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Abril 4, 2000



Diario de Fidel

Alejandro Martínez Ubieda. El Nacional - Martes 4 de abril de 2000.

Durante los actos conmemorativos de los veinte años de la primera estación humana en Júpiter, la "Guarulhos II", ejecutada por el gobierno de Brasil en el 2015, Itamaraty organizó un importante evento en el que los más calificados estudiosos latinoamericanos presentaron un conjunto de ponencias que facilitan la comprensión del devenir histórico del continente americano en el siglo pasado. De particular relevancia fue la intervención del representante cubano, quien analiza la situación de su país a la luz de la personalidad de Fidel Castro Ruz (1927-2006), quien gobernara la isla durante un prolongado período.

Los aportes del notable académico Norberto Quintanales a la reconstrucción de la historia cubana, y en particular al período 1958-2001 han sido, sin duda, fundamentales para comprender las claves que permiten un análisis conciso de una etapa de la vida de ese país que estuvo particularmente signada por el secreto y la intriga. Sus obras El ocaso de una nación (2020) y El Autoritarismo Barbado (2025) se han convertido, casi desde su publicación, en obras de lectura obligatoria en las facultades de historia de los sites del mundo. El análisis de Quintanales, por otra parte, no se limita a las fuentes oficiales, más bien escasas, sino que entra a considerar los elementos personales, informales, para construir a partir de ellos una comprensión profunda de la historia.

En el evento ya citado, Quintanales presentó su más reciente obra Castro Ruz y Latinoamérica (2034), en la que realiza un notable trabajo interpretativo a partir del diario íntimo del personaje, que aunque escrito en diferentes periodos es básicamente completado en 2005, en el hogar geriátrico Nuevo Miami, ubicado en las afueras de Cienfuegos. En efecto, Quintanales tuvo acceso al manuscrito encontrado por un tataranieto de Castro, en el que éste describe, con escalofriante sinceridad, los avatares de sus últimos años de gobierno. El capítulo LXXXVIII, titulado "Chávez y yo" llamó la atención de Quintanales. En él, Castro describe a quien gobernara brevemente la Venezuela de finales de siglo pasado: "Chávez es un gran revolucionario" escribió Castro en 1992, a poco del intento de golpe del comandante. En 1998, Castro expresa, con no poca emoción, "Este hombre es un portento, tiene verbo encendido y la vitalidad de un toro embistiendo contra el capitalismo, no rehuye la confrontación...".

Para febrero de 2000, hace casi cuarenta años, Castro señala "Hugo me llama frecuentemente para que vaya a una islita que conocí con CAP. ¡Qué cantidad de preguntas me hace! Que si Lenin, que si Engels, que si el Moncada...".

Ya en sus últimos días, Castro escribió con pasión febril. Solía amanecer frente al papel y sus reflexiones brotaban intempestivamente, cargadas de una sinceridad sorprendente. Uno de sus temas reiterativos, aparte del Ché, era Chávez. "A veces me parecía que Chávez me robaba energía... me hace falta un día en el que Chávez no hable de mí...".

El 7 de enero del 2005, entra Castro en un período depresivo intenso. Su médico, el doctor Juan Quesada, lo insta a tomar fuerte medicación a causa de depresión endógena. En ese tiempo, comienza a tener frecuentes delirios en los que confunde el pasado con el presente, rememora lo que considera fueron sus años gloriosos y se lamenta de lo que pudo hacer y no hizo. "Debí distanciarme de ese Chávez mucho antes; no era fácil. Aparte de que el halago permanente hizo mella en mí, la perseverancia con la que manifestaba su idolatría era bien recibida por la población. Es que el asunto llegó a niveles que no fueron manejables. Lo cierto es que cada vez que yo trataba de mejorar las relaciones con Clinton este hombre echaba todo a perder. Lo que nunca me queda claro es cómo pudo surgir un comunista cuando ya los que éramos, dejamos de serlo".

"Una mañana me llamó Cardoso, siempre tan sereno, y me dijo algo de Chávez, pero la verdad es que no le entendí mucho, creo que si le hubiera entendido las cosas habrían estado mejor, es que el portugués es extraño. Luego me escribió diciendo que él me había advertido...".

Su confesión más dolorosa, sin embargo, la hace al recordar su derrocamiento en el 2001: "nunca debí haber acordado con Chávez que cambiaría el nombre de cuba por el de República Martiana. Soportar la burla soterrada de los gringos fue demasiado; decían con cinismo "Allí van los marcianos". Caí de la manera más tonta y quedé completamente aislado, ya no tenía a CAP ni a los mexicanos para dar una mano."

Quintanales termina el capítulo con una frase sencilla, contundente: "parece que a Castro le pasó con Chávez lo que a muchos otros...".

amart1@cantv.net

(c)Copyright 1999. CA Editora El Nacional.

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