El pan malo de cada día
Tania Díaz Castro, PPDHC
LA HABANA, agosto - Gabriel Martínez Sosa es un cubano de a pie que
hace más de seis años ocupa un valioso tiempo en hacer cartas a
funcionarios del gobierno de la nación, para demostrarles "cuánto
le falta al pan nuestro de cada día" en peso, y yo diría
también en calidad. Cartas que, según la misma prensa oficial que
publica este hecho, jamás han sido respondidas.
Seguramente el nombre de Gabriel no le suena a ningún funcionario.
Están demasiado ocupados para tales asuntos baladíes. Pero Gabriel
Martínez Sosa continúa haciendo cartas, pues se empecina en que de
esa forma se puede resolver el grave problema del pan, uno de los miles que
recae sobre la población cubana de a pie.
Y es que el pan nuestro tan malo de cada día, es malo desde que
nacionalizaron las panaderías. Los más viejos recordamos el pan
aquel que se compraba en cualquier unidad, recién extra'ido del horno,
pues el dueño de 'estas no se robaba a sí mismo y procuraba además
que el pan tuviera el peso exacto y una excelente calidad, para no perder a sus
habituales clientes.
Aquel pan de antaño también lo recordamos de una variedad
deliciosa. Los había de higos, de huevo, candeal, de azúcar, genovés,
francés. En nada se parece siquiera al pan que se vende por área dólar,
aunque es un poco mejor que ese pan de munición, el de inferior calidad,
como el que se le da a los soldados y que hoy se distribuye a la población
de a pie: ochenta gramos por persona cada día. O sea, sólo para el
desayuno o la merienda.
Pero Gabriel Martínez Sosa, vecino de Santos Suárez, barrio
residencial del municipio habanero 10 de Octubre, continúa pesando su pan
día por día porque siempre descubre que le falta algo. Por
ejemplo, en los tres primeros meses del presente año le extrajeron a su
cuota de tres personas el equivalente a cuarenta panes. O sea, que no recibió
un producto que pagó y por el que seguramente esperó horas en una
cola.
El periodista que escribe la crónica del 23 de agosto, Félix López,
parece que se bajó ese día de una galaxia. El mismo dice que
recibió las quejas de Gabriel con dudas sobre la veracidad de sus
afirmaciones, cálculos y gráficos enviados en la carta.
Es posible entonces que este colega, en vez de andar La Habana, la
sobrevuele y no vea y escuche las quejas constantes de la población no sólo
del pan, sino de tantas cosas... ¿Acaso no consume el pan de todos, ése
que se desmorona sólo de sujetarlo con una mano? ¿Tampoco ha de
darse cuenta cuando los granos vienen acompañados de insectos como el
gorgojo, muy perjudicial por cierto? Su crónica da la medida de la
censura que aún existe en la prensa oficial.
Seguirá pues Gabriel, ese anciano de 82 años, enviando cartas,
con su manía de pesar su pan y también el periodista queriéndonos
tapar el sol con un mendrugo de pan socialista.
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