Marifeli Perez-Stable. Publicado el miércoles, 5 de abril de 2000 en El Nuevo Herald
La problemática del siglo XIX cubano sobre nuestro status político se desarrolló bajo las mirillas imperiales de España y los Estados Unidos. Anticipadamente aprendimos los cubanos una lección que sólo impartiría la centuria siguiente: a las
naciones pequeñas no les queda otro remedio que andar los pasillos de las grandes capitales a fin de defender, definir y hacer avanzar sus intereses. Cuba se conformó extramuros en Madrid, Washington y Nueva York casi tanto como en La Habana, Santiago y Camagüey. Los autonomistas
fueron los grandes, si bien frustrados, reformistas de la condición colonial; relegaron a los Estados Unidos a un segundo plano. En contraste, el separatismo en sus dos variantes --el anexionismo y el independentismo-- puso su mirada en los Estados Unidos; la ruptura con España era
imprescindible.
El anexionismo --cálculo y no sentimiento, según afirmara Gaspar Betancourt Cisneros en la famosa polémica con José Antonio Saco-- abrigaba dos corrientes: una que abogaba por una negociación que les permitiera a los Estados Unidos comprarles la isla a España
y otra que propiciaba una invasión como primer paso hacia la incorporación a la unión norteamericana. Los anexionistas representaban las opiniones más disímiles referentes a los temas candentes del momento: la esclavitud, la trata y la democracia. Unos buscaban la
anexión por puros intereses económicos y por temor, sobre todo, a repetir en Cuba la experiencia haitiana; otros se horrorizaban con la penosa experiencia de las jóvenes repúblicas latinoamericanas y preferían añadir Cuba a las estrellas de una unión
democrática que el riesgo de convertirla en una república más corroída por caudillos y conflictos civiles. Por razones tanto ajenas como propias a Cuba, la anexión no se dio. No obstante, el anexionismo nos dejó un legado importante. Sus proponentes actuaron
desde los Estados Unidos e incluso, a veces, a contrapelo de Washington. El fracaso llevó a los sectores más radicales a valorar la autodeterminación sin fiarse demasiado ni de la brújula norteña ni de las negociaciones. En ese sentido, el anexionismo es precursor
del independentismo radical.
La década del 90 decimonónico destaca dos logros políticos notables de los cubanos en los Estados Unidos. El primero fue el Partido Revolucionario Cubano. El gran mérito de José Martí fue el confederar las encontradas corrientes de la diáspora en
lo que probablemente fuera el primer movimiento de liberación nacional del siglo XX. El genio y la figura de Martí en sí no explican este logro singular. Una amalgama de condiciones lo hizo posible: la intransigencia política de Madrid (o su tardía transigencia);
la recesión económica provocada por la revocación desde Washington de la reciprocidad arancelaria; la incompetencia española para proteger los intereses azucareros; la capacidad movilizativa de recursos humanos, materiales y de opinión del PRC; y, sobre todo, la
gradual ascendencia de la independencia en la sociedad cubana como la única alternativa viable al integrismo español. Esta confluencia produjo un consenso acerca de la necesidad de retomar las armas en el camino hacia la independencia. El otro logro notable fue el cabildeo dirigido por
el PRC de Tomás Estrada Palma en Washington, Nueva York y ante la opinión pública norteamericana a fin de alcanzar el reconocimiento de la beligerencia en Cuba, el apoyo al ejército libertador y, de ser necesario, la intervención militar de los Estados Unidos Hacia
fines de 1897 la guerra estaba estancada: los mambises controlaban los campos, España las zonas urbanas. Se habían asumido pérdidas terribles: la guerra, la reconcentración, el hambre, las enfermedades y la tea incendiaria habían cobrado un costo no anticipado en
1895. Próximos al 98, Máximo Gómez y el ejército libertador también subscribían la intromisión nortemericana para darle el tiro de gracia al colonialismo español; los autonomistas, es preciso recordar, fueron los únicos que detonaron la
alarma contra la injerencia de Washington. El esfuerzo del PRC ante los políticos, la prensa y la opinión pública en los Estados Unidos casi seguramente también representa un adelanto al siglo XX. ¿Hubo algún otro país latinoamericano que en tan
temprana fecha moviera tan hábilmente tantas fichas en el tablero norteamericano?
En la antesala que eventualmente hizo posible la república se destaca el papel que los cubanos en los Estados Unidos jugaron en la década de los 1890. Imaginación, voluntad y valentía hicieron del PRC y el lobby logros políticos extramuros que contribuyeron
decisivamente a desatascar viejas polémicas, a movilizar múltiples recursos y a despejar el camino hacia la independencia.
Marifeli Pérez-Stable se encuentra en la Florida International University durante el año 2000 bajo los auspicios de la National Science Foundation. Prepara una historia política de la república (1868-1960).
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