Jose Antonio Zarraluqui. Publicado el jueves, 6 de abril de 2000 en El Nuevo Herald.
Es tan intenso el amor filial del pueblo cubano en la isla por Elián el balserito, y tan honda la nostalgia que experimentan por él en especial los niños, que su colega de pupitre Hánser Muñiz y otros alumnos de alrededor de seis años hay momentos en que
no pueden más de la emoción y sin quererlo se hacen pis.
En su carrera de autosuperación constante Granma online, órgano oficial del comité central del partido comunista de Cuba, ofreció el otro día una crónica que no tiene desperdicio. Asaz conmovedora. Es sobre los preparativos que se adelantan en Cárdenas
para trasladar lo más representativo de la destartalada población a Washington --it takes a village-- con el fin de contribuir a una transición lo menos lesiva posible para Elián desde los horrores que ha vivido en el país de la abundancia, los Estados Unidos,
hacia lo que le espera en el de su nacimiento. Y lo más representativo de los cardenenses son los amiguitos y compañeritos de escuela de Elián, si bien los adultos experimentan sentimientos de parecida intensidad y todos quisieran apuntarse como voluntarios en el batallón
de rescate que Fidel Castro ideó enviar a la mismísima ciudadela del imperialismo. ¡Vaya si sí!
Los condiscípulos de Elián son presas de una gran consternación por estar separados de él. Y no disminuyó la tensión cuando supieron que irían al rescate del amigo raptado por Miami con el pupitre de Elián a cuestas. Al contrario, la emoción
les subió a tal punto que a ver si le da un patatús a una de las criaturas. Esperemos que no y que, si al fin viajan, viajen todos con buena salud.
Aunque van a constituir un problema. Imagínense la sección de intereses de Cuba convertida en escuela revolucionaria en territorio enemigo, los chorritos de pipí por dondequiera y las maestras, en vez de enseñar a los pupilos los sonidos ga y gue, que es por donde
ahora va el curso, con el balde y la fregona secando rincones y pasillos. No digo yo si tiene que ser grande el número de delegados: exclusivamente para limpiar el piso se necesitará un regimiento. También hará falta un sargento a cargo de los orinales, que vele porque
cada alumno, además de con su lápiz y sus libretas cargue con su recipiente. Una sugerencia para que las mochilas no pesen demasiado a los pequeños: que les coloquen las bacinicas en la cabeza --lo cual por otra parte parecerá muy apropiado, dado lo combativo y arriesgado
de la misión que protagonizarán. Cada Hánser con su caco pueto.
Porque díganme ustedes si cualquiera resbala en un charco de orines y se rompe la crisma. ¡Ah, los cien ojos del Argos verdeolivo, la vista de águila del comandante en jefe, que ya lo previó todo! ¿No propuso sabiamente desde el principio que, junto a la escuelita,
había que establecer un hospitalito? Si eso no se llama poseer visión y luces de largo alcance no sé cómo se llamará.
Los únicos que faltan en el batallón de apoyo, junto a lo más tierno de la niñez cubana, son los representantes del sector más viejo. No estoy sugiriendo que saquen a cuatro ancianos de un asilo y los planten de florones en el hospitalito del nido de víboras
y espías de la sección de intereses, para compensar. Aunque si los mueven acompañados de las monjitas que los cuidan el conjunto va a lucir bonito y de lo más conmovedor --otras doce visas, please. Sí se pudiera, en cambio, incluir a Compay Segundo y Buenavista
Social Club para asegurar el frente de la recreación y para que la afinación sea completa.
Es triste que la política exterior de la única potencia mundial hacia Cuba la determine de un tiempo a esta parte una mafia. El gang de La Habana parece capaz de conseguir casi cualquier cosa de la administración Clinton. De momento el INS y el Departamento de Estado han
dicho que no contribuirán a la pachanga castrista en la capital de los Estados Unidos concediendo visas para toda la comitiva del pupitre, pero está por verse, puede que todo se ande. Y el carnaval que sacude y atormenta incesantemente la isla hace cuatro meses tal vez estremezca muy
pronto Washington, D.C.
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