Viva Papá
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, agosto - Llega septiembre. Comenzará en Cuba el nuevo
curso escolar. Los niños, con el viejo uniforme, desteñido ya, del
curso anterior, volverán a las aulas. Los hijos de católicos, de
comunistas, de abakuás, de opositores, tendrán que repetir, aunque
no crean en él, el lema de todas las mañanas. "Pioneros por
el comunismo, seremos como el Ché", dirán mecánicamente
y las maestras sonreirán ante el coro unánime y monótono.
Comenzará otro curso de hipocresía y doble moral. Los chicos,
desde muy temprano, aprenderán a enmascarar sus verdaderos sentimientos,
sus verdaderos pensamientos. Los católicos, mientras sus padres les enseñan
a amar a Jesús, pronunciarán las frases del lema con un sabor a
vacío en sus labios; los abakuás olvidarán, por un momento,
las invocaciones a sus orishas y repetirán, como en una liturgia sin
sentido, las oraciones a un santo que no está en su panteón; los
opositores no tendrán otra alternativa que sumarse.
El afán, inherente a todo niño, de parecerse a su papá
quedará relegado, empequeñecido. La sagrada leyenda del héroe
estará por encima de cualquier mérito de los hombres comunes. Es
tan grande la imagen del modelo que les proponen que ya ninguno querrá
ser carpintero, noble oficio que le enseñara el abuelo a su papá;
ninguno deseará ser albañil o plomero, piloto o escritor. Alcanzar
la dimensión del mito que desde niño les inculcaron los llevará
directamente a la frustración. La sacralización que la propaganda
ha hecho del héroe lo ha dotado de rasgos inhumanos. Se darán
cuenta que es inimitable. Comprenderán que la frase mil veces repetida no
era más que una trampa que los despersonalizó.
No serán como sus padres, pobres mortales sencillos, ni serán
como el héroe, deidad inalcanzable, que los aplasta desde las primeras
letras y los primeros juegos.
Llega septiembre. Comenzará en Cuba el nuevo curso escolar. La
educación será gratuita, el adoctrinamiento obligado y la
frustración segura. Qué lejos están los días en que,
cuando se le preguntaba a un niño: ¿qué serás cuando
seas grande?, respondía: "Montero, como mi papá".
Entonces, lo sagrado era la familia.
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