Mesa redonda
Manuel Vázquez Portal, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, abril - Me marea tanta información sobre el caso Elián González. En la baraúnda de datos, cables, chismes, dimes y diretes, se pierde hasta el más listo. No hallo manera de acopiar tantas horas-lenguas sin que me aplaste la abrumadora carga de
opiniones, encuestas, crónicas, reportajes, tribunas y mesas redondas. Es como si la ocupación nacional fuera charlar sobre el niño salvado de las aguas. Cientos de personas han hecho del pequeño náufrago su empleo, su meta y su consigna.
Y es la mesa redonda, precisamente, la que más me abruma. Ver cómo circula, recircula, torna y retorna un mismo tema sin que se llegue nunca a la médula del asunto, me parece el cuento de nunca acabar. Un juego retórico de argucias y galimatías me parecen las
intervenciones supuestamente académicas que no hacen más que, con sutilezas torpes o sofismas primitivos, apuntalar una postura política que haga aparecer como juiciosos, científicos, legítimos, los criterios expuestos.
La mesa es de una redondez tan perfecta, tan falta de contradicciones, tan llena de criterios unánimes que, más bien, parece un círculo vicioso en el cual cada participante no aspira a más que a sorprender con su locuacidad y apego a la línea trazada de
antemano por el Gran Guionista.
A ninguno de los abogados, psicólogos, pedagogos, periodistas, políticos, que han desfilado frente a la televisión cubana, se les ha ocurrido pensar que el pueblo, a sotto voce, opina que para el Gobierno lo verdaderamente importante no es que regrese o no el niño,
sino ganar esta batalla publicitaria en que se ha logrado involucrar a gran parte de la opinión pública internacional con un asunto tan sensible como es la imagen de la familia, y en la cual ha resultado favorecida la oficialidad nacional.
El asunto de que el niño regrese o no ha pasado a un segundo plano, aún cuando quieran hacerlo aparecer como el centro de sus preocupaciones, por medio de Elián se han canalizado otras aspiraciones de corte político en cuanto al diferendo Estados Unidos-Cuba que nada
tienen que ver con la reinserción del niño a su familia.
Más de cuatro meses de show y letanías han sido suficientes para que la gente, en la calle, desee que termine de una vez y por todas el espectáculo. Sin embargo, ya avisoran que tendremos Elián para rato. Juan Miguel González, el padre del niño, vuelve a
ser el horcón donde se enreda la pita.
Primero el querido papá se negaba a pisar suelo norteamericano. Luego decidió viajar acompañado de una gran corte, y ahora, después de conocida la decisión de que sólo lo acompañen cinco de las personas solicitadas, insiste en que deben acompañarlo
todas. He ahí la trampa. Si no van ellos, no voy yo. Y puede volverse a trabar el asunto. Hasta que otro rejuego vuelva a detener el proceso, y así hasta donde dé aceite el ladrillo. Lo importante es mantenerse en el escenario internacional y Eliancito, el pobre, es el mejor de
los motivos.
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