Pisoteados los derechos de Ariel
Héctor Maseda, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, abril - Actuar con justicia en Cuba es casi milagroso. El odio y la amenaza, la intolerancia y el trato incorrecto, la falta de consideración y el irrespeto hacia los demás, asumir posturas inadecuadas y hasta indecorosas en ocasiones son las asignaturas que nos enseñan
a diario algunos de nuestros educadores. Esa fue la actitud tomada por la maestra de primaria Miriam García contra uno de sus pequeños alumnos. Los padres del menor, como respuesta, optaron por denunciarla ante la opinión pública internacional, luego de varios intentos
infructuosos en diferentes instancias del Ministerio de Educación cubano.
El reverendo Ernesto Páez Fernández, Ministro de la Iglesia Evangélica, nos refirió, lleno de dolor y rabia, la triste historia que persigue a su hijo Ariel Ernesto Páez Fleites, de 8 años de edad, desde que estaba en primer grado.
Todo comenzó cuando el pequeño ingresó en la escuela primaria "José Tudela" ubicada en la calle Heredia, entre Melones y Benavides, en la barriada de Luyanó, municipio habanero 10 de Octubre. Al inocente se le ocurrió decirle a su nada inocente
maestra que él creía en Dios y en Jesucristo porque lo habían salvado. La Sra. García olvidó su papel de formadora integral en ese instante, se puso el traje de ideóloga marxista -como le corresponde a todo buen fanático y militante del Partido
Comunista de Cuba (PCC)- y respondió al infante, como si estuviese ante el mismísimo diablo, que Dios no existía.
A partir de ese momento Arielito se ha visto forzado a realizar bruscos movimientos pendulares con su psiquis esponjosa, entre el ateísmo materialista, las humillaciones, faltas de respeto a su dignidad humana en formación, intimidaciones, amenazas y agresiones físicas de su
maestra, y la espiritualidad religiosa, la buena educación social, el amor, las frases cariñosas, el respeto a su condición de ser humano, la armonía hogareña y el calor familiar de sus padres.
Su cerebro en formación y desarrollo que busca nuevos conocimientos y que funciona como un gran plato receptor de ideas, debió perder su elasticidad al moverse entre la realidad hogareña y el mundo virtual impuesto por la política educacional cubana.
Lo cierto es que por mucho que se esfuerce el niño, estudie, se destaque entre sus compañeritos de aula, sacrifique horas de sueño y recreación, rinda buenas labores en la escuela, sea aplicado, responsable y disciplinado, no logra resultados positivos. Su maestra
responde con calificaciones de regular, no tiene un gesto de afecto ni estimula su tesón y sacrificios. Al parecer, ya está condenado a morir quemado vivo por haber cometido el abominable crimen de creer en Dios y en Jesucristo, pero sobre todo, por haberlo comentado en confianza con
quien no debió hacerlo.
Sólo un niño superdotado podría asimilar las grandes presiones a que es sometida su mente infantil. Los padres de Arielito llenan su pensamiento y memoria con ideas sembradas de las mejores intenciones. Poco después su maestra sustituye éstas por otras no tan
amorosas ni tan bien intencionadas. Y ocurrió lo que se esperaba: Comenzó a sufrir de convulsiones que fueron rápidamente atendidas por el Dr. Melián, neurólogo del Hospital Infantil "William Soler" de esta capital. Hizo rechazo a la escuela, se muestra
apático. Ha sido necesario someterlo al tratamiento psiquiátrico que con bondad y profesionalidad le brinda la Dra. Caridad Martínez de esa institución hospitalaria.
Los padres del pequeño Ariel, alarmados por esta situación, se han dirigido en varias ocasiones a la dirección del plantel educacional sin resultado alguno. Las señales recibidas indican que las añejas heridas ganan en cuerpo y dañan al menor. Incluso la
maestra llegó a citarlos para que explicaran por qué no pagan las cuotas voluntarias de las Milicias de Tropas Territoriales (MTT), a lo que éstos respondieron que esos fondos se destinan para la preparación de actos bélicos y que ellos, al contrario, se pronuncian
y actúan por la paz y el amor a la humanidad.
Recientemente la educadora García culpó al niño Ariel de ser el causante de la rotura de unos espejuelos en ocasión de haberse quedado el menor en compañía de otros infantes en el aula, cuando el resto de los pequeñitos asistían a la clase
de Educación Física. Con los menores no se quedo ninguna profesora o auxiliar docente. Sin embargo, el rechazo que la maestra siente hacia Arielito la llevó a levantar su dedo acusador contra él y a exigirle a sus padres que pagaran los 25 dólares estadounidenses
que, según ella, cuesta reponer las gafas. La maestra no estaba presente y no vio nada. El niño niega haberlos roto.
Los padres del educando se dirigieron una vez más a la escuela. El menor ratificó ante su maestra la inocencia que le asiste. Ella, por su parte, no da muestras de rectificar su injusta actitud ante el alumno. Para los padres resulta muy fácil trasladar al niño de
escuela y darle solución ellos mismos al problema, pero les duele que otros padres y sus menores hijos, que no estén identificados con el régimen sociopolítico imperante en el país, se conviertan en las próximas víctimas de las maestras que como
Miriam García, son intolerantes con los pequeños cuya educación hogareña no coincida con la política educacional. Hace apenas unos días se dirigieron al jefe del Departamento de Educación Primaria del municipio para exponerle el caso y buscar alguna
solución a este nivel.
Es lamentable que en Cuba se haga caso omiso del derecho de un niño de apenas 8 años, y que precisamente esta violación a sus derechos la realice quien tiene una gran responsabilidad en la educación y formación ético-moral que adoptará ese niño
en un futuro no muy lejano, para que sea un ciudadano ejemplar en todos los tiempos.
Conmovedora denuncia de un Ministro Evangélico / Lux InfoPress
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