros, que estos proyectos abrirán, por la gracia de Dios, nuevos caminos a la Esperanza, y desaparecerá el rostro que hoy muestra nuestra
sociedad en crisis.
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