CUBANET ...INDEPENDIENTE

24 de agosto, 2000



De vida o muerte

Ricardo González Alfonso

LA HABANA, agosto - ¿Se ha sentido usted encerrado en una botella, a la deriva por un mar agitado y gritando a la desesperada: ¡auxilio!? María Elena Rodríguez, de 38 años, madre del niño Julio César Carballo, sí.

- Tú no te imaginas la cantidad de ciegos que hay en Cuba por la toxoplasmosis -dijo una doctora jubilada a María Elena. Y agregó:

- Y en el caso de tu hijo se ha perdido mucho tiempo.

Julio César, de 12 años, vive con su madre y padrastro en un pequeño apartamento de la barriada capitalina de Santos Suárez. Despuntaba como un magnífico pelotero, y llegó a integrar un equipo que representó a Cuba en una Copa Internacional, en la categoría menores de 14. Por entonces ya comenzaba a padecer de cierto déficit visual. En la escuela primaria su promedio de rendimiento escolar fue de 98.7. En séptimo grado, 99.3.

- A medidados de julio mi hijo ingresó en el Hospital Materno infantil de 10 de Octubre para operarse de adenoides y de la garganta, algo sencillo. En septiembre empezó a ver una "mosquita. Así comenzó todo.

La historia la relata María Elena, quien por momentos parece ausente, agotada quizás de narrar otra vez lo que le ha puesto triste la belleza.

Por esta dificultad óptica de Julio César, la madre lo llevó a tres hospitales: los pediátricos de los municipios San Miguel del Padrón y de Centro Habana, y al oftalmológico Ramón Pando Ferrer, conocido como Liga contra la Ceguera. Los diagnósticos coincidieron: "No es nada de cuidado".

En aquel entonces, como dicen los especialistas, Julio César tenía la unidad completa en ambos ojos. El tratamiento que le indicaron fue Rutascorbín y vitaminas. Y le aconsejaron a María Elena que como madre apoyara sicológicamente al menor para borrarle la idea de la "mosquita", pues la iba a ver, eventualmente, durante toda la vida.

Por otra parte, algunos médicos sospecharon que el niño padecía de diabetes. Otros descartaron la posibilidad. Los resultados de las glicemias provocadas eran contradictorios. Repitieron las pruebas. Julio César ya está en el límite de ser diábético.

Los hospitales pediátrico de Centro Habana y el de 10 de Octubre, así como el Pando Ferrer se convirtieron para madre e hijo en un Triángulo de las Bermudas. Donde no había un especialista, faltaba un reactivo. Médicos de esos centros asistenciales remitían al muchacho de un hospital a otro. Mientras, se reducía la visión del ojo derecho de Julio César y con ella la eperanza de María Elena.

Un día, la madre recibió un buen consejo:

- Búscate una amistad en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kouri.

Allí le realizaron a Julio César la prueba de Toxoplasma. Resultó positiva. El jovencito ahora tampoco ve bien a través de su ojo derecho. Un especialista opinó:

- Eso lo complica todo.

Números para vivir y morir

El Ministerio de Salud Pública de Cuba mantiene un programa de vacuación para prevenir 18 enfermedades. La esperanza de vida al nacer es de 76 años, y el índice de mortalidad infantil es sólo de un 5.6 por ciento por cada mil nacidos vivos. Son cifras envidables en mucho países del primer mundo.

Estos indicadores-vitrinas que el estado cubano divulga con orgullo y constancia sirven para ocultar otros datos también importantes. Por ejemplo: ¿Cuántos abortos se realizan en los hospitales de la Isla? ¿A cuánto asciende el número de suicidios? ¿Cuáles son las edades de mayor insidencia? ¿Por qué?

Esta situación de silencio llegó al colmo cuando en el verano del 97 el Dr. Desi Mendoza, presidente del Colegio Médigo Independiente de Santiago de Cuba fue juzgado y condenado a 8 años de prisión, acusado de "difundir noticias falsas" sólo porque dio a conocer la magnitud de la epidemia de dengue que azotó a Santiago por aquellos meses. El propio gobierno reconoció después la existencia de la enfermead, aunque con un número menor de casos.

Por algo Winston Churchill dijo: "Sólo me fío de las estadísticas que he manipulado". Y como yo no manejo ninguna, desconfío de todas.

Además, es obvio que en el campo que nos ocupa, como en las matemáticas, cuantitativamente dos por dos es cuatro; pero si analizamos el aspecto cualitativo del asunto, hay que reconocer que el adverbio más no siempre es igual a mejor.

El rey Midas de la Gran Antilla

El gobierno cubano pretende convertir al archipiélago en una potencia médica. Con este fin construyó hospitales en las 14 provincias; policlínicas en los 169 municipios, y estableció un sistema primario de salud en cada barrio, de modo que existe un médico por cada 120 familias y, además, 241 hogares maternos en el país, así como varios institutos especializados

Cuba cuenta con 66 mil 505 médicos, para un índice de 168.2 por habitantes, el más alto del mundo. Son tantos que Midas los puede exportar. Y los exporta.

Como se sabe, el totalitarismo gusta de las heroicidades, de lo grandioso, de lo espectacular. Por eso se esfuerza más por transplantar órganos que por producir aspirinas. Cada reto lo estimula; cada imposible lo seduce, y lo reduce. (Busque un mapamundi con las divisiones políticas antes y después de 1945 y 1989.)

Pero las autoridades de la Isla no están para mapas y fechas, sino para conquistar la Historia, y anunciar el porvenir con los heraldos de la salud y de la vida.

Por Cuba y por el mundo hombres y mujeres con batas e ilusiones blancas, desandan territorios inhóspitos. A veces son parajes habitados más por especies en vías de extinción que por seres humanos. Es un sueño hermoso, aunque demasiado escaso de tabletas y de ámpulas. Y en no pocas ocasiones, de organización.

Tengo la esperanza de que no exportemos también nuevos triángulos hospitalarios, burocráticos e infeficientes, para que ninguna María Elena extravíe la sonrisa, y ningún Julio César del mundo pierda la visión y el homerum de su vida.

¡Sí, cuántos sueños y realidades a cara o cruz! Lástima que la moneda a veces cae de canto. ¿Será porque el marxismo -real o irreal, tropical o no- posee el don del Rey Midas, pero al revés?

Sálvese quien pueda

Algunos de los misioneros criollos de la salud piden asilo político, esperanza y futuro, lo mismo en Venezuela que en Zimbabwe. Quieren evadirse -alegan- de una isla embotellada con un mensaje que nadie escucha: SOS.

La situación es grave. Cada vez son más los médicos que aspiran a emigrar definitivamente del Edén antillano; que se resisten a transformase en el renglón de un discurso; que deciden, en fin, renunciar a ser el hombre nuevo, creado a imagen y semejante de Ché Guevara.

El Ministerio de Salud Pública promulgó la resolución 54 para impedir una estampida casi masiva, pues además de los desertores, abundan los que pretenden irse por vías legales. Ahora, con la nueva legislación, tienen que trabajar de 3 a 5 años en el cuerpo de guardia que se les asigne, por distante que esté, antes que reciban la liberación del ministro.

La resolución 54 origina cartas de protesta, ayunos cívicos y hasta la incorporación de algunos médicos a la disidencia. A veces de modo público, y otras discretamente. Luego de más de 40 años de revolución en revolución, es como si la "s" de salud se desvaneciera, y sólo quedara el alud.

Sin embargo, el embargo

¿Quién no lo sabe? Cada cubano sufre un embargo o bloqueo económico. Pero muchos ignoran que se trata de un acoso más nacional que foráneo, y sobre todo, selectivo.

La hospitalización para un cubano sin otra recomendación que su dolencia, muchas veces implica que lleve consigo sábanas, toallas, ventilador, jabón, detergente, un bombillo, un cubo para bañarse, y en ocasiones hasta el agua.

Pero lo peor es la carencia de medicamentos. En cualquier farmacia usted puede ver un mural con indicaciones que van desde: "tintura de caléndula, cicatrizante y antibacteriano, 30 gotas tres veces al día", hasta "toronjil alcoholado. Antipirético".

Así las cosas, le pueden extraer un molar sin otra anestesia que la acupuntura, recetarle un extracto fluido de pino macho para combatirle una inflamación en el tobillo, o indicarle una cápsula de ajo contra la artritis y la hipertensión.

Consuela saber que es una práctica mundial la aplicación de la medicina alternativa. Pero en esta tierra que Colón calificó como la más fermosa, se trata, más que de un rescate de las mejores tradiciones en el arte de curar, de la versión trasnochada de un Hipócrates caribeño en busca de las mañas de los behiques.

Esta situación de emergencia contrasta con el desarrollo de la industria farmaceútica en algunos renglones como la vacuna contra la meiningitis tipo B; la melagenina que se obtiene de la placenta humana y se usa para curar el vitiligo, entre otros. Pero estos éxitos de la farmacología nacional se venden en moneda libremente convertible en sitios prohibidos generalmente a los cubanos.

Entonces, ¿cuántos embargos o bloqueos existen?

La escasez muchas veces engendra el delito. En cualquier barrio del país los píldora-traficantes le venden a sobreprecio lo mismo un fenobarbital que una tetraciclina. Un amigo comentó:

- Oye, no falta mucho para que aparezca el cartel del meprobamato o la aspirina.

La situación es tal, que Punto y Coma -un grupo humorístico muy conocido- incorporó el asunto al choteo patrio.

Sin embargo -o con embargo- si en Cuba tener un dolor de cabeza es un dolor de cabeza, la situación es opuesta para los extranjeros que acuden a disfrutar del turismo de salud en los hospitales de Servimed.

Algunas personalidades foráneas arriban a esta "potencia médica" para operarse con el doctor Rodríguez Álvarez Cambra, ortopédico de gran prestigio. Muchos vienen a tratarse con otros especialistas también de renombre unversal. Mencionarlos a todos sería como transcribir una página del directorio telefónico.

Uno de quienes disfrutan del turismo criollo de salud es Diego Armando Maradona, quien se la gasta en este paraíso no apto para ciudadanos autóctonos. La publicación argentina Noticias asegura que el Pibe de Oro paga 15 mil dólares mensuales por liberarse de su adicción a las drogas.

Los gobernantes cubanos consideran que la Isla se ha convertido, en la esfera de la salud, en un gigante moral. Otros, en cambio, como Servimed pertenece a la corporación Cubanacán. S.A., se preguntan: ¿significará esta sigla Salud con Apartheid?

Epílogo

Los éxitos y, paradójicamente, las frustraciones que genera la medicina cubana son indiscutibles. ¿Merecerá al unísono el aplauso y la rechifla? No sé. Pero tengo la convicción que a estas alturas -o bajezas- no hay justificación para tantas incoherencias y contradicciones. La segregación no es justicia. Los discursos no curan la desesperanza. Las megametas no salvan las ilusiones, y menos en esta isla embotellada y a la deriva por un mar iracundo, con tantos Julio César, María Elena y profesionales de la salud o no, con un grito unánime en sus gargantas: ¡AUXILIO!



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