Enrique Patterson. Publicado el martes, 29 de agosto de 2000 en El Nuevo Herald
Se ha pretendido degradar o negar los llamados ``logros'' de la revolución cubana; al final habrá que aceptar que existen y que constituyen la mejor inversión de Cuba en el futuro. Desconozco por qué el gobierno cubano y algunos académicos reducen a tres
--salud, educación y deporte-- los ``logros'' del castrismo. La lista pudiera variar, disminuirse o incrementarse de acuerdo de la perspectiva del análisis. Pero si estuviésemos obligados a señalar sólo tres grandes, capaces de revertirse inmediatamente en la
economía del país, éstos serían la música, el exilio y el deporte; factores que podrían ser las locomotoras económicas del país, incluso ahora, si el bienestar de la ciudadanía fuera el objetivo del gobierno actual.
Sé que la excelencia de la música cubana no se convirtió en un valor internacional con el castrismo; pero durante el castrismo la calidad natural de la música popular se ha elevado por efecto de una formación musical rigurosa. En estos momentos un músico
popular lo mismo toca un son o un guaguancó que una sonata de Bach. Así como el castrismo es cada día más internacionalmente repudiado (la Cuba mala de estos tiempos), la música y los músicos (la Cuba buena) triunfan en toda latitud. Si el castrismo pretendió
hacer trascender positivamente a Cuba desde la instancia política, vemos ahora que el país y sus gentes transcienden más por sus producciones musicales y sus ritmos que por Castro. Celia Cruz, Compay Segundo, Leo Brower y Buenavista Social Club hacen quedar mejor a Cuba, y la
hacen más amada, que Castro y sus secuaces.
En términos económicos ya los músicos cubanos se están beneficiando de su condición de embajadores de ``la Cuba buena''. Con la venta de sus discos dependen menos del estado y pueden paliar la miseria de sus familias, algo que aún no pueden hacer ni los
ingenieros ni los médicos. Cuando el muro castrista se desmorone y la situación cubana se normalice, esa sobreproducción de talentosos músicos, demasiados para las dimensiones del país, inundará el mundo. En lugar de exportar soldados y muerte, Cuba exportará
música, y una política que le permita a los músicos invertir en el país desde ahora ayudaría al desarrollo de la nación. Si esto no ocurre así no se debe a una falta de aceptación internacional de los músicos cubanos, sino al interés
del gobierno cubano en que sus ciudadanos no capitalicen.
El exilio es el otro éxito económico del castrismo. ``La mafia'' es, con una inversión mínima, el sector más rentable y estable de la economía cubana. El método es sencillo: humille y persiga a los ciudadanos hasta el paroxismo, de modo que su único
deseo sea huir. Ya en Norteamérica, este fugitivo trabajará duro para adaptarse a su nueva vida y para ayudar a la familia que quedó en la isla. Entonces el gobierno pondrá baratijas en el mercado dólar, izado a precios exorbitantes, y el negocio está hecho.
Si se permitiera que estas remesas funcionaran como capital de inversión de pequeños negocios, mejoraría el nivel de vida, y el embargo comenzaría, desde dentro, a desaparecer. Sin quererlo, el castrismo también logró que el exilio fuera un éxito político
en Estados Unidos. Influencia. La crisis de la dirigencia tradicional del exilio no es comparable al desprestigio de la dirección histórica de la revolución. Es en el poscastrismo donde se verá el éxito del castrismo en convertir a Cuba en una nación
biestatal, algo importante desde el punto de vista económico pero que acaso haga desaparecer al nacionalismo cubano.
En la sociedad posindustrial, los servicios y la industria del entretenimiento son actividades de grandes proyecciones económicas. Además de la música, el deporte es, en esto, un pilar de primer orden. Mientras el gobierno cubano le saca algún producto a la producción
musical, desperdicia las posibilidades económicas del deporte. Acaso la proyección militarista del régimen cubano le haga ver el deporte como un símbolo de sus ínfulas castrenses y a los deportistas como gladiadores del estado. Eso explicaría el interés
porque los deportistas no deserten. Lo que sería normal en otro país, se percibe como un acto de traición. La vida útil de un deportista es limitada. Un jugador de béisbol o un boxeador profesional sólo pueden dedicarse por un tiempo a tales actividades. Es
increíble la cantidad de empleo y de riqueza que generarían los deportistas cubanos si pudieran jugar en las grandes ligas y competir profesionalmente. El castrismo, al impedir que sus deportistas compitan como profesionales, los condena no sólo a ellos y a su familia a una
miseria insalvable, sino que atenta, de nuevo, contra la economía del país. El adoctrinamiento a que son sometidos los deportistas tiene el objetivo de que sean incapaces de analizar el bien que se hacen cuando deciden probar suerte en el deporte profesional. Sin embargo, los
desertores le están haciendo un gran servicio a la futura Cuba. Veremos cómo los ``traidores'' de hoy son los patriotas de mañana. Por el bien del país, se necesitan muchos Duque Hernández y Liván.
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