¡Que te come el coco!
Tania Díaz Castro
LA HABANA, de agosto - ¿Qué pueden pensar quienes viven en una sociedad civil activa de un país donde un hombre necesita tomarse dos tragos de ron para presentarse ante una opositora que dirige un partido pacífico; dos tragos de ron para armarse de valos, como si fuera
a afrontar el momento más arriesgado de su vida?
Es la política de "que te come el coco", como nos decían cuando niños si nos portábamos mal.
Pues bien, ayer un vecino que vive en la otra cuadra me pidió permiso para conversar conmigo en mi casa. Me dijo que desde hacía mucho tiempo estaba por hacerlo, pero que al fin se decidió cuando pudo escuchar el programa de Juana Isa, transmitido por Radio Martí el
viernes 8 de este mes. Quiere ingresar al Partido Pro Derechos Humanos de Cuba, aunque me pide que lo deje pensar un poco más. Tiene hijos, dice, y esposa que mantener.
Conversé con él durante casi tres horas. Me contó sobre su vida, cuando vino de Gibara como huérfano e "hijo de la patria" a La Habana, lejos de sus abuelos. Me contó de sus fracasos y frustraciones como revolucionario, muy vinculados a los fracasos y
frustraciones del régimen.
Al terminar nuestra conversación sentí como si lo conociera de toda la vida. Se trata de un hombre sincero, inteligente, respetuoso. Me confesó que es opositor desde hacía más de diez años y que afortunadamente trabaja por cuenta propia.
Me aclaró que si tuviera vínculos laborales con el Estado no hubiera dado el paso de venir a verme y puntualizó que ahora es independiente. Le pregunté si estaba seguro de que fuera realmente independiente y me respondió con un gesto de duda. Luego volví
a preguntarle cuándo quería incorporarse al Partido. Guardó silencio. Su esposa, que había llegado un rato antes, risueña y campechana, exclamó: ¿No ve que todavía tiene miedo?
Mi vecino le lanzó una mirada dura, de reproche y luego bajó la vista, apenado. Se me ocurrió recordarle que el miedo produce adrenalina y que si no lo controlamos aumenta nuestra presión arterial, acelera el ritmo cardíaco, dilata los bronquios e influye en la
digestión; además, cuando el perro fiero lo olfatea, es cuando lanza la mordida.
- Es verdad -me respondió.
Y como si cobrara valor de pronto me contó que para llegar a mi casa se había tomado dos tragos de ron, no porque le gustara la bebida, sino para darse ánimo.
Han transcurrido cuatro días y mi vecino no ha vuelto. Es verdad que no es cosa de juego esto de ser opositor en Cuba, por muy pacíficos que seamos. De inmediato nos califica el propio jefe de Estado de traidor a la Patria, lacayo del Imperialismo y cucaracha. Sin embargo, así
y todo estoy segura de que mi vecino volverá. No sé si con dos tragos o cuatro. Hechos tan sencillos como éste pueden dar la medida de cómo se reprime en Cuba a quien busque alternativas o quiera decir lo contrario a los criterios oficialistas.
Nota: Al día siguiente de escribir esta breve crónica mi vecino volvió. Muy sobrio, por cierto, me comenzó a hablar sobre su necesidad de sentirse libre; algo que prefiere, me dijo, por encima de todo.
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