CUBANET... INTERNACIONAL

Abril 3, 2000



El riesgo de otro naufragio

Por Miguel Espeche Especial para La Nación Line. 02.04.2000

No debe de ser fácil vivir en la piel de Elián en estos días. Como en antiguas civilizaciones, parecería que es ese niño, sobreviviente de una tragedia en las aguas que separan la Florida de su tierra natal, Cuba, el elegido para el holocausto que se ofrece a los dioses del egoísmo y la manipulación política.

El derecho, más allá de los defectos de aplicación que pudieran existir, abreva, sobre todo en los casos en los que la patria potestad y el bien de los niños está en juego, en un principio psicológico que es el de la identidad como base de la integridad inherente a todo sujeto humano. Es esa base la que está siendo herida en estos días.

Probablemente sean, sin embargo, los más divertidos tiempos que Elián haya vivido en su vida, envuelto en las novedades de un mundo de bienes que nunca tuvo en la isla. A pesar de eso, lo trágico de las circunstancias nos hace testimoniar el nivel de egoísmo que puede habitar en un mundo adulto que se llena la boca de principios que no cumple en los hechos.

Elián corre el peligro de ahogarse no ya en el mar que separa dos diferentes países, sino en el limbo de identidad que le ofrece el mundo adulto que no cumple con la ley por motivos espurios.

El discurso político sin corazón es sólo guerra. Y en medio de una guerra está un chico que, en un futuro, sabrá que no fue amor, sino mero uso, lo que determinó muchas de las conductas seductoras que pretenden confundirlo y "ganarlo para la causa".

Junto a su padre

Existiendo un padre en capacidad de criar, el niño debe estar con él. Eso dice la ley y está bien. Padres e hijos menores, salvo excepciones, que no parecen el caso, deben compartir circunstancias, siempre que los una el amor. Y nada hace pensar que no haya un vínculo afectivo hacia su hijo, más allá de los conflictos que pudieran haber existido con la madre de Elián e, incluso, más allá de las formas que, guiado por la desesperación o por la presión política, el padre use para ganarse la presencia de un chico rodeado por tamaño conflicto y tan cargado de simbolismos.

Si la voluntad de la madre era la de vivir para siempre en los Estados Unidos, y si esa voluntad ha encarnado en su hijo, no debe dudarse de que al llegar a la mayoría de edad el hoy apabullado chico encontrará la manera de conseguir plasmar su deseo.

Hoy debe estar con su padre, para no quedar herido en su esencia (bastante le costará, a esta altura, digerir lo ya vivido). Los gobiernos, que se suponen tutelan el cumplimiento de la ley, podrán colaborar permitiendo visitas que integren los pedazos hoy desgarrados y que simbolizan la herida de un pueblo, el cubano, sumergido en tantas contradicciones.

De esa manera se demostrará que no son meras palabras todas las que se dicen respecto del deseo de bien para un chico que hoy sonríe, pero que mañana cambiará esa sonrisa por un rictus amargo si no se respeta su origen, su identidad y su destino, usándolo como objeto por el solo hecho de que es pequeño, como si eso diera derecho a una manipulación que ni él ni ningún ser humano merece.

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